Se percibe un ambiente denso acompañado de una expectativa con la mirada puesta en el próximo mes de octubre cuando concluirán los trabajos del Sínodo de los Obispos con el tema central de la Familia humana.
Esta densidad, que se percibe en ambientes familiares y eclesiales, obedece al temor de que se levante la prohibición de recibir el sacramento eucarístico a las parejas irregulares que se han unido sin el sacramento del matrimonio.
Estos temores -no infundados- los confirma la entrevista que el periódico L'Osservatore Romano sostuvo con el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los obispos, el 10 de julio de 2014, en la que se le pregunta: "El Papa Francisco destacó, en más de una ocasión, el riesgo de que la opinión pública sea orientada a considerar el Sínodo como un debate sobre los divorciados y los vueltos a casar. ¿Qué se puede hacer para volver a conducir todo hacia la óptica justa?" a lo que el cardenal Baldisseri responde: "En la misma entrevista, el periódico oficioso de la Santa Sede explica que "Es como si se hubiera delineado la imagen tipo de la familia, con todas sus luces y todas sus sombras, preparada para ser retocada de modo tal que pueda entrar por derecho entre los tesoros que se deben defender a nivel universal, como patrimonio de la humanidad. Es el contenido del Instrumentum laboris, el documento que los padres sinodales utilizarán en la próxima asamblea extraordinaria de octubre. Les toca a ellos vislumbrar las luces y las sombras, las figuras poco nítidas, las imperfecciones, los retoques por hacer. Les toca a ellos enfocar las luces sobre las problemáticas actuales, sin dejarse condicionar por la presión mediática al privilegiar algunos aspectos en relación a otros. El trabajo que les espera es significativo, las expectativas también, porque la Iglesia, pero incluso las demás religiones, los Estados y las sociedades esperan respuestas sobre el tema de la familia".
Por su parte, el papa Francisco ha tenido expresiones frecuentes que hacen ver su gran deseo de "ha crecido mucho la conciencia de que es necesaria una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, a los bautizados que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental. En efecto, estas personas no son de hecho excomulgadas, no están excomulgados, y no deben ser absolutamente tratadas como tales: ellas forman parte siempre de la Iglesia. De ahí la reiterada invitación de los Pastores a manifestar abiertamente y coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acogerlos y a animarlos, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo, y a la Iglesia: con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la frecuencia a la liturgia, con la educación cristiana de los hijos, con la caridad y el servicio a los pobres, con el compromiso por la justicia y la paz".
Sí, con todas esas vivencias y manifestaciones de fe, pero no con la comunión eucarística. Es evidente que aunque el papa Francisco tenga buena disposición pastoral, caritativa y piadosa, en verdad no es posible "sacramentalizar" cualquier tipo de unión conyugal liberando la prohibición de recibir la eucaristía a parejas de divorciados vueltos a casar, pues la prohibición vigente se deriva de la Palabra de Dios cuando Jesús mismo establece: "Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio"(Mc 10, 11-12).
Y… como el ministerio -incluido el ministerio petrino- está al servicio de la Palabra, y no la Palabra al servicio del ministerio, es por ello que se percibe tanta densidad en el ambiente previo al Sínodo.