A punto de cumplir los 80 años, Esperanza Diéguez mantiene intactas las ganas de seguir colaborando en la tarea cotidiana de la Iglesia a través de su labor en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen y en Cáritas, a las que ha entregado más de la mitad de su vida, siempre con la mano tendida hacia los demás.
Aunque nunca ha buscado ninguna recompensa, el próximo domingo recibirá en la iglesia del Seminario el premio ‘San Alfonso Rodríguez’
con el que desde hace cinco años la diócesis distingue a las personas
que , siguiendo el ejemplo del santo segoviano, trabajan desde el
anonimato y la humildad por extender el mensaje del Evangelio.
Nacida en Arrabalde (Zamora), pero radicada en el barrio de El Carmen desde hace más de cincuenta años, Esperanza Diéguez decidió aceptar el ofrecimiento del entonces párroco Alfio Ayuso para colaborar en la parroquia a través de las catequesis de niños, y desde allí “me captaron para Cáritas parroquial”,
comenzando así su colaboración con esta organización en paralelo con la
actividad en la entonces incipiente vida religiosa del populoso barrio
segoviano.
Procedente de una familia religiosa, la colaboradora y voluntaria
sintió como suya la obligación de transmitir la fe vivida en el seno
familiar, apoyada años más tarde en el Camino Neocatecumenal, al que pertenece y del que asegura que es el principal sustento para poder desarrollar su tarea.
“En los momentos de duda y cansancio, mi principal apoyo es
la oración y la palabra que vivo en mi comunidad, y que me impulsa a
continuar una tarea a la que creo que Dios me llama todos los días”.
El trabajo en Cáritas le llevó a desempeñar una
iniciativa pionera como fue el programa de promoción y desarrollo de la
mujer, en el que lleva colaborando durante más de tres décadas, y que ha
evolucionado en este tiempo desde la alfabetización de mujeres de
colectivos en exclusión social hasta el apoyo psicosocial a través de
las artes plásticas y las manualidades.
Así, valora que durante este tiempo lo más importante ha sido “saber escuchar” a las mujeres en sus problemas e inquietudes y tender puentes para la ayuda mutua. “Mi lema con ellas ha sido que lo que sabes, lo traes y lo compartes con los demás, para que den gratis lo que gratis han recibido”,
asegura. Asimismo, expresó su satisfacción por haber podido ayudar a
muchas mujeres que en los cursos le abren su corazón para expresar sus
problemas y que ella ha tratado de solucionar “simplemente escuchándolas y ofreciéndoles mi apoyo”.
Para Esperanza, el reconocimiento a su labor a través de este premio “es
una atención del Señor por el amor que tiene hacia mí, y creo que no es
un premio, porque a uno que hace lo que tiene que hacer no hay por que
premiarle”. Pese a ello, se siente identificada con el ejemplo de San Alfonso Rodríguez, del que admira su “humildad y su entrega”, y al que promete profundizar en su conocimiento.