En su visita a la Facultad de Teología de Nápoles (21-VI-2019), el
papa Francisco ha querido destacar la dimensión evangelizadora de la
teología como necesidad en el momento actual, para la teología misma y para
el servicio que presta a la Iglesia y a la sociedad.
(Nota: lo que se dice aquí de la teología sirve en general, con los
matices convenientes, para la educación de la fe)
Acogida
y diálogo
1. En este sentido ha señalado que hoy la teología debe ser una teología de
la acogida y el diálogo; acogida de las cuestiones y de los
problemas que se plantean en los grupos humanos, las culturas y las religiones,
para promover procesos paz y de justicia. Como forma de acogida, “el diálogo
es ante todo un método de discernimiento y de anuncio de la Palabra de amor que
se dirige a cada persona y que, en el corazón de cada persona, desea morar”.
Hoy la teología está llamada a renovarse mediante el discernimiento, don
del Espíritu Santo que no excluye, sino que implica la sabiduría que procede de
asumir los conocimientos de las ciencias humanas y los integra con los
criterios de la fe. Con otras palabras, la teología requiere interpretar los signos
de los tiempos (en la realidad del mundo, de la sociedad y de las personas,
en la creación y en la historia) para comprender como la vida humana y las
culturas están interpeladas por la revelación del amor de Dios, manifestado
plenamente en Jesús.
Se trata de un doble movimiento, de abajo arriba –desde la
realidad leída y escuchada a la luz de la fe– y de arriba abajo –desde la Cruz
que permite comprender los signos del Reino de Dios en la historia–.
El diálogo teológico puede así “llegar allí donde se forman los paradigmas, las
maneras de sentir, los símbolos, las representaciones de las personas y de los
pueblos”. Esto es, en efecto, una consecuencia de poner la evangelización en
el centro de la tarea teológica (cf. Exhort. Evangelii nuntiandi, n.
19). Es también –señala aquí el papa– un modo del testimonio propio de la tarea
teológica, como lo es la promoción de la “no violencia” y de la paz. Y también
de esta manera se puede evitar el “sindrome de Babel” que Francisco
caracteriza así: “no escuchar lo que dice el otro y creer que yo sé lo que el
otro piensa y lo que el otro dirá”.
El papa anima concretamente al diálogo con el judaísmo y el islamismo.
Esto requiere educar a nuestros estudiantes en el conocimiento de la cultura y
de la lenguas árabe y judía, así como el entendiemiento mutuo entre
estudiantes cristianos, judíos y musulmanes. Y ejemplifica este diálogo
tanto en el estudio de los textos sagrados como en la teología elaborada a
partir de las cuestiones y problemas importantes de la vida. Así el diálogo se
realiza en la interpretación teológica en tiempos y lugares específicos.
Escucha
de la historia y las vivivencias de los pueblos
2. Una teología de la acogida y del diálogo es necesariamente una teología de
la “escucha consciente”. Se trata de escuchar la historia y las
vivencias de los pueblos. “En particular, se trata de comprender la forma
en que las comunidades cristianas y las existencias proféticas individuales han
conocido, incluso recientemente, encarnando la fe cristiana en contextos a
veces de conflicto, coexistencia minoritaria y plural con otras tradiciones
religiosas”.
En los pueblos –como sucede oncretamente en la zona del Mediterráneo– se da el mestizaje,
es decir, el encuentro entre culturas, inculturaciones mutuas. Tanto la
identidad de la propia cultura como el proceso del encuentro entre culturas se
traduce en narraciones: “ narraciones renovadas y compartidas que –a
partir de la escucha de las raíces y del presente– hablen al corazón de las
personas, narraciones en las que sea posible reconocerse de manera
constructiva, pacífica y generadora de esperanza”.
De esta manera el anuncio del Evangelio se realiza mediante el diálogo y la
escucha que genera comunión, como hizo Jesús: “Su escucha divina del
corazón humano abre este corazón para acoger a su vez la plenitud del amor y la
alegría de la vida. No se pierde nada con el diálogo. Siempre se gana. Con el
monólogo perdemos todos, todos...”.
Es importante sobre todo escuchar a los jóvenes. Esto “permite que los
jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas
sensibilidades y plantearse preguntas inéditas” (Exhort. ap. Christus vivit,
n. 65).
Compasión e interdisciplinariedad
3. Una teología centrada en la evangelización debe ser también una teología compasiva
e interdisciplinar, como desarrollo de la tradición viva de la fe.
Como consecuencia de la acogida, del diálogo y de la escucha –propone el papa–
los teólogos deben ser también personas compasivas, tocadas por las
“heridas” de este “mar común”, animadas por la misericordia. Personas
capaces de comunión y compasión, sacadas del Corazón de Cristo y
alimentadas en la oración. Porque de otra manera “la teología no solo
pierde su alma, sino que pierde su inteligencia y su capacidad para interpretar
la realidad de una manera cristiana”. Esto conlleva reconocer y rechazar
algunas prácticas y actitudes inadecuadas que se han desarrollado en nombre de
una religión o de una raza.
Este método del diálogo y de la escucha, guiado por el criterio evangélico
de la misericordia, puede “enriquecer enormemente el conocimiento y la
relectura interdisciplinares, y resaltar también, en contraste, las profecías
de paz que el Espíritu no ha dejado nunca de despertar”.
Acerca de la interdisciplinariedad asumida por la teología, notemos que
esto corresponde efectivamente, al hecho de que el uso de la razón se comprende
hoy necesariamente de modo “interdisciplinar”, es decir, con la aportación de
perspectivas diversas. En el caso de la teología esta interdisciplinariedad
toma la forma de “transdisciplinariedad”, al considerar las aportaciones de las
ciencias a la luz de la revelación y la tradición cristianas (cf. Const. ap. Veritatis
gaudium, 29-I-2018, 4c).
