En el Museo de Israel, en Jerusalén, se exponen estos días unos 250 objetos encontrados durante 4 décadas de excavaciones en el Herodium, la fortaleza de Herodes el Grande, conocido hace 2.000 años por sus grandes construcciones, y recordado hoy en todo el mundo por haber intentado matar al Niño Jesús.
La exposición se titula "Herodes el Grande, el viaje final del rey", e incluye piezas como la que debía ser su bañera, su sarcófago y las decoraciones de sus paredes.
Herodes construyó el Templo de Jerusalén que visitó Jesús y el sagrado muro y los túneles en los que rezan hoy los judíos. Sin embargo, el nombre de Herodes ni siquiera sale mencionado en el Talmud y en la literatura rabínica antigua que recoge nombres de numerosos rabinos y líderes judíos de la época, tal es el odio que sentían por él. Por eso, cuando algunos preguntan "¿por qué en la literatura rabínica no hay más menciones a Jesús?", hay que recordarles (como hace la escritora Anne Rice) que no las hay ni al Rey Herodes, el más grande de Judea.
Su cadáver descansó sólo 7 décadas
Herodes vivió 70 años, gobernó 30, murió en el 4 a.C. Los judíos le odiaban. Incluso 70 años después de su muerte le odiaban tanto que cuando las tropas judías en la guerra contra los romanos del 66 al 70 d.C ocuparon el Herodium, destruyeron su sarcófago, al parecer con un martillo (como vemos en la foto), y saquearon el lugar. Quizá incluso esparcieron los huesos o profanaron el cadáver, del que no queda rastro.
Sesenta años después, en la segunda guerra romano-judía, la rebelión de Bar-Kojbá, en el 132-135, volvieron a asentarse tropas judías allí, pero probablemente ya no quedaban restos de la tumba. La tumba del gran rey, al que todos temieron, el constructor del Templo de Jerusalén... ¡se perdió! Y permaneció inencontrada hasta 2007.
Comparamos con Jesús
Durante 1.940 años el lugar de reposo del poderoso Herodes fue ignorado por el mundo. Resulta tentador compararlo con la tumba de aquel Jesús que temía que le sustituyese como rey de los judíos.
Los cristianos de Jerusalén recordaron el lugar de la Crucifixión y el lugar del enterramiento de Cristo. Huyeron de la primera guerra judía y volvieron a Jerusalén años después, sin olvidar esos lugares. Después llegó la segunda guerra judía, y el emperador Adriano, en el año 135, harto de revueltas, destruyó Jerusalén por completo, la aplanó, y encima reedificó una nueva ciudad romana, donde la entrada estaba prohibida a los judíos: Aelia Capitolina.
Ídolos paganos en los lugares cristianos
En el lugar donde hoy está el Santo Sepulcro, los romanos levantaron dos estatuas, para ocupar el sitio y alejar a los seguidores de Cristo. En la tumba, el lugar de la Resurrección, una estatua de Júpiter. En la roca del Calvario, en el lugar de la Crucifixión, una estatua de Venus.
Los cristianos en Aelia Capitolina (que eran ahora de origen gentil, no judío) no podían adorar en esos santos lugares profanados... pero las estatuas marcaban el lugar. Y lo marcaron durante 180 años, aunque en el 336, cuando el obispo Macario y Santa Elena, la madre del emperador Constantino, examinaron el lugar ya el edificio romano estaba en ruinas y desatendido.
Constantino edificó la primera basílica del Santo Sepulcro y así Cristo fue adorado y recordado en su tumba durante 1.650 años, mientras que en cambio los huesos del antaño poderoso Herodes y su tumba se perdían el el olvido.
[La historia de la Tumba de Cristo está bien explicada en esta animación que "viaja en el tiempo" y en esta web franciscana sobre el sepulcro.]
Reconocer sepulcros sin lápida
En el Santo Sepulcro no se ha encontrado ninguna lápida del siglo I que diga "aquí fue depositado el cuerpo de Jesucristo". Pero en la Tumba de Herodes y en su sarcófago tampoco hay ninguna inscripción que diga "aquí descansa Herodes el Grande". Sin embargo, Ehuz Netzer, el arqueólogo que descubrió la tumba en 2007 (y que murió allí, en el Herodium, en un accidente al ceder una baranda de madera y caer 6 metros, en octubre de 2010) argumentaba bien su convencimiento.
