Ignacio Núñez de Castro, jesuita, catedrático emérito de Bioquímica y Biología Molecular de la UMA, es coautor de “Cruzando el puente”.
–Doctor, profesor, sacerdote, padre… ¿Cómo prefiere que me dirija a usted?
–Ignacio, que es un nombre muy bonito. Como Ignacio de Antioquía y luego Ignacio de Loyola que tomó ese nombre por devoción al primero. De todos los tratamientos, quizá el de padre por pertenecer a la Compañía de Jesús desde hace 56 años
–Pero de niño, ¿usted qué quería ser?
–Mi vocación religiosa comenzó pronto. Tenía ilusión de ser como aquellos padres que veía en el colegio de San Estanislao. Después, en el bachillerato, se despertó en mí el amor por la ciencia. Yo quise ser científico y el Señor ha querido unir todas las vocaciones: jesuita, profesor y, concretamente, profesor en el ámbito de la ciencia.
–Una pregunta que no le habrán hecho nunca: el libro que acaba de publicar se llama “Cruzando el puente”…
–Sí, y querrá saber por qué ¿no?
–Si usted lo dice…
–El primer libro de bioética apareció en 1971, cuando un profesor norteamericano, Potter, escribió “La bioética, un puente hacia el futuro”. Y ese puente es entre las ciencias de la biotecnología y las humanidades. Es decir, entre todo lo que el hombre puede hacer con la vida y desde dónde lo debe hacer, es decir, desde la ética. El profesor López de Azpitarte, que es el principal autor del libro, y yo, pensamos que ya estamos en el futuro y que por lo tanto hay que ir tendiendo el puente y cruzándolo.
– Leyendo el índice: embriones, clonación , células madre, ingeniería genética, transplantes… ¿Es un libro para médicos?
–Para toda aquella persona que esté inquieta ante la pregunta de qué es la vida. Para médicos, enfermeras, personal sanitario, para profesores de secundaria, investigadores, o cualquier otra persona, juristas… También para el gran público que es, en gran parte, docto. Aunque el libro tenga algunos términos técnicos, al final hay un glosario que los explica.
–Me llama la atención la omnipresencia de Eduardo Punset cuando se habla de ciencia en España. ¿No será que nuestra sociedad está necesitada de guías espirituales y este divulgador da el perfil de gurú de la ciencia como nueva religión?
–Lo que la s o c i e d a d necesita, lo decía muy bien Juan Pablo II, es que nuestros teólogos repiensen la teología a la luz de la ciencia actual. Lo dice en una carta al director del Observatorio Vaticano. Ojalá nuestros teólogos, le decía el Papa, hicieran como los teólogos medievales que repensaron toda la teología a la luz de la ciencia medieval. Hoy, nuestros teólogos, tendrían que repensar muchos puntos.
–Pero es que hoy todo cambia tan deprisa, hay tantos nuevos descubrimientos…
–Por eso es importante seguir la actualidad científica para poder opinar sobre ella. En el libro recogemos una intervención muy interesante de Benedicto XVI de marzo de 2011 a propósito de las células madre del cordón umbilical. El Papa rechaza la actitud egoísta de los que pagan un banco privado para mantener sus propias células madre por si un día las necesitaran para sí mismos. Anima a los cristianos a dar sus células madre a los bancos públicos para que cualquier persona necesitada pueda utilizarlas. Benedicto XVI está mucho más atento a los adelantos de la ciencia que los teólogos.
–¿A nivel celular somos generosos o egoístas?
–Todas las células del organismo están dirigidas hacia una finalidad: el bien del organismo. Deberíamos aprender de la naturaleza porque todos somos células del gran cuerpo que es la sociedad. Todo lo que sea dar es vida y todo lo que sea egoísmo es muerte.
–O sea, que el Evangelio está inscrito en nuestras células?
–Hay una ley interior que decía San Ignacio de Loyola de “la Caridad y Amor” que se da a nivel celular y en la creación entera. Toda la creación es un confluir hacia la vida. Desgraciadamente, nosotros hemos interferido en ese confluir hacia la vida y de ahí que Juan Pablo II hable de la cultura de la muerte frente a la cultura de la vida