CAMINEO.INFO.- Córdoba/ESPAÑA.- Eran incasables. Falta todavía una hora para que empezase la ceremonia, y ya estaban apostados en la Catedral, mirando al Palacio Episcopal donde Demetrio Fernández y los demás prelados debían entrar para desde allí dirigirse al templo. Abundaban las pancartas, pero todas con el mismo espíritu, la misma estética e idéntica música, nunca mejor dicho: iconos, emblemas del Camino Neocatecumenal y cantos guiados por la guitarra y hasta por la flauta dulce.
Allí iban llegando los prelados, entre ellos alguien tan familiar como Mario Iceta. El auxiliar de Bilbao, visiblemente emocionado por volver a la diócesis en que se ordenó, aseguró que Córdoba recibía ayer a «un obispo excelente».
Inasequibles al desaliento, los neocatecumenales no cejaron en su empeño y recibieron al nuevo obispo con aplausos, la interminable salmodia de sus cantos y visibles carteles con lemas evangélicos. Si no hubiera sido por ellos, el camino de Demetrio Fernández hacia la puerta del Perdón había sido mucho más frío.
Le arropaban el nuncio de Su Santidad en España, Renzo Fratini; el administrador apostólico de Córdoba, Juan José Asenjo; y el cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, entre otros.
Al término de la ceremonia, abundaban las sonrisas de felicidad y los abrazos del deber cumplido. Un rostro había, sin embargo, que sin dejar de mostrar satisfacción tampoco ocultaba una cierta tristeza.