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Ver y Creer: “Año indulgente de la Fe”

Fri, 17 Aug 2012 17:03:00

El 28 de junio de 2008, a fin de celebrar el bi-milenario del nacimiento de san Pablo, apóstol de los gentiles, el papa Benedicto XVI dio inicio al "Año Paulino" y concedió el don de la Indulgencia Plenaria para todo aquel que participara en una función sagrada dedicada a san Pablo.

El viernes 19 de junio de 2009, con ocasión del 150 aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars, el Papa inauguró un "Año Santo Sacerdotal" y concedió Indulgencia Plenaria a todo aquel que rezara por los sacerdotes.

El 28 de agosto de 2009 dio inicio el "Año Santo Celestiniano", también proclamado por Benedicto XVI, con motivo del aniversario 715 del rito conocido como Perdonanza, la indulgencia plenaria perpetua que el Papa Celestino V concedió a todos los fieles, la misma noche de su coronación al pontificado, el 5 de julio de 1294. Este gesto de su sucesor, Benedicto XVI, fue recibido como una muestra de afecto hacia el único papa que ha abdicado -cosa que tuvo que hacer movido por su sencillez, por su inclinación a la vida monacal y por las constantes y muchas presiones a las que fue sometido-.

El 11 de octubre de 2012 comienza, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II, el "Año de la Fe", que se extenderá hasta el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey del Universo. El Santo Padre quiere motivar, con esto, a que los creyentes dirijamos nuestra atención hacia todo aquello que nos hace creer, hacia nuestra Fe. Así que también puede ser vivido como si fuese un Año del Credo, el rezo que resume y proclama la fe de la Iglesia, la fe que nos gloriamos de profesar en Jesucristo nuestro Señor.

Somos muchos los que suponemos y esperamos que el papa vuelva a conceder el anhelado don de la Indulgencia Plenaria con esta feliz ocasión. No vemos razón alguna para que no sea así, tanto más considerando la indicación del Santo Padre cuando se refirió al año de la Fe como un "momento de gracia y de compromiso por una cada vez más plena conversión a Dios, para reforzar nuestra fe en Él y para anunciarlo con gozo al hombre de nuestro tiempo".

La Indulgencia es un don, es decir, un obsequio que procede de la gratuidad, de la gracia de Dios, pues "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". Esto es lo que Él quiere; bien lo sabemos a partir de esta expresión de san Juan Evangelista, pero, acaso ¿todos los hombres quieren salvarse? No siempre es así, pero sin embargo de esa impiedad, Dios no cambia, no se "no se muda" -como sostiene santa Teresa de Jesús- y porque su misericordia es infinita, a la vez que su justicia lo es, concede indulgencia divina a pesar de la culpa que el pecado ha dejado como una impronta indeleble en los pecadores.

En efecto, así como el buen juez es justo porque otorga a cada quien lo que le corresponde por sus acciones, así, ajeno a la culpa del acusado, nada obsta para que, movido por un corazón noble, pueda indultarlo, a pesar de sus agravios y librarlo del justo castigo.

Un caso de indulgencia bien presentado en la Biblia, lo encontramos en el juicio a Jesús por parte del prétor Poncio Pilato cuando, no encontrando acusaciones contundentes para determinar sentencia de culpabilidad, busca atraer al juicio un don que emana de la misericordia del César, quien, con ocasión de la celebración de la Pascua judía, a manera de un "obsequio" de gracia, libera a un delincuente; no porque sea inocente, sino porque César es providente. La indulgencia, pues, ya formaba parte de la jurisdicción romana. Sucede lo mismo cuando un Jefe de Estado solicita a otro Jefe de Estado que no se ejecute la sentencia de muerte dictada sobre un criminal, no porque sea inocente, sino porque en nombre de la indulgencia trata de mover su corazón hacia una piedad misericordiosa.

Pues bien, si puede hallarse indulgencia como consecuencia de buenos sentimientos de piedad en los seres humanos, tanto más se encuentra en Dios, cuya piedad es divina, y su perdón, infinitamente misericordioso.

En el sacramento de la Reconciliación se obtiene el perdón de los pecados cometidos, pero la culpa permanece formando parte de la historia personal. La Indulgencia, en cambio, concede la remisión de la pena temporal por el pecado ya perdonado. En otras palabras: es un "borrón y cuenta nueva" que libra del paso por el purgatorio.






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19-09-2012, Felicidades Santidad

Quiero felicitar a su Santidad Benedicto XVI, por su viaje al Líbano y por el Año de la Fe.
ME GUSTARÍA PIDIERAN EN ALGUAS mISAS POR MI HERMANA CON ALZEIMER Y POR MI

Alfonso

Alfonso1946Mixmail.com

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