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Los respetos humanos

Mon, 01 Dec 2008 06:43:00
 

Carta a Simón, Pedro, príncipe de los Apóstoles

Muy querido y venerado Pedro:

Grande es la debilidad humana y tanto mayor cuánto menos confiamos en Dios y más en nuestras fuerzas. A pesar de tantos detalles de amistad y confianza con que te había bendecido el Señor también fuiste víctimade la debilidad. Nos lo cuenta San Mateo con estas palabras:

Entonces Jesús les dice: Todos vosotros os escandalizaréis esta noche por mi causa, pues escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero, después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Pedro le respondió: Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo nunca me escandalizaré. Jesús le replicó: En verdad te digo que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. Pedro insistió: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron lo mismo (Mt 26,31-35).

En la Última Cena Jesús os anuncia a todos los Apóstoles que esa misma noche le habíais de abandonar, pero tú, Pedro, que debías haber dudado de ti, creíste que eso lo podían hacer los demás, pero no tú. Confiaste en tus fuerzas y dijiste: "Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo nunca me escandalizaré". ¡Qué lejos estabas todavía de conocerte! Entonces el Señor te corrigió al vaticinarte que esa misma noche le ibas a negar: «En verdad te digo que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces». En lugar de haber asumido con humildad las palabras del Señor todavía te atreviste a insistir: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».

Luego vendrían los acontecimientos, la triple negación, en una situación simplemente comprometida. Y le negaste porque ya te habías olvidado de lo que te había dicho el Señor. Fue primero una sierva la que te puso contra las cuerdas y te dejó fuera de combate, después vendrán las otras negaciones. Leemos en San Mateo:

Entretanto Pedro estaba sentado fuera, en el atrio; se le acercó una sirvienta y le dijo: Tú también estabas con Jesús el Galileo. Pero él lo negó delante de todos diciendo: No sé de que hablas. Al salir al portal le vio otra y dijo a los que había allí: Este estaba con Jesús el Nazareno. De nuevo lo negó con juramento: No conozco a ese hombre. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: Desde luego tú también eres de ellos, pues tu habla lo manifiesta. Entonces comenzó a imprecar y a jurar: No conozco a ese hombre. Y al momento cantó un gallo. Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús había dicho. Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y, saliendo afuera, lloró amargamente (Mt 26, 69-75).

Como te vaticinó el Señor le negaste tres veces, incluso con juramento. Pero el pasaje termina bien porque dice que lloraste amargamente. Nosotros también deberíamos llorar con amargura tantas veces que hemos ofendido al Señor. Yo veo como atenuante de tu derrota la valentía con que sacaste la espada y el desconcierto que te produjo la reacción del Señor rechazando ese argumento. Aquella noche viste a Jesús, la esperanza de Israel, tan débil, maniatado, juzgado, sometido a toda clase de vejaciones y sin hacer nada en su defensa. No estabas preparado para una situación tan humillante y triste y por eso caíste. Buena lección la que recibimos al leer esta escena porque nos hace ver que hemos de ser prudentes y estar alerta porque es grande nuestra debilidad.

Aquel suceso te cambió radicalmente, a partir de ese momento ya no te consideraste alguien aparte con más capacidad de fidelidad y también te hizo más comprensivo con aquellos que caen en pecado a causa de los respetos humanos. Sucede en muchas ocasiones que los hombres no actúan según los dictados de la conciencia, sino por el temor a «quedar mal», al «qué dirán», al juicio de los hombres.

¡Es terrible los estragos que hace este mal! que no sucede solamente cuando hay peligro para la vida sino también por pura vergüenza ante el juicio del prójimo. Este modo de proceder es muy frecuente, sin embargo es algo tan vergonzoso que nadie reconoce quiere reconocer esta miseria. Un ejemplo muy habitual es el de aquellas personas que no van a Misa porque tienen miedo a que les vean sus vecinos. Así se podrían exponer mil ejemplos. Este modo de proceder aparentemente poco dañino sin embargo produce grandes estragos en primer lugar en el que lo comete que o bien se abstiene de hacer el bien o es arrastrado a hacer el mal, en segundo lugar porque se pierde una ocasión óptima de dar buen ejemplo. Duro será el castigo. San Marcos recoge palabras breves, pero muy fuertes del Señor:

«Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles» (Mc 8,38).

Tú te avergonzaste de Cristo una vez, los demás lo hacemos muchas veces. Arrepintámonos de este pecado y procuremos ser pregoneros de Dios.

El discípulo de Cristo no lo es solamente en la Iglesia, es preciso también dar testimonio en todos los lugares aunque en ello nos vaya la vida. Alguna vez es posible que tengamos que dejar de ver una película porque vemos que nos hace daño y eso guste o no a los que nos rodean, otras veces tendremos que manifestar lo que pensamos en conciencia sobre un tema aunque no esté de moda lo que digamos, también en ocasiones habrá que abandonar a los amigos si nos son ocasión de ofender a Dios, etc. Hay situaciones que no se deben tolerar, otras tal vez sí, por ejemplo para evitar males mayores.

Los enemigos de Dios unan palabras cuya finalidad es paralizar a los buenos. El temor a ser calificado de retrógrado frente a un pretendido progresismo puede paralizar a una persona.He conocidos a muchos que van a Misa si no son vistos por conocidos, amigos o familiares. Y como en este pecado podemos caer todos es bueno grabar las palabras del Señor que nos ha dicho que se avergonzará en la última hora de aquellos que se han avergonzado de Él.

