Al anarquista Melchor Rodríguez (1893-1972) se le conoce con el apodo de “el ángel rojo” por haber salvado
la vida de miles de opositores políticos durante la Guerra Civil española. Como
Director General de Prisiones, Melchor Rodríguez se opuso, a riesgo de perder
su vida, a los asesinatos de presos políticos que tanto Santiago Carrillo como José Cazorla, ambos del PCE,
procuraban con el fin de exterminar a la llamada “la quinta columna”.
El ángel rojo
salvó a periodistas, escritores, religiosos, militares, políticos…
Miles de personas
se salvaron de los fusilamientos nocturnos en Paracuellos del Jarama y en el
cementerio de Aravaca gracias a la valentía de “el ángel rojo”. Personalidades
como Joaquín
Álvarez Quintero, Javier Martín Artajo, Raimundo Fernández Cuesta, General Muñoz Grandes, General Carrasco Verde, Bobby Deglané, Ramón
Serrano Súñer o Rafael Sánchez Mazas, entre
otros, así lo testificaron tras terminar la
contienda.
Al frente de una
cheka del Palacio de Viana… pero para crear un refugio
En el Madrid de
1936, con el pretexto de combatir a la llamada “quinta columna”, todos aquellas
personas que eran consideradas “contrarrevolucionarias”, “adictas al
alzamiento”, “católicas” o de “derechas”, tenían muchas papeletas para ingresar
en las “chekas”, que eran prisiones
concebidas por los soviéticos, y estaban dispersas por varios edificios de la
ciudad. Era una certeza que quién entraba en uno de estos “centros de
retención”, no solía salir con vida…
Melchor Rodríguez,
consciente de las tropelías que se estaban cometiendo, creó su propia “cheka”,
pero para salvar a amigos suyos de una muerte casi segura. A su cheka la llamo
“Museo
del Pueblo”, y de esta forma maquilló lo que era un centro de refugiados.
Los primeros inquilinos del edificio del Palacio de Viana fueron los hermanos Álvarez Quinteros, conocidos dramaturgos,
el padre
Gafo,
religioso dominico, y el exministro republicano del Gobierno de Lerroux, Rafael Salazar
Alonso.
La Pasionaria le
pide a Melchor que dé refugio en su cheka a seis monjas
El “refugio” del
Palacio de Viana fue siendo conocido en el Madrid rojo. Y la Pasionaria,
todopoderosa en el Partido Comunista Español, sabiendo el objetivo de esa
particular cheka, pidió a Melchor un curioso favor: refugiar a seis monjas de
la caridad, algunas de ellas de Bilbao. A cambio, la Pasionario proporcionaría
alimentos frescos a diario. Melchor Rodríguez acepto y las monjas permanecieron
unos cuantos meses hasta que logró colocarlas en la legación de Honduras.
Misa diaria y una
boda en la cheka de Viana
Con un sacerdote y seis
monjas en la cheka, todos los días, a las 10, se celebraba la Eucaristía a la
que se unía una buena parte de los refugiados, y con el tiempo, ante el reclamo
de unos novios, miembros de la Falange, también se celebró una boda, en la que
se incluyó una sugerente luna de miel… pero sin salir de las dependencias del
Palacio.
Melchor
Rodríguez, alcalde de Madrid, entrega la ciudad a los nacionales
El “ángel rojo” fue
nombrado Alcalde “en funciones” de Madrid en marzo de 1939, por el general Miaja, presidente del
Consejo Nacional de Defensa de la República. A partir de ahí comienza un
suplicio para Melchor, en prisión y condenado a muerte, que se conmutó gracias
al testimonio de cientos de personas que fueron salvadas por la decisión y
valentía del anarquista sevillano.
En 1945, el
General Muñoz Grandes logra sacarle de prisión gracias a una argucia jurídica
Melchor Rodríguez
había salvado la vida a Muñoz Grandes y, éste, como Capitán General de la I
Región Militar, a la que pertenecía el penal de El Puerto de Santa María, puso
en libertad a Rodríguez valiéndose de una argucia jurídico-militar.
Martín Artajo le
abre las puertas del diario Ya y de la revista Dígame
Durante varios años
Melchor Rodríguez estuvo escribiendo, con seudónimo, en el diario propiedad de
la Asociación
Católica de Propagandistas, y en una de las revistas de la Editorial Católica (EDICA),
procurando unos ingresos que completaba como agente de seguros de la
aseguradora Adriática.
Su funeral: un
Padrenuestro y el canto anarquista “A las barricadas”
Poco antes de
morir, Melchor Rodríguez, que se había declarado toda su vida como agnóstico,
quiso ser enterrado en sagrado, en el sacramental de San Justo. Al sepelio
asistieron cientos de personas de los dos bandos: rojos y nacionales. Fue enterrado
con la bandera anarquista, y tras el rezo de un responso por parte del
sacerdote, que fue escuchado con respetuoso silencio, se cerró el acto con el
canto del himno revolucionario “A las barricadas”, que fue también escuchado
con respeto. Así fue enterrado el llamado “ángel rojo”.