"Si estos restos -el edificio, los sarcófagos- se hubieran encontrado cerca de Jerusalén sería arriesgado identificarlos como el monumento y tumba de Herodes. Pero están en el Herodium, su monumento personal, el único con su nombre. Y Flavio Josefo escribió que aquí fue enterrado. La ausencia de inscripción no debilita esta conclusión. Muchas grandes tumbas antiguas en Israel no tienen inscripciones que identifiquen al fallecido, como las tumbas de Beit Shearim, una de ellas atribuidas al gran rabino Judá ha-Nasí, compilador del primer código rabínico, la Mishná".
Tres sarcófagos: Herodes y dos mujeres
En la tumba se encontraron en 2007 tres sarcófagos. ¿Cuál era el de Herodes? Obviamente, el más lujoso y destruido deliberadamente con sus fragmentos esparcidos: el rojo adornado con rosetones pulidos meticulosamente. Otro, decorado con diseños florales, y el tercero, sin decorar, según Netzer debían pertenecer a miembros de su familia: Malthace, su cuarta esposa, madre de Arquelao (San José, al saber que Arquelao reinaba en Judea, desistió de volver a Belén y llevó su familia a Galilea); y Glafira, la segunda esposa de Arquelao.
Herodes el Grande es conocido hoy en el mundo entero por su relación con un Niño de Belén al que intentó asesinar. Cuenta el Evangelio cómo dio orden de matar a todos los niños de la zona, esperando acabar con el rey de los judíos profetizado. San José fue avisado por un ángel para huir a Egipto con María y el pequeño Yeshuá (Jesús) y también un ángel le avisó para que volviera cuando el viejo rey murió.
La crueldad del rey está bien documentada
La matanza de unos niños desconocidos en la zona de Belén (que serían no más de una veintena) no está registrada en otros documentos de la época aparte de los Evangelios... pero lo cierto es que casi no tenemos documentos de la época que hablen de lo sucedido en esa zona del mundo: Flavio Josefo es casi la única fuente que nos queda. Si la tumba de piedra del rey desapareció en las guerras, ¡mucho más los escritos, papiros y pergaminos!
Pero por Flavio Josefo sabemos que Herodes tuvo 10 esposas -no todas al mismo tiempo- y más de una docena de hijos, de los cuales mató al menos a tres (y a algunos parientes cercanos más), por temor a conspiraciones, rebeliones y traiciones contra él.
Con Marco Antonio y Cleopatra
Herodes supo capear todo tipo de temporales. En la Guerra Civil entre Octavio (Cesar Augusto) y Marco Antonio y Cleopatra, apoyó a Marco Antonio, consiguiendo evitar que éste regalase Judea a la famosa reina egipcia que le tenía enamorado. Cuando Octavio ganó la guerra y se convirtió en el primer emperador romano y señor indiscutido del Mediterráneo, Herodes se le entregó con una cuerda al cuello. Octavio comprendió que no le causaría problemas y decidió mantenerle en el poder y ampliar sus territorios en Palestina, como a otros reyezuelos que hacían de tapón con el enemigo en Persia.
Eso sí: Gaza se la quedó Egipto y Herodes la perdió. Por eso es bastante razonable la imagen de la Sagrada Familia con un burrito y el bebé caminando hacia Egipto: la frontera estaba en Gaza, a unos 50 kilómetros de Belén.
Quizá San José trabajó en sus construcciones
Se le llamó Herodes el Grande, sobre todo, porque emprendió enormes edificaciones, como la ampliación colosal del Templo de Jerusalén, que dio trabajo a carpinteros y constructores de todo el país durante décadas (incluyendo, probablemente, el taller de José y Jesús).
Era odiado por los judíos a los que regía tiránicamente, por ser idumeo, de un pueblo árabe judeizado a punta de espada por los reyes Macabeos. También por ser colaborador con Roma. Construyó una ciudad al lado del mar, Cesarea Marítima, para abrir sus dominios al Mediterráneo. Era una ciudad helenística, que los judíos ni pisaban al considerarla impura, con gente de mil razas y el griego koiné como lengua franca; un puerto cosmopolita.
