Al comienzo
del proceso sinodal, que tiene como tema “Por una Iglesia sinodal: comunión,
participación, misión” (2021-2023), el Papa Francisco ha tenido tres
intervenciones: con
los fieles de Roma
(18-IX-2021, una reflexión
al inicio del camino sinodal (9-X-2021) y una homilía
en la Misa de apertura del sínodo (10-X-2021). En ellas ha aportado luces para este
proceso sinodal singular, que nos lleva a caminar mejor con la Iglesia según
las orientaciones del actual pontificado. Vale la pena detenernos en esas
orientaciones y sus motivos.
¿Qué significan
"sínodo" y "sinodalidad"?
1. En su
discurso a los fieles de Roma, Francisco explicó que la sinodalidad, es
decir la participación de todos y a partir de la Iglesia local, es expresión
de la naturaleza de la Iglesia, de su estilo y de su misión. Ya desde los
primeros cristianos existía este sentido de “sínodo” (caminar juntos) en
la vida de la Iglesia. Todos los fieles sostenían a la autoridad desde la vida
y a su discernimiento sobre lo que era mejor hacer, mantener o evitar. El
Espíritu Santo asistía a cada uno según su condición y ayudaba a comprender y
tomar decisiones a los apóstoles.
La participación en la vida de la Iglesia lleva, en efecto, a sentirse
responsables de la institución eclesial, divina y la vez humana y social,
cada uno según su condición y vocación, para el bien de la misión
evangelizadora. Es una manifestación más de la “cooperación orgánica”
entre pastores y fieles que caracteriza la vida de la Iglesia según el sentir
del Concilio Vaticano II.
Se trata de contar con todos,
como subrayan los documentos para orientar el proceso sinodal (el Documento
preparatorio y el Vademecum). Señala el Papa: “Si no incluimos a los
miserables –entre comillas– de la sociedad, a los descartados, nunca podremos
hacernos cargo de nuestras miserias”. Francisco insiste para que todos tomemos
en serio el sínodo, sin dejar a nadie fuera o atrás.
Claves, riesgos y oportunidades
2. Más
adelante, en su Discurso de inauguración del proceso sinodal (9-X-2021)
Francisco ha señalado claves, riesgos y oportunidades en este proceso
sinodal
En primer lugar, tres claves. La comunión expresa la
naturaleza de la Iglesia. La misión, su tarea de anunciar el
Reino de Dios, del que es germen y semilla. Según san Pablo VI, “dos líneas
maestras enunciadas por el concilio”. Clausurando el sínodo de 1985 san Juan
Pablo II expresó la conveniencia de que se celebraran en la Iglesia sínodos que
estuvieran preparados desde las Iglesias locales con la participación
de todos (cf. Discurso en la clausura del sínodo de los obispos de
1985).
Cabe señalar que la base para todo ello es, según la Iglesia católica, la
realidad del sacerdocio común de los fieles, que confiere la dignidad
común (profética, sacerdotal y real) a los bautizados y los impulsa (con el
servicio que les presta el sacerdocio ministerial) a las tareas que como
cristianos pueden y deben afrontar. Además, el sacerdocio común tiene la
potencialidad de asumir dinámicamente muy diversos carismas al servicio
de la misión de la Iglesia. Y hoy vemos cómo algunos de esos carismas se
relacionan con los “ministerios” (ordenados o no) o funciones que los fieles
pueden asumir.
En cuanto a los riesgos, señalaba el Papa, el formalismo (que
reduciría el proceso sinodal a una fachada, en lugar de un itinerario de
discernimiento espiritual efectivo); el intelectualismo (es decir, la
abstracción que no incidiera en los problemas reales de la Iglesia y del
mundo); y el inmovilismo (cf. Evangelii gaudium, 22), que nos
haría poco dóciles a la acción del Espíritu Santo, a las necesidades actuales y
a la experiencia de la Iglesia.
Por tanto, el sínodo es un tiempo de gracia que nos puede permitir
captar al menos tres oportunidades. La oportunidad, primero, de
“encaminarnos no ocasionalmente sino estructuralmente hacia una Iglesia
sinodal”, es decir “un lugar abierto donde todos se sientan en casa y
puedan participar”.
Otra oportunidad es la de ser Iglesia de la escucha, a partir de la
adoración y de la oración. Escuchar a todos (los más posibles) también desde
las realidades locales y culturales.
Por último, el sínodo es la oportunidad de ser una Iglesia de la cercanía,
de la compasión y la ternura.
La finalidad del sínodo
3.
Finalmente, en la homilía durante la apertura del sínodo de los obispos
(10-X-2021), el Papa ha resumido la finalidad del proceso sinodal con tres
verbos: encontrar, escuchar, discernir.
Tomando pie del evangelio del día, (cf. Mc 10, 17 ss.), Francisco evoca cómo
Jesús camina en la historia y comparte las vicisitudes de la humanidad. Se
encuentra con aquel hombre rico, escucha sus preguntas y lo ayuda a discernir
qué tenía que hacer para heredar la vida eterna. “Jesús no tiene miedo de
escucharlo con el corazón y no sólo con los oídos”. Y nos invita el Papa: “No
insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas”.
Nos anima a crealizar este camino de discernimiento espiritual y de
discernimiento eclesial.
El sínodo no es ua convención eclesial, ni una reunión de estudios ni un
congreso político; sino un acontecimiento de gracia, un proceso de sanación
guiado por el Espíritu. A través de él, concluye Francisco, “Jesús nos
llama en estos días a vaciarnos, a liberarnos de lo que es mundano, y también
de nuestras cerrazones y de nuestros modelos pastorales repetitivos; a
interrogarnos sobre lo que Dios nos quiere decir en este tiempo y en qué
dirección quiere orientarnos".
Esto requiere, además de la oración, un compromiso por mejorar la
formación de todos (comenzando por la propia), poco a poco, teniendo en
cuenta las circunstancias actuales. La finalidad de un sínodo no es simplemente
la visibilidad de la participación ni la producción de documentos. Es poner
nuestro granito de arena para que se cumplan los sueños de Dios con nuestra
colaboración (*).
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(*) Una
versión más completa de este texto se publicará en la revista “Omnes”, en su
número de noviembre.