María hace una semana que volvió a casa. La noche del día de Navidad
comenzó a encontrarse mal y a tener dificultad para respirar. El 2 de
enero fue necesario su ingreso por coronavirus en el hospital de La
Ribera de Alzira. A la complicación por la enfermedad se añadía que
María estaba embarazada de cinco meses de Caterina.
Por los grupos de ‘Whatsapp’ han circulado los vídeos en los que se
puede ver la llegada a casa de María junto a su marido, Josep, y la
bienvenida que le dan sus hijos Betlem (la mayor con 13 años), María,
Inmaculada, Mercé, María Magdalena, Teresa, Manuela, Candela y Josep y a
buen seguro la de Abiel, Esperança y Jesús desde el cielo. Unos
momentos emocionantes y luminosos que nada tienen que ver con la
angustia que toda la familia vivió durante los 20 días que estuvo
ingresada en la UCI del hospital La Fe Valencia donde tuvo que ser
traslada, nueve de ellos intubada.
“Si alguien nos preguntara si preferiríamos que nada de esto hubiera
sucedido, le diríamos que no, porque las gracias que Dios nos ha
derramado en estos días superan con creces el sufrimiento vivido por la
enfermedad. El Señor nos ha corregido como un padre corrige a sus hijos.
Esto no es nada malo”, explican a PARAULA.
María y Josep, casados desde hace 15 años viven su fe en la parroquia
San Francisco de Borja de Gandia, “en una pequeña comunidad
neocatecumenal donde durante 25 años esta fe recibida por el bautismo ha
ido haciéndose adulta y dando frutos de vida eterna, como estar muy
felizmente casados, con tantos hijos, y un amor grande a nuestros
hermanos de comunidad” quienes les han ayudado tantísimo estos días. “Es
amor a la Iglesia y a todo aquel que nos encontramos. Todo por gracia
de Dios, porque nosotros somos unos pobrecitos, muy débiles y llenos de
pecados”, relatan.
“Estos pecados nos hacían vivir una vida centrada en nosotros mismos,
buscándonos en todo, con el dinero, la seguridad de los bienes
materiales, el prestigio, querer llevar por nuestras fuerzas el día a
día sin apoyarnos nada en la oración… en fin, llenos de soberbia y
egoísmo entre otras cosas. Como consecuencia, en nuestra casa no reinaba
la paz, más bien la guerra. Nosotros no queríamos vivir así, queríamos
hacer el bien entre nosotros pero no había forma”, confiesan. Y añaden
que “creo que teníamos el corazón pegado al dinero y a todo lo que este
te puede proporcionar: afecto de la gente, seguridad, bienestar… y
también creo que la transmisión de la fe a nuestros hijos estaba en
juego. Así que el Señor tuvo misericordia de nosotros y nos regaló para
el día de Navidad su eterno amor envuelto, no de papel decorativo, sino
de la terrible enfermedad de María”.
Josep explica que, en esos momentos, pensó que su mujer se moría y
“todo mi ser que había estado construyendo con proyectos y fantasías
estos años se moriría también con ella”.
La forma que tiene de desarrollarse la enfermedad del covid hacía que
prácticamente Josep no tuviera contacto con María. “Así que quede solo,
un solo a solo con Jesucristo en el desierto de cada día de no saber si
María y Caterina estarían respirando y al mismo tiempo tener que
caminar por donde no conocía, que era ser padre de mis ocho hijas y
Josepet, sin su madre en casa”.
Cadena de oración
Aquellos días fueron un
bautismo de fuego “y de espíritu que quemó todo y solo dejó en pie la fe
que habíamos recibido de la Iglesia estos últimos años de nuestra vida.
Si nos preguntasen si creemos que esta fe y la de miles de personas
rezando por María y Caterina las curó diríamos que sí. Dios las curó por
medio de unos médicos fantásticos” y es que a través de whatsapp se
inició una cadena de oración por María y Caterina que traspasó
fronteras. Los audios de Josep pidiendo por su mujer y su hija se fueron
reenviando de grupo en grupo, de persona a persona. Todos unidos en
oración por María y Caterina. Josep invita a los lectores a conocer, a
través del portal Aleteia, el detalle de cómo se desarrollaron los
acontecimientos.
“Pero hay algo más impresionante -indica Josep- y es que por la fe en
Jesucristo, Dios nos ha dado una vida nueva a esta familia gracias a
los sacramentos, su palabra, la oración, la vida misma de la Iglesia.
Verdaderamente Jesucristo quita el pecado del mundo y el Espíritu Santo
te da testimonio de que la muerte ha sido vencida, que existe la vida
eterna y que puedes tener paz y alegría en medio de la enfermedad y
puedes amar a tu mujer, a tu marido, a tus hijos y al otro con el mismo
amor que Jesucristo ha tenido y tiene por ti, un amor nuevo”.
Sentirse amado
María recuerda que ese amor del
que habla Josep lo sintió antes de ser intubada en la UCI. “El amor de
Cristo a la humanidad entera, a ti. Sentía ese amor en mi corazón. Amor
hasta tal punto de ser insoportable. Le decía al Señor, ¡para, para ya!
Yo solo quería derramar ese amor de Jesucristo a toda criatura y besar
los pies a todos, conocidos o no, fueses como fueses”.
Reconoce que
“no estuve pendiente de la enfermedad, ni del dolor, ni del sufrimiento.
No me quejé a Dios en ningún momento. Fue una gracia inmensa que el
Señor me regaló, y si lo hizo conmigo lo puede hacer con cualquiera que
esté sufriendo una enfermedad en estos momentos”.
María pensaba que “no necesitaba de nadie, que incluso nadie me
quería tanto para sufrir conmigo, y que conmigo misma me bastaba, bueno,
¿qué más da que me quieran o no?”. Porque tal y como explica “me había
mal acostumbrado a que mi vida no tenía ninguna trascendencia, realmente
era un ni fu ni fa”.
Ahora, y con el paso de los días y todavía con una lenta recuperación
por delante, no duda en afirmar que “mi enfermedad ha sido para mí un
tiempo de purificación del corazón. El Señor me ha dado la gracia de
vivir la vida de manera sencilla, en acción de gracias y al paso que el
Señor me quiera marcar, con humildad. Ahora, en el tiempo de la
recuperación voy lentísima pero estoy muy contenta, no sólo porque ya
estoy en casa sino porque la alegría me la regala el Señor”.
https://paraula.org/noticias/mi-enfermedad-ha-sido-para-mi-un-tiempo-de-purificacion-del-corazon-pacientes-y-acompanantes-la-fe-en-medio-de-la-enfermedad/