El nuevo presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, Alfonso Bullón de Mendoza, anuncia que
abrirá las puertas de la asociación a los jóvenes
y expandirá la presencia de esta institución a todas las diócesis
españolas para impulsar una mayor participación de los católicos en la
vida pública
Solo unos minutos después de que el PP eligiera a Pablo Casado, la
Asociación Católica de Propagandistas optaba el sábado por
Alfonso Bullón de Mendoza (Madrid, 1963). El hasta ahora director del
Instituto CEU de Estudios Históricos estará al frente de una gran obra
educativa que conoce de primera mano, ya que ha sido rector de la
Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia y de la CEU San Pablo de
Madrid. Ha publicado un centenar de publicaciones, es experto en
carlismo y II República, y académico correspondiente de las reales
academias de la Historia española y portuguesa.
Más allá de las bromas entre los propagandistas por los
paralelismos con el PP, han triunfado las dos candidaturas que ponían el
acento en los principios y no en la gestión.
Sí, entiendo que se puede trazar algún paralelismo. La ACdP quizá ha
vivido en los últimos años un cierto retraimiento con respecto a su
carisma: impulsar la presencia de los católicos en la vida pública.
Quizá hemos estado muy centrados en el funcionamiento de las obras.
Ha anunciado un tema nacional, un debate abierto a todos
los propagandistas para replantear el papel de la asociación. ¿En qué
consiste esta idea?
Tenemos más de 100 años de antigüedad, han cambiado mucho tanto la
sociedad como la propia ACdP, y es momento de hacernos un
replanteamiento profundo. Sin dejar de dedicar quizá otro tema nacional a
un asunto actual como la libertad de educación, que ahora está sobre la
mesa y afecta de lleno a nuestra institución, con sus tres
universidades, una decena de colegios, varios colegios universitarios…
Haremos primero un estudio, pero con una dimensión muy práctica: los
propagandistas siempre hemos sido gentes que se forman para la acción,
no solo para saber mucho.
¿Qué harán si se movilizan las familias y las escuelas católicas?
Estaremos involucrados y apoyaremos, por supuesto.
Desde hace años, si no décadas, se habla de fortalecer
la identidad de la ACdP frente a sus obras, que a veces terminan
eclipsándola.
Lo que tiene que quedar muy claro es que las obras son medios de
evangelización. Y entonces todo lo demás estará claro. Para alcanzar
este objetivo tenemos pendiente la renovación de nuestro modelo
educativo. Hace unos 20 años, plasmamos una propuesta de universidad, a
partir de una nítida pertenencia a la ACdP y del tipo de alumnos que
queremos formar: no solo buenos profesionales, sino personas, algo muy
presente en el pensamiento del padre Ayala.
¿Potenciar las humanidades?
Lo que planteamos hace 20 años fue dedicar el 10 % de la carga de
cualquier titulación a asignaturas humanísticas. Cambió la legislación y
tuvimos que amoldarnos. Pero las humanidades son fundamentales y
debemos reforzarlas. Por ahí van hoy las tendencias en países como EE.
UU., donde el primer ciclo de las grandes universidades suele ser de
carácter general, y luego el alumno se especializa, pero lo primero es
amueblar bien su cabeza.
¿Cómo ve la aportación específica de la ACdP a la misión de la Iglesia?
Fundamentalmente, impulsar la participación en la vida pública, ya
sea en los medios de comunicación y en la cultura, o a través de la
preparación de personas para la participación en la política. Un
ejemplo: en la II República había diputados miembros de la ACdP en
partidos muy diversos, desde los nacionalistas vascos y catalanes, a los
carlistas, la Ceda o los monárquicos de Renovación Española. En muchos
temas pensaban de forma muy distinta, pero cuando se trataban en las
Cortes temas relacionados con la doctrina social de la Iglesia, actuaban
de forma unánime. Para lograr eso hoy, se necesitaría formar a los
católicos que van a participar en política.
¿Va en esa línea su propuesta de una Escuela de Liderazgos Públicos?
Efectivamente. Queremos recuperar la Escuela de Ciudadanía Cristiana
que puso en funcionamiento el padre Ayala, para que ofrezca una buena
formación para la participación en la vida pública, ya sea desde el
punto de vista teórico-conceptual, o el instrumental, con aspectos como
la expresión oral y escrita.
¿Una escuela abierta a todos los católicos?
Todos los católicos que quieran formarse con nosotros, bienvenidos
sean. Es propia de la ACdP la formación, tanto la que se ofrece en los
centros educativos, como la específica para temas concretos de la vida
pública.
¿Y unido a esto está su proyecto de una mayor presencia en las diócesis?
La idea es volver a la implantación que la ACdP tuvo en tiempos en
todas las diócesis españolas. En los últimos años ha habido una
expansión de las obras, pero no de la propia ACdP.
También ha subrayado usted el reto generacional.
La ACdP se ha ido envejeciendo. Muchas veces se ha interpretado que
quien entraba era la persona que tenía ya su carrera profesional hecha:
el catedrático, el abogado del Estado… Pero cuando se crea la ACdP la
llamada del padre Ayala se dirige fundamentalmente a los jóvenes. Esto
es algo que se ha ido dejando en un segundo plano y que es absolutamente
necesario revitalizar.