La XIV Asamblea General del Sínodo de la Familia, que con el tema "La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo" se desarrolla del 4 al 25 de octubre, ensombrecido por serios prolegómenos que vaticinaron divisiones al interno de la Iglesia, apenas días antes de su inicio tuvo tres horrorosos telones que antecedieron su apertura.
El primero, la bomba que detonó el cardenal Godfred Danneels cuando en la última semana de septiembre acusó desde Bruselas la existencia de un grupo de cardenales que desde 1996 se confabularon para controlar la sucesión de Juan Pablo II e impedir la elección del cardenal Joseph Ratzinger, y denunció que este grupo -además de él mismo- lo integraban los cardenales italianos Carlo María Martini (fallecido en 2012) y Achille Silvestrini, los alemanes Walter Kasper y Karl Lehman, el británico Basil Hume (fallecido en 1999) y el holandés Adriaan Van Luyn.
El segundo, el explosivo anuncio de monseñor Krzystof Charamsa -Vicesecretario de la Comisión Teológica Internacional- en el que se declara homosexual y explica que desde hace años convive y cohabita con su novio. A este suceso, el Padre Federico Lombardi, Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el día 3 de octubre lo calificó de "un gesto grave tendente a someter a la Asamblea sinodal sobre la Familia a una presión mediática injustificada" y agregó que "monseñor Charamsa no podrá seguir desempeñando las tareas precedentes en la Congregación para la Doctrina de la Fe y las universidades pontificias".
El tercero, el proyectil que lanzó el obispo de Saltillo, Raúl Vera, antrincherado en el evento Ways of Love, organizado por grupos promotores de matrimonios homosexuales, cuando en una conferencia, el mismo sábado 3 de octubre, en el Centro Santa Teresa Couderc, de Roma, aseguró a los presentes que "el Papa Francisco los necesita" porque "son los salvadores de la Iglesia" y añadió que "el Santo Padre ha tirado la doctrina (sobre la homosexualidad) y ha recuperado el Evangelio del amor y la misericordia" en relación a los matrimonios homosexuales.
Lo que estos tres telones dejan ver es a un grupo de homosexuales que, una vez enquistados en la Iglesia, y ahora anhelantes de poder, agazapados en su Lobby Gay le declaran la guerra al Papa y al Sínodo a fin de que sea liberado de toda culpa el ejercicio de la sexualidad entre dos hombres, entre dos mujeres y entre lo que pretendan añadir después. ¿Quién los activó? Evidentemente otros prelados homosexuales enquistados en cargos más altos.
Las imágenes que han presentado los medios son, a todas luces, un escenario preparado, pues Krzystof Charamsa aparece vistiendo el traje negro de clérigo con el tradicional alzacuellos que identifica el ministerio sacerdotal junto a su acompañante de intimidad, ambos posando para lucir su relación. Una imagen capturada por un fotógrafo con iluminación profesional y hasta con maquillistas. ¿Con esto pretendía la pareja homosexual el reconocimiento de la Iglesia? Por supuesto que no. La pretensión era lucirse para amedrentar a los padres sinodales.
Ya desde el inicio de su pontificado, en el vuelo apostólico de Brasil a Roma, el 28 de julio de 2013, Francisco había expresado: "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?". Aquellas palabras fueron recibidas con entusiasmo por los homosexuales, aunque pasó someramente inadvertido el señalamiento al grupo homosexual atrincherado al interior de la Iglesia cuando explicó que "el problema no es tener tendencia" paraindicar que "el problema es hacer un lobby".
A todo este prolegómeno del Sínodo se le añade que el Papa desea que los divorciados vueltos a casar puedan recibir el sacramento de la eucaristía, como lo mencionó en el mismo vuelo apostólico de Brasil a Roma al afirmar que "los ortodoxos tienen una praxis diferente. Ellos dan una segunda oportunidad, lo permiten. Este problema se debe estudiar en el marco de la pastoral matrimonial".
Al cabo de dos años marcados por expectativas de homosexuales y de divorciados, finalmente arrancó el desarrollo del Sínodo. Es evidente que no surgirán divisiones al interior de los trabajos sinodales, pues la división surgió desde antes de que el Sínodo comenzara, como lo hizo notar el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, presidente protémpore del Sínodo, durante una reflexión que dirigió a los padres sinodales: "Nos entristece escuchar cómo el mundo ha enfocado este Sínodo pensando que venimos como dos bandos opuestos a defender posiciones irreductibles". Pues así es, precisamente, como arrancó el Sínodo, como se ha desarrollado y como concluirá, con dos bandos opuestos en un enfrentamiento que comenzó tiempo atrás…