Muchos historiadores consideran que la mayor maravilla de Herodes fue el puerto de Cesarea, que aún hoy puede visitarse aunque la mayor parte está sumergido. No era un lugar de abrigo natural, pero él usó una innovadora fórmula de cemento rápido y encofrado submarino para levantar un puerto de la nada luchando contra el mar.
Constructor de fortalezas
También fortificó Judea, para protegerse de sus vecinos, a veces enemigos, los árabes nabateos, con capital en la ciudad comercial de Petra, excavada monumentalmente en la roca. Su tumba en el Herodium parece inspirada en parte en tumbas y monumentos nabateos de Petra. Otros enemigos eran los partos, que ya en su juventud habían ocupado Jerusalén.
Aunque el equipo arqueológico de los franciscanos y el padre Virgilo Corbo ya excavaron en Herodium de 1963 a 1967, y el equipo de Ehud Etzer lo hizo desde 1972 (interrumpido por varios años de intifadas), Netzer necesitó 35 años para encontrar la tumba en una ladera de la montaña artificial, y lo hizo ya en una especie de último intento desesperado, después de probar en todos los otros lugares lógicos del entorno, siempre fiándose de los textos de Flavio Josefo.
Y se cumplió una intuición de Etzer: no podía estar dentro de la fortaleza en sí ni dentro de los edificios residenciales o ceremoniales, porque para los judíos una tumba haría ritualmente impuros esos lugares.
Una muerte atroz
Las maldades de Herodes no quedaron sin castigo en vida. A su trágica historia familiar de traiciones y asesinatos, se le sumó en los últimos días una enfermedad terrible.
"Se adueñó de todo su cuerpo con múltiples dolores. La fiebre no era alta pero tenía un picor insoportable por toda la piel, dolores continuos en el intestino, una inflamación en los pies como la de un hidrópico, el vientre hinchado y una gangrena en su pene que producía gusanos. Además sufría asma, dificultades para respirar y espasmos en todos los miembros de su cuerpo", dice Josefo en La Guerra de los Judíos, I, 656.
Como la enfermedad arreció después de haber ejecutado unos judíos piadosos, diversos profetas y hombres de fe aseguraron, como recoge Josefo, que era un castigo de Dios.
Por su parte, Herodes quería que a su muerte un gran lamento llenase el país:
"Reunió a los personajes más destacados de cada una de las aldeas de toda Judea y ordenó encerrarlos en el llamado hipódromo. Llamó a su hermana Salomé y a su marido Alexas y les dijo: "sé que los judíos van a celebrar con una fiesta mi muerte; sin embargo, podré ser llorado por otros motivos y podré tener un brillante funeral, si vosotros atendéis mis recomendaciones. En cuanto yo muera enviad a los soldados contra estos hombres que están aquí guardados y matadlos, para que así toda Judea y todas las familias lloren a la fuerza por mí". (Fl. Josef., op. cit., I, 660).
Hizo matar a su hijo Antípatro, designó heredero a su hijo mayor Arquelao (también muy cruel), y murió tras 34 años de reinado (37 si contamos desde que los romanos le reconocieron el título).
Por suerte, no se cumplieron sus órdenes de masacrar a los prisioneros del hipódromo. En cambio,
"se encargaron los funerales del rey. Arquelao no escatimó ningún lujo. El féretro era de oro con piedras preciosas, la tela era de púrpura bordada, en ella estaba el cuerpo envuelto también en púrpura. En la cabeza tenía una diadema, sobre ella una corona de oro y en la mano derecha el cetro. Alrededor del féretro estaban sus hijos y el grueso de sus familiares, detrás los lanceros, el batallón tracio, los germanos y los galos, todos ellos con su equipamiento de guerra. El cadáver fue acompañado a lo largo de setenta estadios hasta el Herodium, donde se le enterró según sus disposiciones. Así fue el final de Herodes."
Décadas después, los rebeldes de la Guerra Judía entrarían y saquearían su tumba. Del oro y la púrpura no queda nada. Y un reyezuelo judío de importancia regional es noticia en todo el mundo porque se recuerda que intentó matar un niño en Belén.