La primera semana de
agosto del presente año, tuve la fortuna de ir en peregrinación con 270
jóvenes del Camino Neocatecumenal de Aragón y Soria a la JMJ Lisboa
2023. Fue un salir de todo para encontrarnos con el “TODO”, pues, aunque
parezca extraño en estos tiempos, aun quedan jóvenes que aman a Cristo y
a la iglesia, que están comprometidos con la loable y dura labor de la
evangelización, que oran y que quieren seguir a Jesucristo a través del
seminario para ser presbíteros, la vida consagrada, para servir en los
monasterios, o el matrimonio cristiano para constituir una familia que
viva la fe y la donación en la entrega mutua.
Sin duda, fue una experiencia que como sacerdote me deja las siguientes reflexiones que hoy comparto en este atrio de lectura:
PRIMERA: LA IGLESIA SIGUE SIENDO JOVEN. ¡Sí! Esa es la principal
reflexión que a propios y a extraños nos deja esta JMJ. Pues, aunque el
mundo secular diga lo contrario a través de bulos, la Iglesia sigue
siendo joven. Basta con ver las cifras que las autoridades portuguesas
dieron al mundo: más de millón y medio de jóvenes acudieron a esta cita,
sorprendiendo el gran número de chicos provenientes de España e Italia,
dos naciones que se resisten a la agresiva secularización y a “apagar la luz y cerrar la puerta”.
Aunque suene raro, los jóvenes peregrinos no dieron problemas de
orden público, no hubo botellones, tampoco “puntos violeta”, ni
denuncias de manadas o lobos acosadores de chicas; mucho menos navajazos
ni quema de contenedores o robos. Pues tenían claro a qué iban, con
quién iban y por quién iban.
La Iglesia es joven, es alegre, es carismática y verdaderamente
testimonial. Pues impresiona ver a chicos no solo sirviendo en el
voluntariado cristiano sino también orando de rodillas en ermitas,
santuarios, basílicas y catedrales ante el Santísimo Sacramento haciendo
oración o simplemente rezando el santo rosario o cantando cantos
religiosos por calles y plazas. Eso es de valientes que no temen a la
crítica y que saben que, a través de la piedad, los valores profundos y
las conductas responsables se puede vivir de otra manera.
SEGUNDA: SE PUEDE SER FELIZ. Ante el boom de un mundo que propone
desinhibir los sentidos para “pasarlo bien” a través del consumo del
alcohol, las drogas o el sexo, la JMJ nos recuerda que podemos ser
felices teniendo a Cristo en la vida a través del conocimiento de su
persona, de su seguimiento y su anuncio a tiempo y a destiempo como dice
San Pablo.
Quizá te estes preguntando cómo puede ser esto posible. Pues bien,
nunca es tarde para comenzar el camino de la felicidad verdadera. Solo
necesitas desarmar el corazón de prejuicios o victimismos acerca de la
Persona arriba mencionada o de su esposa la Iglesia, para dar el primer
paso en la lectura del evangelio, la oración diaria, la celebración de
la eucaristía y la vida comunitaria con el compartir fraterno entre
hermanos. Hay un dicho popular muy cierto que dice que “quien anda entre la miel, algo se le pega”,
pues bien, este millón y medio de jóvenes, más los demás millones que
estuvieron con nosotros a través de las redes sociales y los medios de
comunicación, se han dejado untar de la miel de la fe que un día
recibieron de sus padres o conocieron por algún amigo “loco” que le
invitó a una misa joven, un rosario o una peregrinación.
TERCERA: NO HAY QUE TENER MIEDO. San Juan Pablo II, el iniciador de las JMJ, tenía un “mantra” que repetía con frecuencia: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo!”, luego, el venerable Papa Benedicto XVI dijo a los jóvenes de Madrid en el 2011: “No
tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor
os ha concedido vivir en este momento de la historia, para que gracias a
vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra.” Finalmente, el Papa Francisco hace días nos dijo: «¡No
tengan miedo!, queridos jóvenes, porque son como la lluvia de una
tierra reseca por mil males, son un «baño de luz» de presente y de
futuro en los muchos rincones oscuros de nuestro tiempo.”
Ciertamente, el futuro que nos espera es incierto, y ante lo
desconocido, es normal tener miedo. Sin embargo, gracias al avance de la
ciencia, hoy podemos predecir mejor el futuro, lo que incrementa el
miedo y por ende la ansiedad que dramatiza aún más los corazones y las
mentes de los jóvenes y no tan jóvenes. Por eso es importante que con
frecuencia se nos recuerde que no estamos solos. Que Cristo va delante
de nosotros allanando el camino. Que él nos precede y se involucra en
nuestra historia y en la Historia, hasta donde lo dejemos llegar.
Hoy son más que necesarias muchas más JMJ, y, sobre todo, muchas más
comunidades cristianas orantes, serviciales y testimoniales.
CUARTA: DIOS SIGUE LLAMANDO. Y lo sigue haciendo en personas
concretas, en realidades concretas y sin discriminación de raza o sexo.
Dios llama porque hay una urgente necesidad de “obreros para la mies” (Mt 9, 37-38), cosa que para nadie es secreto ante el decreciente número de aspirantes al sacerdocio o a la vida consagrada.
Y es que, al día siguiente del encuentro con el Papa, al otro lado de
Lisboa, en un municipio llamado Oeiras, asistimos a un encuentro
vocacional organizado por Kiko Argüello, (iniciador del Camino
Neocatecumenal) y por el equipo internacional del Camino, dando como
resultado la asistencia de más de setenta y cinco mil jóvenes
acompañados por un nutrido número de cardenales, obispos, presbíteros,
catequistas itinerantes y consagrados.
Ciertamente es un gran número que cualquier cantante de reguetón
quisiera tener para sí. Lo sorprendente del asunto, es que fue un
encuentro vocacional; un encuentro donde se compartió la Palabra de Dios
acompañados de cantos propios del Camino, oración a la virgen de Fátima
y silencio meditativo. Y todo, para que concluido el evento se pidiera a
Dios vocaciones al sacerdocio con el resultado del “levantamiento” de
mas de dos mil chicos que salieron de sus sitios y se dirigieron a la
tarima para ser consagrados y enviados a sus comunidades para comenzar
el preseminario. De igual forma con las chicas, dando como resultado mil
quinientas aspirantes a consagrar su vida en distintos monasterios.
Quizá para algunos esto sea irrelevante, o simplemente una pérdida de
tiempo o de la propia vida para “hacer nada”, como antipáticamente se
les dice a los sacerdotes. Sin embargo, son claros e irrefutables estos
hechos, y más, cuando hay un número creciente de jóvenes inconformes con
lo que el mundo les propone, que buscan con ansia la Verdad, no en
ideologías que dividen y matan, sino en una Persona que les da vida,
alegría, paz y seguridad de cara al futuro que viene.
En lo personal, puedo decir que ha sido un “chute” de sabor a Dios,
de comunión con los hermanos, de descanso para el alma, de
rejuvenecimiento de mi sacerdocio, de ganas por seguir trabajando, de
crecer en humildad, pero, sobre todo, de comprometerme más con la
evangelización y la piedad, fuentes de la caridad y el servicio
misionero en medio de estos pueblos que el Señor me ha regalado.
David J. Rojas.
Presbítero.