Como aquellos discípulos que Jesús
envía para preparar la primera eucaristía (cf. Mt 26, 17 ss.), los catequistas
son invitados a ir “primero a la ciudad, al encuentro de las personas
ocupadas en sus quehaceres diarios”. Así lo ha dicho el Papa Francisco en
un encuentro
con responsables de la catequesis en las Iglesias particulares de Europa, sobre
“catequesis y catequistas para la nueva evangelización”
(17-IX-2021).
Citando el nuevo Directorio para la catequesis, el sucesor de Pedro ha señalado
que “la catequesis no es una comunicación abstracta de conocimientos teóricos
que hay que memorizar como si fueran fórmulas matemáticas o químicas. Es más
bien la experiencia mistagógica de quienes aprenden a encontrar a sus hermanos
allí donde viven y trabajan, porque ellos mismos han encontrado a Cristo,
que les ha llamado a ser discípulos misioneros”.
El núcleo de la catequesis es, pues, el testimonio del encuentro con
Cristo, hecho anuncio y transmitido por los catequistas en el conjunto
de su tarea educativa: ¡Jesucristo resucitado te ama y nunca te abandona!
Tal es el primer anuncio que, subraya Francisco, nunca puede encontrarnos
cansados o repetitivos en las distintas etapas del camino catequético.
La importante tarea de los catequistas
le ha llevado al Papa a instituir el ministerio de catequista, y revela
que se está actualmente preparando el ritual correspondiente. De este modo
espera “que la comunidad cristiana sienta la necesidad de despertar esa
vocación y de experimentar el servicio de algunos hombres y mujeres que,
viviendo la celebración eucarística, sientan más vivamente la pasión por
transmitir la fe como evangelizadores”.
Los
catequistas –señala Francisco– son testigos que se ponen al servicio de la
comunidad cristiana, para sostener la profundización de la fe en lo concreto de
la vida ordinaria. Son personas que anuncian incansablemente el Evangelio
de la misericordia; personas capaces de crear los necesarios lazos de
acogida y cercanía que permiten apreciar mejor la Palabra de Dios y
celebrar el misterio eucarístico ofreciendo frutos de buenas obras.
Después de recordar cariñosamente a los catequistas que le prepararon para la
primera comunión, evoca el Papa su encuentro hace pocos días, en la catedral de
Bratislava (cf. Discurso
del 13-IX-2021) con
pastores y educadores de la fe. Entonces afirmó que “la evangelización nunca
es una mera repetición del pasado”. Y señaló que los grandes santos
evangelizadores, como Cirilo, Metodio y Bonifacio fueron creativos, con la
creatividad del Espíritu Santo. Y abrieron nuevos caminos, inventaron
nuevos lenguajes o “alfabetos” para transmitir el evangelio e inculturar la fe.
(Junto con ese consejo, en el discurso de Bratislava el Papa animó a los
pastores y educadores de la fe a formar en la libertad interior, enseñando a
discernir responsablemente en conciencia, con confianza en la misericordia de
Dios y con capacidad de diálogo).
Eso –señala ahora Francisco– requiere saber escuchar a la gente, conocer
su cultura y su historia, y no de forma superficial, ni confiando en respuestas
prefabricadas. “Escuchar realmente, y confrontar esas culturas, esas lenguas,
incluso y sobre todo lo no dicho, lo no expresado, con la Palabra de Dios, con
Jesucristo, el Evangelio vivo”. Repite ahora la pregunta de si “no es ésta la
tarea más urgente de la Iglesia entre los pueblos de Europa”.
En la misma línea que el discurso en Bratislva, sostiene el Papa que “la gran
tradición cristiana del continente (europeo) no debe convertirse en una
reliquia histórica, de lo contrario ya no es tradición. La tradición está
viva o no lo está. Y la catequesis es tradición, es tradere
[entregar] pero tradición viva, de corazón a corazón, de mente a mente, de vida
a vida. Por lo tanto: apasionados y creativos, con el impulso del
Espíritu Santo”.
Por eso insiste en que “el catequista se deja interpelar por la realidad que
encuentra y transmite el Evangelio con gran creatividad, o no es catequista”.
Con agradecimiento por los miles de catequistas que trabajan en Europa, el Papa
les anima a seguir adelante en su decisiva tarea al servicio de la fe,
asistidos por el Espíritu Santo.