En Roma existen más de 900 iglesias de las que más de 250 están dedicadas a la Virgen María. Once de estas iglesias resguardan en su interior los once iconos marianos bizantinos más antiguos de la Ciudad Eterna.
Los iconos marianos surgieron tras el concilio de Efeso del año 431 a partir de que la Virgen María comenzó a ser representada en la iconografía cristiana desde el siglo V en el pueblo bizantino griego y luego en Rusia.
Las características de estos iconos, en los que la Virgen aparece hierática y majestuosa, cubierta de un manto omophorion y con su divino hijo en brazos, se relacionan con su lugar de origen de veneración, con temas escriturísticos o referentes a festividades. Así fue como surgieron las diversas advocaciones marianas de oriente, que superando a las de occidente, se clasificaron en cuatro grupos de iconos bizantinos marianos: Theotokos, Eleousa, Hodigitria y Platytera.
La Theotokos -del griego "Madre de Dios" o "La que da a luz a Dios"- se presenta sedente con el Niño Jesús en su regazo, mirando ambos hacia el frente. El omophorion luce tres estrellas, una en cada hombro y otra en su frente, símbolos de la santísima Trinidad que además refieren su virginidad perpetua antes, durante y después del parto. La Theotokos dio origen al icono del arte románico de la Maiestas o Majestad de María.
La Eleousa -del griego "Ternura"- conocida también como Glykophilousa, de origen cristiano Copto, presenta la íntima relación entre Jesús y María y el vínculo que los une como madre e hijo. María sostiene al Niño mientras él le acaricia el rostro y rodea su cuello o su hombro con al menos uno de sus brazos. Este tipo de icono representa a la Iglesia porque muestra el amor entre Dios y el hombre al tiempo que presenta a María como Madre de la Iglesia.
La Hodigitria -del griego "La que muestra el camino"- presenta a María con el Niño Jesús en sus brazos mientras lo señala indicando que Él es la Verdad. El Niño suele sostener un pergamino con el texto del Evangelio: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". El color rojizo del omophorion de la Virgen es símbolo de realeza en tanto que Jesús viste en colores blanco, símbolo de pureza, y naranja, que representa la verdad y el fuego del Espíritu Santo.
La Platytera -del griego "La Señal"- muestra a la Virgen de frente, sentada o de pie, en actitud orante, con su mirada que va más allá del espectador mientras su hijo, sentado sobre su regazo, nos bendice con la mano. La expresión del Niño Jesús suele ser de adulto para indicar que será el Salvador. Algunos de estos iconos, conocidos como "La Virgen Sagrario" presentan un medallón con el Niño Jesús, colocado sobre el seno de su Madre, en alusión a su alumbramiento.
Algunos iconos contienen en su entorno las letras IC o XC, que significan Jesucristo; o MP y OY, que son símbolos de la Madre de Dios.
Los once iconos marianos más antiguos de Roma, venerados en once iglesias, son: "María, Madre de la Verdad", del siglo XIII, en la basílica de los santos Cosme y Damían, junto al Foro Romano; "Virgen María del Pueblo", del siglo XIII, en la basílica de Santa María, en Plaza del Pópolo; "Virgen de la Clemencia", una theotokos del siglo VI, en la basílica de Santa María, en Plaza Trastevere; "Virgen de la Intercesión", del siglo XII, en la basílica de los santos Bonifacio y Alessio, en el Aventino; "María Fuente de Luz y Estrella del mar", del siglo XII, en la basílica de Santa María in Via Lata, en Via del Corso; "La Madre que muestra el camino", del siglo XIII, elaborada en mosaicos, en la basílica de san Pablo, en Via Ostiense; "Santa María in Aracoeli", del siglo XI, en la basílica de Santa María, en la colina Capitolina del Campidoglio; "Salus populi Romani", una hodigitria de tiempos de los primeros cristianos, en la basílica de Santa María Mayor; "Virgen de la Ternura" o "Virgen del Foro", una glykophilousa del siglo V -el icono mariano más antiguo de Roma- en la basílica de Santa Francesca Romana, en el Foro Romano; "Virgen del Rosario" de San Sisto, del siglo VI, en la capilla del convento de las monjas dominicas, en el Monte Mario; y una escultura en madera, del siglo XIII, en la basílica de san Juan de Letrán.
Son tan hermosamente expresivos estos iconos marianos que ameritan viajar a Roma sólo para admirar la belleza de la Virgen María y venerarla en cada uno de ellos.