El señor Rodríguez Zapatero se comprometió en campaña electoral a universalizar la paga de 100 euros y extenderla hasta que el niño tuviera 18 años. Después ofreció el “cheque-bebé” de 2.500 euros por nacimiento. Ahora, estas pocas ayudas a la maternidad las suprime, pero sí se compromete a financiar la nueva Ley del Aborto y los anticonceptivos de última generación, con cargo al presupuesto público.
Mientras que el primer ministro de Canadá, Stephen Harper, se ha negado introducir el tema del aborto en el debate de la cumbre del G-8, porque la intención de su gobierno es que la salud materno-infantil sea una de las prioridades. Precisamente por ello, el ejecutivo de Harper no decidió incluir el aborto y centrarse en fortalecer los sistemas sanitarios en vías de desarrollo: “Queremos asegurarnos de que nuestros fondos sean empleados para salvar las vidas de las mujeres y de los niños y que se empleen en las muchas, muchas cosas que están a nuestra disposición y que realmente, no dividen a la población canadiense”, aseguró el primer ministro.
He aquí, lo que tiene que hacer un buen gobernante. Pero la mentalidad de Zapatero, es fiel reflejo de una cultura de la muerte, porque no se entiende una ley que favorezca a los que negocian con el aborto y no prevé ayudas para las mujeres embarazadas en difícil situación.