Tradición viva
De hecho el papa señala que “la interdisciplinariedad como criterio para la
renovación de la teología y los estudios eclesiásticos implica el compromiso de
revisitar y re-interrogar continuamente la tradición. ¡Revisitar la
tradición! Y reinterrogar”.
Los teólogos cristianos –explica– no escuchan la realidad desde la nada, sino
en la herencia teológica que hunde sus raíces en el Nuevo Testamento, los
Padres de la Iglesia y muchos otros pensadores y testigos de la fe. Por eso se
trata de una tradición viva, que vive en el cuerpo de los cristianos que
es la Iglesia:
“Es esa tradición viva llegada a nosotros la que puede contribuir a iluminar
y descifrar muchas cuestiones contemporáneas”.
Avisa Francisco que esto tiene como condición el respeto a la verdad
histórica y la rectitud en la intención del que estudia y
reflexiona, para discernir si la fe se ha vivido y comprendido con
autenticidad. Y en los casos en que no haya sido así, para corregir y mejorar
nuestras actitudes y prácticas, de modo que podamos anunciar y transmitir la fe
coherentemente:
“Con la condición, sin embargo, de que siempre se relea [esa tradición] con una
voluntad sincera de purificar la memoria, es decir, sabiendo discernir
cuánto ha sido vehículo de la intención original de Dios, revelada en el
Espíritu de Jesucristo, y cuánto, en cambio, haya sido infiel a esta intención
misericordiosa y salvadora”.
Al papa le interesa subrayar esa tradición viva: “No olvidemos que la
tradición es una raíz que nos da vida: nos transmite la vida para que podamos
crecer y florecer, fructificar. A menudo pensamos en la tradición como un
museo. ¡No! La semana pasada, o la otra, leí una cita de Gustav Mahler que
decía: ‘La tradición es la garantía del futuro, no la guardiana de las
cenizas’. Es hermoso”.
“Vivamos –insiste– la tradición como un árbol que vive, que crece. Ya en
el siglo V, Vicente de Lérins lo entendía muy bien: el crecimiento de la fe, de
la tradición, con estos tres criterios: annis consolidetur, dilatetur
tempore, sublimetur aetate. ¡Es la tradición¡ ¡Pero sin tradición no puedes
crecer! La tradición para crecer, como la raíz para el árbol”.
Una teología "en red"
4. El papa propone desarrollar una teología “en red”, es decir, en conexión
con los problemas del mundo y en colaboración con instituciones civiles,
eclesiales e interreligiosas. También en solidaridad con muchos
“náufragos” de la sociedad y de la historia. Náufragos fueron, con actitudes
distintas, tanto el profeta Jonás como el apóstol Pablo, y la teología debe
aprender de ambos, “manteniendo la mente y el corazón fijos en el “Dios
misericordioso y compasivo” (cf. Gen 4,2).
Esa “red”, vista por la teología, es una “red viva”, que corresponde a
la “comunión con el Espíritu de Jesús, que es el Espíritu de paz, el Espíritu
de amor que actúa en la creación y en los corazones de los hombres y las
mujeres de buena voluntad de todas las razas, culturas y religiones”.
Una
teología renovada
5. Hoy la teología –como ha sucedido continumente a lo largo de la historia– ha
de ser renovada. “Las antiguas arquitecturas del pensamiento, las
grandes síntesis teológicas del pasado son minas de sabiduría teológica, pero
no pueden aplicarse mecánicamente a las cuestiones actuales “.
Y para esta renovación actual de la teología, el papa señala cuatro puntos:
Primero, vuelve sobre la necesidad de hacer hoy teología conscientemente como
acto de misericordia. Como ha hecho en alguna ocasión anterior, dice
Francisco: “Les animo a que estudien cómo, en las diferentes disciplinas –
dogmática, moral, espiritualidad, derecho, etc. – se puede reflejar la
centralidad de la misericordia. Sin misericordia, nuestra teología, nuestro
derecho, nuestra pastoral, corren el riesgo de caer en la mezquindad
burocrática o en la ideología, que por su propia naturaleza quiere domesticar
el misterio”.
En segundo lugar, atender a la historia y a la dimensión histórica de
la teología; eso nos hace humildes: nos hace reconocer nuestra poquedad, y
también la fuerza de Dios que explica muchas cosas de la historia del
cristianismo.
Tercero, tener en cuenta la libertad teológica a la hora de
explicar la fe, dentro de la sustancial verdad del Evangelio. Que haya variedad
ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la
inagotable riqueza del Evangelio mismo (cf. Evangelii gaudium, 40). En
este punto el papa advierte que “las cuestiones disputadas deben quedarse
solamente entre los teólogos”, porque “al Pueblo de Dios es necesario darle la
sustancia que alimenta la fe y que no la relativice”.
Cuarto y último, la conveniencia, para toda esta tarea, de dotarse de estructuras
ligeras y flexibles para reflejar –en los estatutos, organización,
método, etc.– esta teología que corresponde a una “Iglesia en salida”. Y en la
que deben participar por tanto muchos fieles laicos y mujeres, tanto
laicas como religiosas, tanto profesoras como estudiantes.
De esta manera desarrolla el papa los actuales criterios para la reforma de los
estudios teológicos: reforzando el anuncio de la fe junto con el discernimiento
(la acogida y la escucha de la realidad, la interdisciplinariedad desde la
tradición viva de la fe), la colaboración con fidelidad, valentía y
misericordia, en diálogo con la sociedad, las culturas y las religiones, para
la promoción de la coexistencia pacífica de personas y pueblos.