CAMINEO.INFO.- La conferencia inaugural del XII Congreso de Católicos y Vida Pública, a cargo de Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, era esperada con gran expectación por el numeroso publico congregado en el Aula Magna de la Universidad San Pablo CEU así como en las salas aledañas donde se han habilitado pantallas de televisión. Y ciertamente, Carrión no defraudó en absoluto a al nutrido auditorio al que dejó profundamente tocado con su apasionada exposición de lo que significa ser cristiano hoy.
Para Carrón no hay ningún secreto sobre ese significado: todo consiste en que cada cristiano de testimonio de que Cristo vive en nuestro tiempo y en nuestra persona, de manera que cause asombro en quien se relacione con él. En otras palabras, podría decirse que el misterio del cristiano es creer en lo que dice creer, frente a la reducción que se trata de hacer del cristianismo como un conjunto de valores o una ética que se predica como conceptos… para aprender y casi olvidar. Ser cristiano hoy es tomar postura ante la Encarnación como un acontecimiento contemporáneo, que ocurre cada día, en cada momento, no histórico ni siquiera como promesa de vida eterna. Este es el gran desafío que interpela al corazón del cristiano, entendido el corazón no como un sentimiento sino como la totalidad del ser.
Carrón trató desde el comienzo de su conferencia, seguida en medio de un silencio impresionante que daba fe de la impresión que causaban sus palabras. Carron quiso dar respuesta a la pregunta que ya se hizo Dostoievski: ¿Puede creer en Jesucristo un hombre culto, europeo, de hoy, que no renuncie a nada de su humanidad? Para Carrón, las circunstancias del tiempo del autor ruso, son las mismas de hoy: fe y razón y, en resumidas cuentas, el temor a tomar postura ante la Encarnación, en un tiempo en que el cristianismo es una opción más del pluralismo social. Y se preguntó si aceptamos ese desafío. A este propósito se refirió a las diferentes maneras que los cristianos tratan de responder al reto, desde retirarse de la vida social a vivir la fe en medio del mundo para contribuir al bien común. Y, claro, llegan más preguntas: ¿Existe fe auténtica o la vivimos como una costumbre social y cultural? ¿Le queda a la fe alguna oportunidad de convencer al hombre de nuestro tiempo?
Esa oportunidad existe a pesar del nihilismo cultural por la sencilla razón de que la busca de Dios corresponde a la naturaleza humana, a la inquietud del corazón humano. Ocurre, ciertamente, que pese a esa sed de Dios, se extiende el aburrimiento existencial, el nihilismo, el relativismo, la pérdida de capacidad del hombre para conocer la Verdad…. Esa es la naturaleza de la crisis que vivimos y que no es una crisis religiosa sino que afecta a todo el orden social y donde la religión se ha convertido en un producto de consumo. Sin embargo, la historia está repleta de momentos en los que el hombre está a la espera de respuestas a sus inquietudes. Y la respuesta es la misma: encontrar al Dios encarnado en Cristo, pero no quedarse en sus aspectos externos más o menos atractivos que se esfuman, sino con su su realidad contemporánea… La novedad de Cristo es su realidad frente a normas abstractas, frente a la reducción de la fe a ética y valores. En este sentido, el tibio o el no creyente espera su encuentro con personas cambiadas por la realidad de Cristo. Y como Dios es caridad, el amor se presenta como el nuevo horizonte de la vida.
Carrón explicó aún más su fe viva y contagiosa con el relato evangélico en el que Cristo pregunta a sus dos primeros discípulos “¿Qué buscáis?” Cristo espera que cada cual de la respuesta y que saquen sus conclusiones. ¿Qué buscamos los cristianos? La gran respuesta es fácil si tenemos en cuenta que el cristianismo es un acontecimiento que solo existe en el tiempo presente y precisamente la Iglesia hace posible, con los sacramentos, esta “contemporaneidad” de Cristo. Pero no hay que explicar nada, sino vivir de tal modo la vida de Cristo que cause asombro, sorpresa y ganas de estar justo a quien así vive, atraido por la belleza que irradia. Así, el cristiano tan solo tiene que mostrarse tal cual es. “Cuando encontré a Cristo me encontré con el hombre”…
En suma, la fe cristiana necesita de hombres que vean la realidad con los ojos de Cristo y la transparenten. La vida del cristiano se convierte así en un constante testimonio de que Dios existe y nos ha dado la vida, conscientes de que Dios no es antagonista del hombre: la verdadera esencia del cristianismo, insistió el orador, es la Verdad encarnada en la propia vida. Por eso, remachó Carrón, el cristianismo no es una mera transmisión de valores y doctrinas: eso ya se ha vivido y no ha sido suficiente para detener la avalancha del relativismo. La doctrina no cambia la vida porque no llega al corazón. Solo el encuentro con creyentes lleva a Cristo porque lo que fascina es la vivencia de la fe, el testimonio de la belleza de una vida. El ejemplo lo vemos en Benedicto XVI que testimonia la pasión de Cristo por el hombre sin descanso, conocedor de que fuimos creados para conocer esa Verdad y la belleza de Dios. Una reflexión que le hizo afirmar que “la belleza que revela a Dios es la gran necesidad del hombre”…
Concluida la conferencia entre fuertes aplausos, Jullián Carrón tuvo oportunidad de ampliar sus reflexiones ante las preguntas de varios participantes, recordando, entre otras cosas, que él mismo tuvo que volver a aprender lo que era ser cristiano al encontrarse con la Fraternidad de Comunión y Liberación, insistiendo en que ni la piedad, ni el recuerdo del pasado ni la esperanza en la vida eterna bastan para mover el corazón del hombre: hace falta que Cristo viva en cada uno en el tiempo presente. Por ello, el cristianismo no es difícil… sino imposible hasta que lo acogemos en nuestra vida y sucede el gran acontecimiento.