Kiko Argüello, coiniciador del Camino Neocatecumenal, fue investido este lunes 25 de octubre como doctor honoris causa
por la Universidad Francisco de Vitoria, junto al gran rabino David
Rosen, por poner en valor el diálogo judío y cristiano. Un
reconocimiento que «sella un itinerario de acercamiento y amistad entre
el Camino Neocatecumenal y el pueblo judío», dijo Argüello en su discurso,
y que «merecería también Carmen Hernández», quien después de pasar un
año –en 1963– en Israel vio «en la vuelta a los orígenes cristianos y a
las raíces judías los pilares más importantes para la renovación de la
Iglesia». El recuerdo a quien inició junto a él este movimiento de la
Iglesia desató una ovación entre los numerosos asistentes al acto,
incluidos los cardenales Osoro y Rouco y el obispo de Alcalá de Henares.
Argüello también recordó cuando «Carmen conoció la comunidad de los
hermanos que se reunían en mi barraca» de Palomeras, a donde «me había
ido a vivir a una chabola con los pobres». Se «quedó impresionadísima de
la respuesta que daban a la Palabra de Dios» y «decidió quedarse a
vivir con nosotros». Allí, «a petición de los mismos pobres, empezamos a
anunciarles el Evangelio» y posteriormente «el Señor nos llevó a
descubrir una síntesis teológico-catequética basada en la Palabra de
Dios, la liturgia y la comunidad, con el fin de conducir a las personas a
la comunión fraterna y a una fe adulta». Fueron los inicios del
movimiento, que con el apoyo del entonces arzobispo de Madrid, Casimiro
Morcillo, «se difundió por Madrid, por España y más tarde por miles de
diócesis de todo el mundo».
Batalla común contra la bestia
Durante su discurso, el coiniciador ahondó en la estrecha relación
con el pueblo judío y aseguró que «tenemos una batalla común que librar
contra la bestia, la bestia que quiso Auschwitz, que sigue actuando en
el mundo y que prepara un nuevo ataque contra la Iglesia y el pueblo
judío, un terrible ataque de ateísmo, de negación de Dios».
Ante esta situación, «debemos ayudarnos mutuamente, cristianos y
judíos, a estrechar profundamente nuestros lazos para hacer la voluntad
de Dios, para redimir esta sociedad, para salvar la familia
judeo-cristiana y la transmisión de la fe a los hijos».
Otro punto de conexión con «nuestros hermanos mayores y padres en la
fe», como definió Argüello al pueblo judío, es el centro internacional
Domus Galilaeae, que «ha desempeñado un gran papel». Por él pasan cada
año de visita 150.000 judíos, y allí también se forman, «aprenden
hebreo» o «cantan el Shemá, Israel» seminaristas procedentes de los seminarios Redemptoris Mater de todo el mundo, destacó Argüello.
Asimismo, el centro «acoge cada año a muchos obispo de la Iglesia
católica que han oído hablar del Camino y quieren saber qué es». En una
de aquellas reuniones se escuchó por primera vez la sinfonía compuesta
por Kiko Argüello y dedicada al sufrimiento de los inocentes, una
canción que rinde homenaje a los asesinados durante el holocausto.
Asistieron 80 obispos católicos de Estados Unidos y también el rabino
David Rosen, el director General del Ministerio de Turismo de Israel y
varias autoridades judías. «Escuchando la sinfonía, el rabino Rosen se
sintió conmovido y dijo: “Esta es nuestra música judía, se ve que
realmente sentís lo que nos hace sufrir”», recordó.
«Yo estaba muy impresionado por la Shoah [holocausto] y el
sufrimiento de los inocentes, así como el hecho de que la santísima
Virgen María, la madre de Jesús, al ver a su Hijo muerto sintió que una
espada le atravesaba el alma. Así, el Señor me inspiró componer un poema
sinfónico en honor a ella y a todas las madres judías que vieron morir a
sus hijos en Auschwitz y en los distintos campos de concentración»,
añadió.
Declaración de 100 rabinos
Posteriormente, se celebraron en la Domus Galilaeae otros dos
encuentros, en 2015 y 2017, en los que estuvieron presentes varios
cardenales y obispos, así como más de un centenar de rabinos con sus
esposas, y muchos responsables del Camino en diversas partes del mundo.
Como resultado de esta reunión, subrayó Argüello, «100 rabinos ortodoxos
firmaron una importante declaración sobre el cristianismo titulada: Hacer la voluntad de nuestro Padre del Cielo: Hacia una asociación entre judíos y cristianos,
que afirma que “la aparición del cristianismo en la historia de la
humanidad no es ni un accidente ni un error, sino el resultado y el
regalo divino deseado para las naciones”».
El discurso del nuevo doctor honoris causa –el cuarto que recibe– concluyó con la interpretación de la Sinfonía de los Inocentes.