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La Iglesia debe salir a las encrucijadas y conflictos de una humanidad dividida

Tue, 25 Nov 2014 14:04:00
 

"Los cristianos hemos de vivir nuestra vida bautismal exhalando el buen olor de Dios"

En la diócesis de Plasencia, el pasado 6 de noviembre arrancó el curso de la Formación Permanente para el Clero con una charla sobre la Misión. La publicación quincenal de la diócesis Iglesia en Plasencia entrevista a Roberto Calvo Pérez, Doctor en Teología,Profesor de Teología Pastoral.

–¿Por qué habla sobre el tema "De la Misión de la Trinidad a la Misión de la Iglesia"?

–A menudo los cristianos olvidamos lo más importante de nuestra fe. Esto no es sino que nuestro Dios es comunión de vida y amor. Es un Dios único, pero no un Dios solitario. Desde ahí es comprensible que del profundo amor que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu haya surgido todo lo creado, de manera especial las personas humanas, quienes llevamos en nuestra identidad la imagen y semejanza de este Dios-Amar. Ahí radica la clave, lo específico y genuino de la fe cristiana.

–¿Piensa que es necesaria esa Misión en la Iglesia?

–Este Dios-Trinidad, por ser amor comunicativo y eterno, se ha ido manifestando a lo largo de la historia. El Padre, en cuanto amor originario,  ha extendido sus dos manos –el Hijo y al Espíritu, como decía el pensador cristiano de los primeros siglos Ireneo de Lyón, para abrazar al mundo. Y desde esta metáfora podemos entender cómo es nuestro Dios que desea continuamente abrazar a todas las personas y todo lo creado. Por ello es fácil comprender que si Dios, por las misiones o envío del Hijo y del Espíritu, anhela esto, la Iglesia (y me refiero a todos los bautizados) hemos de sentirnos la prolongación de "las manos de Dios" para que nosotros mismos y nuestros conciudadanos puedan seguir experimentando la ternura de Dios manifestada de múltiples formas.

–¿Por qué dice que Jesús es el misionero por antonomasia?

–El Hijo, desde su encarnación, aparece así. Renuncia a la gloria de la divinidad para asumir la experiencia humana, entrando en lo desconocido, superando la más radical de las barreras y de las fronteras. Este envío/salida del Hijo vive del horizonte universal que caracteriza la iniciativa inicial de Dios. Su camino a través del tiempo (desde el anuncio del Reino hasta la entrega final en la cruz) muestra el dinamismo de la superación de todas las barreras y de la entrega a favor de todos los hombres (a partir de los más necesitados, sean los pobres y sufrientes, sean los pecadores y los opuestos a Dios). Por ello es el primer misionero y la referencia constante de todos los bautizados. Y de manera peculiar, de los misioneros y misioneras que van a otras latitudes y contextos. Ellos tratan de, como se dice en la Primera Carta de Juan, que "lo que hemos visto y experimentado os lo comunicamos… para que vuestra alegría sea perfecta".

–Para que la Misión sea efectiva, ¿hay que tener en cuenta al Espíritu Santo?

–El Espíritu aparece desde los orígenes de la creación, acompañando al pueblo de Israel, en la vida itinerante de Jesús. Pero su dinamismo misionero se manifiesta sobre todo en el devenir de la Iglesia desde sus orígenes. Pentecostés es el acontecimiento en el que se muestra de modo más esplendoroso el modo de ser propio del Espíritu: los apóstoles hablan de las maravillas de Dios y todos (allí Lucas sitúa a todas las razas y culturas conocidas) pueden experimentar la salvación de Dios. El Espíritu es co-fundador de la Iglesia. Ésta, sobre la raíz del grupo de los Doce, nace en el seno de la alegría pascual, del encuentro con el Resucitado, tal como se celebra y vive en el cenáculo. Pero el cenáculo no es el futuro de la Iglesia. En tal caso podría caer en el narcisismo sectario. La Iglesia debe salir al exterior, a lo desconocido, a las encrucijadas y conflictos de una humanidad dividida. La fuerza de esa salida es fruto y acción del Espíritu, que quiere ampliar su morada entre todos los pueblos. La Iglesia que sale del cenáculo se confronta con toda la amplitud de su misión, con la infinidad de caminos que debe recorrer, con las numerosas orillas que debe cruzar.

–¿Cómo deben actuar como misioneros hoy los cristianos?

–¿Por qué canta el pájaro? ¿Por qué la rosa muestra su belleza y exhala su buen olor? Los cristianos hemos de vivir nuestra vida bautismal exhalando el buen olor de Dios desde el testimonio de amor, justicia y solidaridad en las pequeñas y grandes causas de la humanidad. Hemos de cantar las maravillas evangélicas de Dios de palabra y de obra. Ser cristiano es vivir la alegría y el sufrimiento, las esperanzas y desilusiones, la fe y el amor en la vida cotidiana desde los criterios evangélicos. En el mundo hay trigo y cizaña… el Espíritu nos ayuda a distinguirlo para poder ofrecer eclesialmente un estilo de vida nuevo que, sin amenazas ni miedos, pueda hacer del mundo Reino de justicia, paz y amor.







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