Uri y su equipo han creado una red voluntarios durante el confinamiento: Dios no deja de sorprenderme con todo el bien que puede sacar de algo tan nocivoSun, 03 May 2020 21:07:00
LOMASRC
Uri es de la sección jóvenes del Regnum Christi de Barcelona.
El confinamiento le hizo ver la situación que estamos viviendo: fue “un
golpe de realidad” que le sirvió “para descubrir que nada en el mundo
es para siempre, y saber apreciar cada día como un inmenso regalo”.
También nos cuenta que echaba el falta asistir a Misa y todo ello animó a
él y a su equipo “a crear un grupo de jóvenes, en el cual proponíamos
distintos voluntariados, tanto dentro como fuera de nuestras casas”. En
este testimonio, Uri nos cuenta cómo, gracias a estos voluntarios, han
conseguido ayudar a las Misioneras de Madre Teresa de Calcuta a
organizar y distribuir el reparto de comidas que dan todos los días:
“Las hermanas ya no tienen esa carga extra de trabajo, y están muy bien
apoyadas”. Pero hay más iniciativas, pues otros voluntarios colaboran
con residencias de ancianos, escribiendo cartas a enfermos, con madres
solteras, etc.
Si quieres unirte al grupo de voluntarios, entra en este enlace.
“Muy
buenas, soy Uri Ginebra, de Barcelona, e intentaré explicar brevemente
mi testimonio durante estos días. Para empezar, me gustaría recalcar el
imprevisto que fue esta pandemia para todos nosotros; uno tiene sus
planes, sus hobbies, sus apostolados, y de golpe te dicen que tienes que
quedarte en casa, al menos durante un mes. Sin, incluso, poder
escaparte a saludar a Jesús o ir a ver a tu abuelo. A mi este “mal” me
proporcionó un golpe de realidad muy importante. Me sirvió para ver que
nada en el mundo terrenal es para siempre, y saber apreciar cada día
como un inmenso regalo, pues no sabemos si el día de mañana seguiremos
con los nuestros o, incluso, si tendremos tiempo de despedirnos.
Con
el paso de los días, observé una cierta tibieza interior: necesitaba de
esa visita al Santísimo, de esos hábitos espirituales que me ayudaban a
acercarme a Él. Hablando en la reunión de equipo, nos dimos cuenta de
que no éramos los únicos que nos pasaba. Y es entonces cuando decidimos
ponernos manos a la obra. Creamos un grupo de jóvenes voluntarios, en el
cual proponíamos distintos voluntariados, tanto dentro como fuera de
nuestras casas.
Yo me comprometí con las Misioneras de la
Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, en el Raval. El voluntariado
consiste en hacer bolsas de comida para los más de 300 pobres que cada
día esperan a sus puertas. Muchos de sus antiguos voluntarios no pueden
asistir, ya que son población de riesgo, y cada vez hay más hambruna en
la calle. Esto provoca que alguna mañana haya colas que cruzan dos
calles. Me impactó mucho ver con qué paz se tomaban las hermanas esta
crítica situación, pues las tenía trabajando arduamente. En ellas
habitaba la paz del que confía, del que sabe que Dios “da las peores
batallas a los mejores soldados”, y que nos pide confiar en él y en su
gran plan.
A las dos semanas hubo una respuesta brutal por parte
de nuevos voluntarios, y me complace decir que, hasta la fecha, las
hermanas ya no tienen esa carga extra de trabajo, y están muy bien
apoyadas. Las necesidades que hay son muchas, pero poco a poco estamos
intentando llegar allá donde haga falta y, sobre todo, uniéndonos en
oración para rezar por todos los problemas actuales.
Personalmente,
esta cuarentena me está sirviendo para dejarme sorprender. Dejarme
sorprender de los tan cambiantes planes que Dios tiene preparados para
nosotros, y dejarme sorprender de la cantidad de bien que puede sacar de
algo tan objetivamente nocivo. Jesús, ahora más que nunca, me enseña a
confiar, a relacionarme con mi familia, a valorar todo lo que me rodea y
a tratarlo más. ¡Gracias, Jesús, por tantos corazones que estás tocando
estos días. Nunca dejes de sorprenderme!”.
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