Francisco concluyó este miércoles las catequesis sobre la vejez que han venido ocupando sus audiencias generales de los miércoles. Lo hizo evocando la "reunificación de María con Cristo resucitado" celebrada recientemente en la festividad de la Asunción de Nuestra Señora a los Cielos, un "misterio" que "ilumina nuestro destino, que es el cielo".
Este misterio "anticipa el destino de la resurrección que nos
concierne", pues "este es nuestro destino, resucitar", que es como
"volver a nacer": "Así como, recién salidos del seno de nuestra madre,
seguimos siendo nosotros, el mismo ser humano que estaba en el vientre,
así, después de la muerte, nacemos en el cielo, en el espacio de Dios, y
seguimos siendo nosotros, los que hemos caminado sobre esta
tierra", según el ejemplo de Cristo, que resucitó y está allí con su
"humanidad" y "vivencias".
Y Él vendrá "no sólo al final para todos, sino que vendrá cada vez
para cada uno de nosotros, vendrá a buscarnos, a buscarnos para
llevarnos con Él. En este sentido, la muerte es un poco el paso al encuentro con Jesús, que me está esperando para llevarme con Él".
La "fiesta" tras el "camino"
Con estas palabras, Francisco animó a los ancianos a llegar a ese
momento que "mantendrá nuestros rostros reconocibles y nos permitirá
seguir siendo seres humanos en el cielo de Dios. Nos permitirá
participar, con sublime emoción, a la exuberancia infinita y feliz del
acto creador de Dios, del que viviremos en primera persona todas las
aventuras interminables".
"En nuestra vejez, queridas y queridos coetáneos -hablo a los
ancianos y ancianas-, se agudiza la importancia de tantos 'detalles' de
los que se constituye la vida", continuó el Papa: "Una caricia, una
sonrisa, un gesto, un trabajo apreciado, una sorpresa inesperada, una
alegría acogedora, un vínculo fiel. Lo esencial de la vida, a lo
cual damos más importancia en las cercanías de nuestra despedida, nos
parece definitivamente claro". Ésa es la "sabiduría de la vejez" por la
cual los ancianos son "luz para los demás".
Recordando cómo, después de resucitado, el Señor asó el pescado del
que comería con los apóstoles, Francisco concluyó: "Este gesto de amor
atento nos hace intuir lo que nos espera mientras pasamos a la otra orilla.
Sí, queridos hermanos y hermanas, especialmente vosotros, ancianos: lo
mejor de la vida todavía está por ver. Somos ancianos, ¿qué más podemos
ver? Lo mejor. Porque lo mejor de la vida todavía está por ver.
Esperemos esta plenitud de vida que nos espera a todos cuando el Señor
nos llame... Es solo un camino, y después la fiesta".
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