Para que la fe esté asentada debe echar raíces en la cultura, es decir, que los creyentes la expresen a través de manifestaciones artísticas, como la pintura, la escultura, el cine o la literatura. No corren buenos tiempos para reflejar las creencias religiosas en la cultura, pues se exige libertad y sobre todo valentía. Además, la repercusión de lo que se hace con un sentido religioso apenas tiene eco después. Por eso no estaría mal que la Iglesia también apoyase con fuerza a estas personas que reflejan abiertamente su fe (la del carbonero u otra más sofisticada), porque a veces se sienten criticadas por los demás y un poco aisladas.
Ese no es el caso de Juan Sánchez, que acaba de publicar su segundo poemario titulado Y Dios en el camino. Un libro en el que los poemas, desde el primero hasta el último, se abordan desde las gafas de su fe católica.
Él nunca ha tenido problemas en manifestar sus creencias, apuntaladas
al pertenecer al movimiento del Camino Neocatecumenal (o sea, a los que
llaman kikos, pues uno de los fundadores fue Kiko Argüello). El libro
cuenta con un prólogo de Félix del Valle en
el que se asombra, con razón, de la fe que manifiesta Juan Sánchez en
los poemas, porque a muchos puede parecer incluso que no es seglar sino
casi un cura. El libro, publicado por la Editorial Bendita María, consta de cuarenta poemas distribuidos en cinco apartados: sobre el camino, sobre la esposa, sobre los hijos, sobre los padres y sobre Dios.
Se trata de poemas más bien largos, de corte narrativo, donde trata abiertamente su relación con Dios a través de las relaciones con los que le rodean. En especial destacaría el apartado referente a los hijos, que buscan «labrar su propia historia» y muchas veces toman decisiones contrarias a las que los padres deseamos. Hay un tono a veces de humildad, de dolor o de debilidad (mi barro «no está bien cocido todavía«) pero siempre apoyado en una confianza admirable en Dios pase lo que pase. El libro tiene un carácter autobiográfico, pues es una radiografía de su vida. También hay crítica social como el poema «No me representáis» que se dirige a los políticos y «Muerte de unos árboles en Zocodover». Se trata de una obra asombrosa por lo que tiene de reflexión ante la vida y por el ejemplo de quien ha hecho de la fe un elemento fundamental para entender la existencia. El autor escribe artículos en prensa, coordina un programa de radio, está comprometido con los problemas de Toledo, historiador, impulsor de las bibliotecas públicas, académico, pero todas estas tareas están enhebradas por un hilo: el de creyente. Y de eso da testimonio este poemario tan sincero, personal y religioso.