Hay un refrán castellano que dice «A donde va Vicente, a donde va la gente», que arroja mucha luz sobre el tema de los respetos humanos. Pues, en definitiva los respetos humanos influyen en personas cobardes y carentes de personalidad, de borregos que se dejan arrastrar por el ambiente. Si se tratan con gente buena actúan bien, pero si, por el contrario, lo hacen con gente mala también se dejan influir. Aquella noche, Pedro, te dejaste arrastrar, nosotros también lo hacemos dejando de esta manera sólo al Señor ante la cruz. Es muy importante tener principios y ser consecuentes con ellos, en definitiva ser «uno mismo».

Un día oí contar un suceso acaecido en un pueblo cuyo nombre no diremos. El alcalde no se caracterizaba por ser muy fervoroso, pero supo enfrentarse a toda la corporación municipal cuando les dijo: «vosotros veréis lo que hacéis, pero si quitáis el crucifijo quepreside esta sala, mientras yo sea alcalde, en las reuniones lo llevaré colgado del cuello», dejando así de lado aquella discusión. Hay que arriesgarse por Cristo a ser víctimas de persecuciones cruentas e, incluso, morales como puede ser el temor al vacío, a quedarse sólo, esto en definitiva no es tan grave, ya que como dice el refrán es mejor estar solo que mal acompañado. Si los demás quieren irse al infierno no hay ninguna necesidad de acompañarlos.

EstimadoPedro quisiera cambiar el tono de la carta y pasar a recordar ejemplos de valentía. Junto al ejemplo de fortaleza de Cristo está el de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que al pié junto a la cruz padece con su Hijo. Le acompañan unas santas mujeres. El Vía Crucis se evoca otra mujer, Verónica, que con un paño limpió el ensangrentado rostro del Señor, que la premió dejando grabado su rostro en las tres dobleces de aquel paño. Un ejemplo particularmente que se narra en el II libro de los Macabeos es el de Eleazar, un anciano que prefirió morir mártir a dejar un mal ejemplo a los jóvenes de su pueblo:

«A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrirla boca y a comer carne de puerco. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, marchaba voluntariamente al suplicio del apaleamiento, después de escupir todo, que es como deben proceder los que tienen valentía rechazar los alimentos que no es lícito probar ni por amor a la vida. Los que estaban encargados del banquete sacrificial contrario a la Ley, tomándole aparte en razón del conocimientoque de antiguo tenían con este hombre, le invitaban a traer carne preparada por él mismo, y que le fuera lícita; a simular como si comiera la mandada por el rey, tomada del sacrificio, para que, obrando así, se librara de la muerte, y por su antigua amistad hacia ellos alcanzara benevolencia. Pero él, tomando una noble resolución digna de su edad, de la prestancia de su ancianidad, de sus experimentadas y ejemplares canas, de su inmejorable proceder desde niño y, sobre todo, de la legislación santa dada por Dios, se mostró consecuente consigo diciendo que se le mandara pronto al Hades. «Porque a nuestra edad no es digno fingir, no sea que muchos jóvenes creyendo que Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas, también ellos por mi simulación y por mi apego a este breve resto de vida, se desvíen por mi culpa y yo atraiga mancha y deshonra a mi vejez. Pues aunque me libre al presente del castigo de los hombres, sin embargo ni vivo ni muerto podré escapar de lasmanos del Todopoderoso. Por eso, al abandonar ahora valientemente la vida, me mostraré digno de mi ancianidad, dejando a los jóvenes un ejemplo noble al morir generosamente con ánimo y nobleza por las leyes venerables y santas.» Habiendo dicho esto, se fue enseguida al suplicio del apaleamiento. Los que le llevaban cambiaron su suavidad de poco antes en dureza, después de oír las referidas palabras que ellosconsideraban una locura; él, por su parte, a punto ya de morir por los golpes, dijo entre suspiros: «El Señor, que posee la ciencia santa, sabe bien que, pudiendo librarme de la muerte, soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero en mialma los sufro con gusto por temor de él». De este modo llegó a su tránsito. (No sólo a los jóvenes, sino también a la gran mayoría de la nación, Eleazar dejó su muerte como ejemplo de nobleza y recuerdo de virtud)(II Mac 6, 18-31).

Este texto en que se narra la fidelidad de Eleazar al Dios vivo contiene dos detalles que no deben pasarse por alto. El primero de ellos es la delicadeza de su conciencia, pues le ofrecieron carne que se podía comer, pero él no la quiso porque era un engaño para los enemigos de Dios, pero también un escándalo para sus conciudadanos. No quiso recurrir a la simulación, como debe ser. El otro es señalar la rabia de sus amigos, pues los mismos que le trataban con afabilidad pasaron a ser sus más violentos enemigos. Esto sucede muchas veces cuando la conducta es un reproche a los demás. Han pasado muchos siglos y Eleazar sigue presente entre nosotros.

Cuántos ejemplos se podrían poner y de los que tú eres testigo privilegiado, pero terminaré la carta recordando unas palabras que escuchaste del Maestro y que son un buen colofón para todo lo que venimos diciendo.

«Sin embargo, incluso muchos de los judíos principales creyeron en él, pero a causa de los fariseos no le confesaban para no ser expulsados de la sinagoga, pues amaron más la gloria de los hombres que la gloria de Dios» (Jn 12, 42-43).







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