Benedicto XVI, con su esa inteligencia y lucidez fuera de lo común, al comenzar su viaje a Portugal nos dio un mensaje siempre actual, que se resume en conversión, penitencia y oración, porque bien sabe el Papa que la Iglesia así debe proclamarlo a tantos hermanos que viven como si no existiese el más allá, sin preocuparse de la propia salvación eterna.
El Señor nos dijo que la Iglesia tendría que sufrir siempre, de diversos modos, hasta el fin del mundo. “El divino Maestro, más que detenerse en explicar las razones del sufrimiento”, dijo el Papa, prefirió llamar a cada uno a seguirlo con estas palabras: “El que quiera venirse conmigo, que cargue con su cruz y me siga”.
Con ese propósito ha ido el Santo Padre como peregrino a Fátima, a recordarnos que el mensaje que la Virgen anunció el año 1917 a los pastorcillos no era solo para aquella época. La señora del mensaje parecía leer con una perspicacia especial los signos de los tiempos, dirigida a cada uno de nosotros, también hoy en el 2010.