Refugiados, migrantes, trabajadores en precario, minorías étnicas y
tribales, niños y mujeres son algunos de los colectivos en los que Manos
Unidas y los socios locales de los tres continentes en los que trabaja
la ONG, tienen puesta su atención en esta crisis global provocada por la
pandemia del coronavirus. Más allá de las consecuencias
sanitarias derivadas del contagio por coronavirus, desde los países en
los que trabaja Manos Unidas alertan a la institución sobre su enorme
preocupación acerca de la crisis económica a la que no podrán hacer frente millones de personas en todo el mundo, especialmente en las comunidades más empobrecidas.
«Las
medidas de confinamiento y de restricción de movimientos decretadas por
una gran mayoría de Gobiernos del mundo para evitar la extensión del
coronavirus en sus países, están afectando ya de forma muy importante a
las personas más empobrecidas con las que trabajamos», asegura Isabel
Vogel, responsable de proyectos de Manos Unidas.
Desde que comenzó la crisis, la
ONG de la Iglesia católica está en contacto con sus socios locales en
África, América y Asia. Todos ellos concuerdan a la hora de señalar los colectivos más sensibles a esta crisis: migrantes, trabajadores en precario, minorías étnicas y tribales, niños y mujeres. «Los
más empobrecidos coinciden, por desgracia, con esos sectores de
población más vulnerables, que no tienen medios ni posibilidades para
poner en práctica las medias básicas de higiene o de distancia,
necesarias para evitar el contagio», señala Vogel. «Además, nos preocupa
que las medidas decretadas por los Gobiernos, puedan dar pie a
vulneraciones de los derechos humanos de estos colectivos más
desprotegidos. O que, con la excusa del coronavirus, se pongan en marcha
medidas excepcionales que se perpetúen en el tiempo, una vez superada
la emergencia», explica.
Colectivos vulnerables
Desde Asia, más concretamente desde India, una de las situaciones más preocupantes a la que se hace alusión es la del hacinamiento en los slums (barriadas
marginales que proliferan en los alrededores de las grandes ciudades) y
la precariedad en la que viven los millones de personas que los
habitan. Muchas de estas personas son trabajadores temporales que se
trasladan a las urbes, en la época de escasez de alimentos en el campo,
en busca del sustento diario.
Manos Unidas trabaja con este
colectivo desde sus orígenes, con programas y proyectos de
sensibilización, formación, asistencia en derechos, apoyo legal… «En
cada una de las acciones que llevamos a cabo, tenemos muy presentes a
los más pobres entre los pobres de las ciudades. El Gobierno ha
anunciado que dará paquetes de ayuda a las personas más pobres y a los
trabajadores que no estén sindicados, pero para que esta maquinaria se
ponga en marcha, se necesita tiempo. Las personas más necesitadas son
siempre las más abandonadas y las que más sufren las privaciones»,
asegura el padre Jayant Russel Raj, desde la ciudad de Varanasi, en India.
Desde América Latina,
nuestros socios muestran, también, su preocupación por los trabajadores
informales, que deben salir a buscar el sustento diario para poder
sobrevivir, y para los que guardar la cuarentena es casi un imposible.
Las poblaciones indígenas son, igualmente, motivo de inquietud para
nuestros socios locales en un continente en el que estos pueblos ven
constantemente vulnerados sus derechos y constituyen un sector de
población tradicionalmente marginado y abandonado por los gobiernos.
«Trabajamos con pueblos indígenas minoritarios,
en alto riesgo de desaparecer por necesidades básicas insatisfechas y
por el conflicto armado. Ya en otras épocas de la historia ha habido
epidemias que han acabado con pueblos enteros. Las condiciones de salud,
la desnutrición y la falta de atención sanitaria es algo que nos tiene
muy preocupados… No existen las condiciones ni los controles necesarios
para proteger a estos pueblos, porque no son una prioridad dentro del
país», asegura Ruth Chaparro, directora de Fucai, socio local de Manos
Unidas en Colombia, que trabaja con 28 de los 87 grupos indígenas del
país.
También en África la atención de los socios
locales de Manos Unidas, mayoritariamente misioneros y religiosos, se
centra en los grupo más vulnerables, aunque toda la población es motivo de preocupación: «En
África disponen de pocos hospitales y centros sanitarios, tienen una
ratio muy baja de agentes de salud con respecto a la cantidad de
población, no hay seguridad social, faltan medicinas esenciales y los
programas de prevención son insuficientes. Además, la falta de agua, de
medidas higiénicas, el hacinamiento de la población y el elevado número
de personas con malnutrición y desequilibrio alimenticio hace que haya
un gran número de personas vulnerables y con mucho riesgo de desarrollar
la enfermedad», asegura Cristina Antolín, religiosa que durante 32 años
ha trabajado como médico en África.
De la misma opinión es Peter
Konteh, director de Cáritas Freetown, socio local de Manos Unidas en
Sierra Leona, que, además de preguntarse qué habría pasado si el
coronavirus hubiera comenzado en África, asegura que «la gente más pobre
se está volviendo aún más pobre puesto que no pueden asumir el gran
coste de vida que, además, no para de crecer. La leche, el azúcar, el
pan, el agua y muchos otros productos de primera necesidad han aumentado
su coste y seguirán aumentando mientras el brote continúe. Mucha gente
está sufriendo y mucha más gente sufrirá, incluso en el caso de que
Sierra Leona no registre ni un solo infectado de coronavirus».
Manos Unidas responde
Manos
Unidas se empeña estos días, junto a sus socios locales de los tres
continentes, en buscar la mejor manera de dar respuesta a todas las
carencias que se están manifestado ya entre las personas por las que
trabajamos. «Nuestros socios locales están ya trabajando para socorrer a
la población más vulnerable», señala la responsable de proyectos de la
ONG.
En algunos países la ONG ha tenido que suspender los
programas que estaba desarrollando y en otros muchos será necesario
poner en marcha programas específicos de emergencia que permitan dar una
respuesta inmediata a las necesidades más acuciantes de la población y
hacer frente al impacto que esta crisis pueda tener. «Pero, lo
principal, ahora, es escuchar a los socios locales y ser ágiles en la
respuesta a las solicitudes que nos hagan llegar, que pueden ir desde la
prevención de los contagios, hasta la provisión de equipamientos
médicos para centros de salud o alimentos y kits de higiene, para
poblaciones muy empobrecidas», afirma Isabel Vogel.
CAMINEO.INFO.-