La celebración más importante de nuestra fe es
el Triduo Pascual, que es cúlmen del año litúrgico porque consiste en celebrar
que Cristo, muriendo, destruyó la muerte, y que resucitando, restauró la vida.
La celebración del Triduo Pascual de
la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo inicia con la Misa vespertina de la
Cena del Señor, el Jueves Santo; alcanza su cima en la Vigilia Pascual, la
noche del Sábado Santo; y concluye con las vísperas del Domingo de Pascua. De esta
manera la Pascua, que comprende tanto las partes sombrías como las brillantes
del misterio salvífico de Cristo, se celebran durante tres días en el que cada
día ilustra una parte y juntos forman un todo. Cada uno de estos días es en sí
completo, pero debe ser visto en relación con los otros dos días.
Con
respecto al Jueves Santo, fray Cirilona expresa que “La humildad llama a
la humildad, el modelo motiva a los imitadores, el testimonio exhorta al
servicio. ‘Ustedes harán cosas mas grandes que yo’ es la promesa de Jesús para
con sus discípulos y quienes lo sigan. ¡Abruma pensar hacer algo que se iguale
a lo que Él hizo, indecible pensar hacer cosas mas grandes! Sin embargo, quien
lo prometió es el fiel por excelencia y la historia de la Iglesia
constantemente en todo el mundo sobre el cumplimiento de dicha promesa. Nuestro
Señor guió a los doce y los condujo a la casa para lavarles los pies. Les
asigno lugares como herederos, luego se levantó para servirlos como amigo.
Vertió la benéfica agua y llevó el recipiente, tomo un lienzo y se lo ajustó a
la cintura...” (Himno sobre el lavatorio de pies).
En referencia
al Viernes Santo, san Juan Crisóstomo sostiene: “Hoy, nuestro Señor Jesucristo
está en la cruz y hacemos una fiesta, para que comprendas que la cruz es una
fiesta y una celebración espiritual. Antes, sí, la cruz significaba desprecio,
pero hoy la cruz es objeto de veneración. Antes era símbolo de condena, hoy es
esperanza de salvación. En verdad, se ha convertido en fuente de infinitos
bienes; nos liberó del error, erradicó nuestras tinieblas, nos reconcilió con
Dios; de enemigos de Dios nos ha hecho sus familiares, de extranjeros nos hizo
sus vecinos: esta cruz es la destrucción del rencor, la fuente de la paz, el
cofre de nuestro tesoro. Gracias a la cruz hemos dejado de vagar por el
desierto, porque hemos encontrado el camino correcto; no estamos fuera del
Reino, porque hemos encontrado la puerta; ya no tememos las flechas de fuego
del diablo, porque hemos visto dónde está el manantial. Gracias a la cruz no
existe ya la viudez, tenemos esposo; ya no tememos a los lobos, tenemos al buen
pastor. Gracias a la cruz ya no tenemos miedo del tirano, estamos al lado del
Rey” (discursos sobre la cruz).
Para meditar
en la Vigilia Pascual, la noche del Sábado Santo, san Agustín explica: “Indudablemente
se comprende que esta noche está en función del día siguiente, que llamamos del
Señor. De cualquier forma, debió resucitar durante la noche porque con su resurrección
disipó nuestras tinieblas; en efecto, no fue en vano que se le cantara desde
mucho tiempo antes: -Iluminarás mi lámpara, Señor, ¡Oh! Dios mío, disiparás mis
tinieblas. Por ello, nuestra devoción recomienda este gran misterio, para que
así como su resurrección, nuestra fe reafirmada sea vigilante, y así también
nuestra vigilia y esta noche iluminada, resplandezcan para que con la Iglesia,
difundida en todo el mundo, podamos pensar que no fuimos sorprendidos en la
noche. Son numerosos y admirables los pueblos que reunió por doquier esta
celebérrima solemnidad en nombre de Cristo; el sol desapareció, el día no se
alejó mientras tomaba posesión con el cielo brillante la resplandeciente
tierra. Sin embargo, si alguien desea buscar las causas de esta gran vigilia,
puede encontrarlas fácilmente y responder con fidelidad. Ciertamente aquel, que
nos dio la gloria de su nombre, iluminó esta noche, y le decimos: -Tú disiparás
mis tinieblas, concede la luz a nuestros ojos, para que así como vemos este
esplendor de luces con ojos radiantes, así veamos con la mente iluminada el
motivo de una noche tan resplandeciente” (Discurso Guelferbytanus 5).
La celebración del Triduo Pascual no
invita a que suframos lo que Cristo sufrió sino a que reconozcamos el altísimo
valor de nuestra redención. Como el esclavo por quien había que pagar su precio
para liberarlo, así Cristo en la cruz, más que un doloroso recuerdo de lo mucho
que sufrió por nosotros, es el intercambio de su propia vida con la que paga el
precio de nuesttra libertad.