La homilía del Papa Francisco en la solemnidad de María, Madre
de Dios (1-I-2022) es un buen comienzo del año. En la
escuela de María se aprende lo que todos necesitamos. Ella –como anticipo y
madre de la Iglesia, y a la vez como primera discípula– es modelo y
corazón del discernimiento cristiano y eclesial.
En el “escándalo del pesebre” (un comedero para animales),
María aprende que Dios quiere ser cercano y familiar; que viene en la pobreza y
trae la alegría y el amor, y no el miedo; y que se quiere hacer comida para
nosotros. Allí contempla la belleza de Dios acostado en un pesebre.
Mientras otros simplemente pasan y viven, y algunos “se asombran”, María “conservaba –guardaba,
custodiaba– todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19;
cf. también el v. 51).
Entrelazar los acontecimientos
Su actitud es la expresión de una fe madura y fecunda. Desde el
oscuro establo de Belén, ella da a luz la Luz de Dios en el mundo. Como en un
anticipo de lo que vendrá después, María pasa, ya ahora, por la cruz,
sin la cual no hay resurrección.
Y así, María –encuentra Francisco– nos ayuda a superar el choque entre
lo ideal y lo real. ¿Cómo? Custodiando y meditando. Cabría
decir, como hace luego el Papa, que esto sucede en el corazón y en la oración
de María: porque ama y reza, María, antes, durante y después de su oración, es
capaz de ver las cosas desde el punto de vista de Dios.
“En primer lugar, María custodia, es decir, no se dispersa. No rechaza lo que
sucede. Guarda todo en su corazón, todo lo que ha visto y oído. Las cosas
bonitas, como las que le había dicho el ángel y las que le habían contado los
pastores. Pero también las cosas difíciles de aceptar: el peligro de quedar
embarazada antes del matrimonio, ahora la estrechez desoladora del establo
donde dio a luz. Esto es lo que hace María: no selecciona, sino que
custodia. Acoge la realidad tal como viene, no trata de disfrazarla, de
maquillar su vida, la conserva en su corazón”
Y luego está la segunda actitud. ¿Cómo custodia María? Lo hace meditando,
entrelazando los acontecimientos:
“María compara diferentes experiencias, encontrando los hilos ocultos que las
unen. En su corazón, en su oración realiza esa operación
extraordinaria: une lo bello y lo feo; no los mantiene separados, sino que los
une”. Y por eso –deduce el Papa– María es la “Madre de la catolicidad”,
“porque une, no separa”. “Y así capta el sentido pleno, la
perspectiva de Dios”.
La mirada de las madres
Pues bien, “esa mirada inclusiva, que supera las tensiones guardando y
meditando en el corazón, es la mirada de las madres, que en las
tensiones no separan, las custodian y así crece la vida. Es la mirada con la
que tantas madres abrazan las situaciones de sus hijos. Es una mirada concreta,
que no se desanima, que no se paraliza ante los problemas, sino que los sitúa
en un horizonte más amplio”.
“Las madres –continúa– saben superar obstáculos y conflictos, saben infundir
paz. Así logran transformar la adversidad en oportunidades de renacimiento y
oportunidades de crecimiento. Lo hacen porque saben custodiar. Las
madres saben cómo proteger, saben cómo mantener unidos los hilos de la
vida, todos”.
Hoy necesitamos “personas que sean capaces de tejer hilos de comunión,
que contrasten los demasiados hilos de púas de las divisiones”. “Y eso las
madres saben hacerlo”
Insiste Francisco en la capacidad que tienen para esto las madres y las
mujeres: “Las madres, las mujeres miran el mundo no para explotarlo,
sino para que tenga vida: mirando con el corazón, logran mantener unidos
los sueños y la concreción, evitando la deriva del pragmatismo aséptico y la
abstracción”
Le gusta destacar que la Iglesia es madre y mujer. “Y la Iglesia es una madre,
es una madre así, la Iglesia es una mujer, es una mujer así”.
Y deduce como ha hecho en otras ocasiones, esta consecuencia, para la Iglesia:
“Por eso no podemos encontrar el lugar de la mujer en la Iglesia sin reflejarla
en ese corazón de mujer-madre. Ese es el lugar de la mujer en la Iglesia, el
gran lugar del que derivan otros más concretos, más secundarios. Pero la
Iglesia es madre, la Iglesia es mujer”.
Y termina con una exhortación para este nuevo año: “…que, mientras las
madres dan vida y las mujeres protegen el mundo,
trabajemos todos para promover a las madres y proteger a las mujeres”.