Cualquiera de los dos era inconveniente para México, pero quedó el patiño. ¿Quién iba a decirlo…? aunque las esperanzas de los migrantes mexicanos en los Estados Unidos se fincaron en que él no llegara a la presidencia.
Los vecinos del país del norte han manifestado su opción por el gobernante que prefieren; para eso es la democracia, y aunque todo apuntaba a que Hillary Clinton sería encumbrada en la cúspide del poder mundano, el resultado es que el victorioso ganador es Donald Trump, el mismo que vino a México como candidato para confirmar que construiría su muro fronterizo con cargo a la economía mexicana.
De que su muro lo va a construir, de eso podemos estar ciertos; no va a gobernar sin dar cumplimiento a esta promesa de su campaña, la que le confirió prestigio entre los suyos aunque repudio entre los nuestros.
Pero queda un consuelo, que no es menor. Se trata del alivio que viene con la derrota electoral de la mafia iluminista integrada por diversos grupos y sociedades secretas que se han infiltrado en las instituciones de poder norteamericanas, grupos constituidos por unas cuantas familias de banqueros, industriales y comerciantes que se reúnen en logias secretas y poderosas, carentes de moral y de principios cristianos y caracterizados por un total desprecio hacia la vida humana.
La mafia iluminista se ha dado a conocer por las acciones visibles de las conspiraciones de sus diversos grupos: derrocar gobiernos extranjeros, fomentar deuda externa, fabricar armamentos, inventar guerras, financiar gobiernos corruptos, colapsar economías, financiar y armar a grupos terroristas, inventarse enemigos mundiales y calumniar o asesinar a gobernantes que han cortado sus hilos de poder, tal como lo hicieron con sus presidentes Richard Nixon y John F. Kennedy.
La derrotada Clinton era la candidata formada y preparada para coronarla en el trono de este poder -el peor que el mundo ha conocido- un poder obtenido y sostenido por medio de rituales satánicos implementados en esas sociedades secretas y perpetrados en sus reuniones, de sacrificios de vidas humanas consumados en cada uno de los abortos promovidos por ellos mismos con su poder económico y global en su propio y en otros países, y con la creación de grupos persecutores de cristianos en Oriente medio y en otras regiones del mundo, como lo es Daesh.
El victorioso Trump, en cambio, ha sido coronado por una sociedad que está harta de ver morir a sus hijos en estúpidas guerras lanzadas contra enemigos artificiales, de ver sus impuestos entregados como fondos para promover instituciones de caníbales como Planned Parenthood, de mantener el valor de su moneda a través de una economía de guerra y de estupidizar a su juventud con drogas y pornografía.
El presidente electo de Estados Unidos es racista, ya lo dio a entender; desprecia a los mexicanos, ya lo dijo; pero también presentó una postura alejada de un progresismo que prometió fomentar su contrincante en la campaña.
Ahora, el sentimiento generalizado de los mexicanos es que ha llegado a gobernar a Estados Unidos el peor enemigo de México. No es así, los verdaderos enemigos de la humanidad no dan la cara, conspiran en lo secreto, en lo oscuro, son los hijos de las tinieblas, como lamentablemente expresa el Evangelio: “los hijos de este mundo son más sagaces con los de su clase que los hijos de la luz” (Lc 16,8).
¿Qué hemos de hacer ahora en este lado de la frontera? Primero: aceptar que la solución a la carencia de puestos laborales no está fuera de nuestro territorio, pues aunque los migrantes mexicanos buscaron un asilo por hambre o por inseguridad, la solución permanente no debe estar en otro país sino en el propio. Segundo: dejar de lado políticas progresistas que han querido traer a México gobernantes irresponsables que promueven la legalización de las drogas, la muerte de inocentes en abortos y la decadencia moral y social. Tercero: obligar de una buena vez a cada una y a todas las autoridades nacionales a cumplir con su deber de gobernar en el servicio a la nación y no a sus propios intereses.
Ese muro que se levantará en nuestra frontera hemos de aprovecharlo para poner fin al tráfico de drogas y de personas, al crimen organizado y desorganizado, a la decadencia moral y a la degradación social.
La economía mexicana no ha de debilitarse, con empeño la hemos de fortalecer, y a partir de ahora tendremos una respuesta automática toda vez que el país del norte pretenda influir en la economía, en el gobierno y en la moral de los mexicanos: -Ustedes eligieron a Donald Trump, ustedes quisieron quedar aislados de nosotros.