Esta información puede evitar que vuestras hijas e
hijos acaben con daños físicos irreparables y con secuelas psicológicas
que necesiten terapia durante años. La nueva legislación que se quiere
aprobar en España que legimitará la autodeterminación de la identidad de
género tendrá consecuencias nefastas para niñas y niños. Somos AMANDA,
Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada y
nuestro objetivo con esta carta abierta es dar a conocer a todas las
madres y padres la realidad del contagio social de la Disforia de Género
de Inicio Rápido (conocida como DGIR) y las terribles consecuencias que
su abordaje inadecuado puede provocar en el futuro de aquellos a
quienes más queremos. Al mismo tiempo, queremos pedir prudencia y
cautela a todos los grupos políticos del arco parlamentario a la hora de
legislar, tanto a nivel nacional como autonómico, para evitar que
cuestiones acientíficas entren a formar parte del ordenamiento jurídico
con consecuencias muy graves para la infancia y la adolescencia.
Puede
que esto de la DGIR no os diga nada a muchos de vosotras/os o que no
hayáis oído hablar nunca de esta forma de disforia de género, aun
encontrándonos en medio del debate social sobre el anteproyecto de la
llamada “ley Trans”. ¿Qué es la disforia de género? Se define como una
fuerte disconformidad de la persona con su sexo biológico, manifestada
desde edades muy tempranas. Según datos de American Academy of
Pediatrics su incidencia es de alrededor de 0,3 de cada 10.000 mujeres y
1 de cada 10.000 varones. A diferencia de la clásica disforia de
género, en los últimos años se ha desarrollado, como fenómeno nuevo, la
Disforia de Género de Inicio Rápido (DGIR), producto del contagio
social, que se presenta de forma repentina en la pubertad y
adolescencia, etapas del desarrollo de la persona que se caracterizan
por el descubrimiento, entre otras cuestiones, de su sexualidad y de su
lugar en el mundo. Esta forma de disforia de género, insólita hasta hace
pocos años, es más frecuente en niñas (7 de cada 10 casos) y en un alto
grado suelen tener de fondo problemas subyacentes sin tratar como el
autismo, TDAH, TOC, trastornos alimenticios, etc.
Las cifras de
afectadas/os por DGIR crecen a un ritmo frenético. Por ejemplo, en
Madrid, la Unidad de Identidad de Género ha visto un incremento de
solicitudes de atención del 500% entre 2017 y 2019, la mayoría de ellas
de chicas muy jóvenes. En otros países, como Gran Bretaña, este
incremento ha sido del 4000% entre 2009 y 2018.Este aumento se produce a
nivel mundial. Diversas voces expertas, en muchos momentos acalladas
por intereses políticos y económicos, alertan de que las y los menores
son muy influenciados por contenidos de redes sociales, sobre todo
Instagram, YouTube y TikTok, con la presencia de personajes creados
expresamente en series emitidas en diversas plataformas de streaming y
un discurso social dominante en el que la disforia de género es la
explicación que se ofrece ante cualquier malestar con el propio cuerpo,
con los roles y estereotipos de género asignados por nuestra sociedad a
cada sexo y/o con una orientación sexual no heterosexual; disforia de
género que requeriría, necesariamente, según dicho discurso, de una
transición médica irreversible. Esta influencia es especialmente
relevante en adolescentes emocionalmente vulnerables que, como ya hemos
comentado, podrían estar atravesando una depresión, algún trastorno sin
tratar, alguna patología previa de salud mental, espectro autista,
dificultades de integración en el grupo de iguales, etc.
Estas/os
adolescentes manifiestan este malestar de forma repentina, pretenden
obligar a su entorno a llamarles por sus nombres y pronombres elegidos y
exigen el comienzo de tratamientos hormonales y quirúrgicos. Aceptar
estos cambios, sin más, supondría, no sólo una mutilación, sino también
una medicalización de por vida de cuerpos sanos en pleno desarrollo.
¿Sabéis qué es muy relevante y no se nos suele contar a madres y padres?
