Dentro de su recién terminada catequesis
sobre la Carta a los Gálatas (del 23 de junio al 10 de noviembre de
este año 2021), el 13 de octubre el Papa Francisco dedicó su audiencia general
de los miércoles a un punto clave: "Somos libres porque hemos sido
liberados gratuitamente".
Esta exposición puede tomarse como representante de la entera catequesis de
estos meses, si bien se centró en las consecuencias, para todo pueblo y
cultura, de la libertad que Cristo nos ha obtenido.
Cuando los cristianos creemos que Cristo nos ha ganado la libertad y actuamos
en consecuencia, entonces vivimos lo que san Pablo llama "La fe que
obra por la caridad". (Ga 5, 6). Los fundamentalistas judaizantes que
se le oponían pensaban que Pablo se dejaba llevar por un "oportunismo
pastoral" (el querer agradar a todos). Pero él no quería hacer eso (cf. Ga
1, 10; 1 Ts 2, 5-5).
Lo que san Pablo predica, con el corazón inflamado por el amor de Cristo, nos
muestra adónde lleva la fe en relación con las culturas. La fe
cristiana no lleva a renunciar a las culturas o a las tradiciones de los
pueblos, sino a reconocer las semillas de verdad y de bien que
en ellas se contienen. Y así las abre al universalismo de la fe y las lleva a
plenitud.
Este fue el argumento que Francisco desarrolló para explicar la relación
entre el Evangelio y las culturas. Un tema que con frecuencia sale a
debate, también en la opinión pública, a propósito de la historia de la
evangelización.
El encuentro del Evangelio con las culturas
En la llamada a la libertad cristiana, decía el Papa, descubrimos el
verdadero sentido de la inculturación del Evangelio. ¿Cuál es ese verdadero
sentido? "Ser capaces de anunciar la Buena Noticia de Cristo
Salvador respetando lo que de bueno y verdadero existe en las culturas".
Así tiene lugar, o debe tener lugar, en efecto, el encuentro del
mensaje evangélico con las culturas, de modo que la fe cristiana las
ilumina, sana y eleva, sacando lo mejor de sí mismas de modo que puedan
ofrecerlo en intercambio de dones a las demás; a la vez que el mismo
mensaje se enriquece con las expresiones distintas de los pueblos. Por
eso evangelización e inculturación se requieren
mutuamente.
Sin embargo, observa Francisco, esto no es fácil. De hecho, surgen
las tentaciones de querer imponer el propio modelo cultural de modo uniforme.
El fundamento de esta inculturación del mensaje evangélico es el misterio de
Cristo que, como recuerda el Concilio Vaticano II, en su Encarnación se
ha unido con todo hombre (cf. Gaudium et spes, n. 22).
"Y eso quiere decir que no hay uniformidad, sino variedad, pero variedad
unida. De ahí deriva el deber de respetar la proveniencia cultural de
cada persona, incluyéndola en un espacio de libertad que no sea
restringido por alguna imposición de una sola cultura predominante" (*).
Catolicidad y cultura digital
Y apuntaba Francisco: "Este es el sentido de llamarnos católicos, de
hablar de Iglesia católica: no es una denominación sociológica para
distinguirnos de otros cristianos. Católico es un adjetivo que
significa universal: la catolicidad, la universalidad. Iglesia universal,
es decir católica, quiere decir que la Iglesia tiene en sí, en su naturaleza
misma, la apertura a todos los pueblos y culturas de todo tiempo, porque Cristo
ha nacido, muerto y resucitado por todos"
Finalmente, el Papa se planteaba qué significa esto en nuestro momento actual
de cultura tecnológica.
Vale la pena transcribir este entero párrafo. "La libertad de la
fe cristiana —la libertad cristiana— no indica una visión estática de la vida y
la cultura, sino una visión dinámica, una visión dinámica
también de la tradición. La tradición crece, pero siempre con la misma
naturaleza. Por tanto, no pretendamos tener posesión de la libertad. Hemos
recibido un don que custodiar. Y es más bien la libertad la que nos pide a cada
uno estar en constante camino, orientados hacia su plenitud. Es la condición de
peregrinos; es el estado de viandantes, en un continuo éxodo: liberados
de la esclavitud para caminar hacia la plenitud de la libertad. Y ese es el
gran don que nos ha dado Jesucristo. El Señor nos ha liberado de la esclavitud
gratuitamente y nos ha puesto en la senda para caminar con plena
libertad".
Así es. Y este sentido de la libertad como un "don dinámico"
que crece al abrirnos a los demás para servirles, anunciándoles el mensaje del
evangelio, puede ampliarse, de modo general y continuamente, a todo el
obrar del cristiano, obrar que corresponde a una fe que libera. Y se
despliega también en la sabiduría capaz de "inculturar" el
mensaje cristiano en nuestra cultura digital. La fe debe hacerse
cultura para ser plenamente acogida, totalmente pensada y fielmente vivida (cf. Juan Pablo
II, Carta por la que se constituye el Consejo pontificio de la cultura,
20-V-1982). Por tanto, la fe cristiana debe iluminar, sanar y elevar esta
cultura, destacando lo mejor que contenga y poniéndola en diálogo con otras
culturas.
Para eso es necesario conocer bien la cultura digital y saber situarla
en un contexto antropológico y ético; conocer el mensaje cristiano y sus
implicaciones, tanto personales como sociales y culturales; y saber poner,
desde el centro del mensaje del evangelio, a esta cultura digital en diálogo
con las propias de nuestros pueblos y culturas. Todo un reto.
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(*) A propósito de este tema, ver también el videomensaje del Papa Francisco a
la plenaria del Pontificio Consejo de la Cultura, en su reunión sobre "El
humanismo necesario" (23-XI-2021).