El domingo anterior
celebró con nosotros en la comunidad parroquial David Puyo Arrieta,
sacerdote joven colombiano que, movido por la llamada del Señor, desde
el camino neocatecumenal, se puso en camino a sus 23 años, y llegó a
Madagascar, donde lleva casi 14 años viviendo inmerso en dicha realidad.
Ha hecho allí su formación sacerdotal y ahora ya lleva varios años
sirviendo en un distrito pobre, lleno de campesinos, junto a otro
sacerdote y dos jóvenes seminaristas. Nos interpeló vivamente su
experiencia y su reflexión como antesala de esta celebración de la
campaña de Manos Unidas. Nos contaba cómo él llego y la realidad se le
hacía dura y pedía al Señor que le diera el gusto para saber estar allí
de verdad y de corazón. Ahora explica cómo la realidad, doliente y
sufriente en la que vive, se vuelve para él lugar de la revelación del
Dios pobre que ama y enriquece sin medida. Nos relata cómo la pobreza en
Colombia hay que ir a buscarla para verla, aquí es difícil encontrarla,
pero allí se te muestra en todos los lugares, envuelta en miseria,
enfermedad y muerte. También recuerda como el sacerdote que le acompañó
en su formación pastoral en Costa de Marfil le repetía constantemente
que nuestro horizonte ministerial ha de ser: construir una iglesia que
sea pobre, vivir como sacerdote pobre y trabajar para que el evangelio
le pueda llegar a lo más pobres.
Ahora vuelve tras estar este tiempo con la
familia –ha pasado por Badajoz porque tiene un hermana religiosa de
clausura, carmelita en Talavera– porque le seduce la misión con este
pueblo y con su gente. Al hablarle de mi admiración por su entrega y su
labor en medio de la dificultad de pobreza y miseria, me comentaba cómo
él siente que se le haría duro batallar en la evangelización en esta
Europa descreída, e incluso en Colombia. Ha notado en este tiempo una
pobreza fuerte de relación, humanismo, fe y alegría. El bienestar nos ha
seducido en una dirección horizontalista e individual, nuestros niños y
jóvenes no sueñan más allá de las pantallas, no miran, no sonríen, no
juegan... están hartos pero insatisfechos y no son más que el reflejo de
los mayores. Qué difícil es que los ricos entremos por las sendas vivas
del Reino de Dios, por las claves de las bienaventuranzas evangélicas.
Él siente el ardor de la fe y de la alegría
de los que pasan hambre, su desnudez ante Dios y ante el otro humano,
sus deseos de vida y fraternidad en medio de la miseria. David cantó el
padre nuestro en la lengua propia de su pueblo y nosotros respondimos en
castellano. Los niños se agolparon en torno a él al terminar la
eucaristía y cantamos y tocamos las palmas como siempre hacen los pobres
en sus caseríos y distrito. Vamos a apoyar proyectos de acogida,
educación, sanidad en su lugar de misión, pero sobre todo estamos
abiertos a dejarnos enriquecer con su fe y alegría. Queremos
comunicarnos y dejarnos evangelizar por ellos, por su pobreza, su
desnudez ante Dios y lo humano. Nuestro lema parroquial este año es
'Hacia un nosotros cada vez más grande', copiado de la campaña de la
pobreza de este curso, queremos que ese nosotros llegue hasta
Madagascar, porque queremos enriquecernos con su pobreza, la que está
llena de fe y de alegría.