Que la DGIR se supera sin transición médica en la casi totalidad de los
casos al finalizar la adolescencia con el adecuado apoyo familiar y
profesional. Ya se han aprobado leyes autonómicas, tanto en comunidades
autónomas gobernadas por partidos de derechas como por partidos de
izquierdas, que dificultan el adecuado apoyo a las y los menores con
DGIR, que aceptan el autodiagnóstico de disforia de género por el
adolescente de forma incuestionable, dificultando una atención
profesional rigurosa a nuestras hijas e hijos, tanto en el ámbito
sanitario como en el educativo. También se ha aprobado la conocida como
Ley Rhodes o Ley de Protección a la Infancia que, junto a medidas
necesarias para la protección de la infancia, ha introducido de forma
opaca conceptos de identidad de género sentido avalando las teorías
acientíficas de la identidad de género como si realmente protegiera a la
infancia en lugar de perjudicarla.
Continuar por este camino ya
iniciado, con la tramitación del anteproyecto de la ley conocida como
“Ley Trans”, pone en peligro incluso la patria potestad por parte de las
madres y padres que buscamos acompañar de forma respetuosa a nuestras
hijas e hijos con DGIR. Esto es así porque, de acuerdo con lo que recoge
el anteproyecto de ley, no atender la voluntad del menor para iniciar
el proceso de transición se considerará situación de riesgo con
intervención de un defensor judicial ajeno a la familia.
No queremos
que, dentro de unos años, una vez superada la difícil etapa de la
adolescencia, nuestras hijas e hijos descubran que sus familias y la
sociedad les fallaron, dañándoles de forma irreversible al aceptar que, a
diferencia de cualquier otra circunstancia sanitaria o jurídica, ellas
sí podían realizar un autodiagnóstico de disforia y decidir libremente
sus propios tratamientos sin respaldo científico: bloqueadores de la
pubertad, hormonación cruzada y cirugía.
Y que sus madres y padres no
pudieron impedirlo bajo amenaza de perder su tutela. Necesitamos, madres
y padres, que entendáis la gravedad de la situación. Nos jugamos el
derecho a la salud física y mental de las generaciones más jóvenes, a
las que profesionales serios de la psicología y la medicina podrían
estar ayudando a profundizar en las causas de su malestar en lugar de
adoptar medidas irreversibles en un momento vital que se caracteriza por
una enorme volubilidad. Necesitamos que nos acompañéis para que el
gobierno y todos los partidos políticos escuchen nuestra petición de
prudencia y diálogo social a la hora de legislar. Ante la preocupante
situación para nuestra infancia y adolescencia:
1. Reclamamos la apertura de un espacio y tiempo de diálogo del Gobierno
de España y los distintos grupos políticos con el movimiento feminista,
con AMANDA, agrupación de familias de todo el territorio nacional
críticas de género y con las entidades representativas de los colectivos
profesionales de atención médica, psicológica y social a la infancia.
2. Interpelamos al Defensor del Pueblo para que
estudie cómo es posible que, mientras en países de nuestro entorno que
llevan años atendiendo a las y los menores desde un enfoque
exclusivamente afirmativo están saliendo a la luz múltiples estudios que
demuestran lo dañina de esta postura y se están produciendo cambios
legislativos para frenar esa tendencia, en España el Ministerio de
Igualdad únicamente ve aceptable tomar esta camino que la comunidad
científica está comenzando a reconocer equivocado.
3.
Demandamos del Ministerio de Educación un acuerdo de mínimos a nivel
nacional respecto al contenido de la formación en coeducación igualdad
entre hombres y mujeres que se imparte en los centros educativos y la
formación exigida a quienes los imparten, no confundiendo formación en
igualdad con promoción de la diversidad de identidades de género.
4. Exigimos la adopción de una postura
prudente por parte del legislador en lo concerniente a los jóvenes con
disforia de género:
a) que permita a madres y padres, buscar la mejor atención
para sus hijas e hijos, sin miedo a que las instituciones consideren que
sus hijas e hijos se encuentran en situación de riesgo por la no
aceptación por parte de sus progenitores de su autodiagnóstico;
b) que permita el desarrollo de una atención con profesionales que
no sientan miedo ante la amenaza de ser denunciados si su práctica
profesional busca un diagnóstico diferencial que ayude a su paciente,
sin aceptar sin más el autodiagnóstico que éste realice;
c) que no permita la modificación del sexo registral a menores de 18
años. Entendemos que esta prudencia pasa, necesariamente, tanto por la
la revisión crítica del articulado del anteproyecto de la Ley Trans,
como por la modificación del articulado tanto de la Ley de Protección a
la Infancia, como de diversas leyes autonómicas y protocolos sanitarios y
educativos.
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