No es fácil detectar objetos robados en las plataformas
de compra-venta. La policía tiene la descripción y los números de
serie, pero los ladrones no suelen ser tan tontos como para no tunear lo
robado u ocultar los daños o roces que los identifican. Por eso, cuando
se denuncia un robo, los agentes recomiendan a las víctimas que ojeen
de cuando en cuando el Segunda mano o Wallapop porque ellos son
los que mejor pueden reconocer su bici, su móvil o su tableta. Pero hace
unos cuatro meses apareció en la popular aplicación un anuncio que sí
llamó la atención de los investigadores: “Se vende Biblia vintage, hiperduradera, gorda y supercompleta. Precio 2.500 euros, no admitiendo negociación”.
En
vista del ejemplar, de estilo bizantino con cubierta de oro y plata y
piedras semipreciosas, del precio y de las palabras empleadas para
describirlo, estaba claro que el que puso el anuncio no tenía ni idea lo
que estaba vendiendo ni Wallapop era el lugar apropiado para un objeto
de coleccionista que debiera estar en las vitrinas de un anticuario. O,
mejor, con su verdadero dueño. “Era muy cantoso, olía a la legua que
algo había detrás”, cuenta una portavoz de la Policía Nacional. Y lo que
había era que tanto la Biblia como dos cálices de los mismos materiales
que se ofertaban en el anuncio eran robados.
Hacía seis años que habían sido sustraídas de una iglesia
del distrito madrileño de Hortaleza, Nuestra Señora del Tránsito, un
edificio singular de los años sesenta y de inspiración nórdica en el que
unas cerchas de acero forman una cubierta a dos aguas, obra del
arquitecto Luis Cubillo de Arteaga.
La mañana del 8 julio
de 2014, el párroco, Antonio Fernández, se encontró con la sacristía y
un despacho desordenados. Alguien había entrado por la noche a robar.
Echó en falta solo tres objetos, con los que habían obsequiado a su
iglesia. “Accedieron a la parroquia sin forzar las puertas y revolvieron
la sacristía buscando claramente estas piezas, sabían a por lo que
iban”, cuenta el sacerdote en la web de la Archidiócesis de Madrid.
Puso la denuncia ese mismo día y nunca más se supo de la Biblia ni de
los cálices hasta finales del año pasado, cuando un individuo decidió
intentar desprenderse de ellos a razón de 1.300 euros por cada grial y
2.500 por la Biblia. “Precio no negociable”, advertía el vendedor.
La policía no tiene una estimación de su precio real, pero
sí subraya que es muy superior al de venta al ser “joyas de orfebrería
de gran valor artístico y cultural”. El cura detalla que los cálices, de
“reminiscencias góticas”, están labrados en oro, con incrustaciones de
piedras semipreciosas. Uno de ellos es “especialmente valioso” porque se
hizo para las bodas de oro de sotana del anterior párroco, que ejerció
27 años en el templo de Hortaleza.
La Biblia tiene las
tapas en oro y plata, también con piedras semipreciosas. Por un lado, se
representa la crucifixión con 12 gemas por los 12 apóstoles y, por
otro, “el Cordero sentado con el libro de la vida, tal y como se
representa en el libro del Apocalipsis”. Lo que no son, ni mucho menos,
es antiguos. El cura explica que los tres fueron diseñados por Kiko
Argüello, creador del Camino Neocatecumenal y autor de las pinturas del ábside de la Almudena.
Según
el sacerdote, la pista que llevó a la recuperación de los objetos la
dio en diciembre uno de sus feligreses, “un chico joven que estaba
amueblando su casa y, navegando por uno de los portales de compraventa
de objetos de segunda mano, los vio”. Los agentes se hicieron pasar por
compradores, determinaron que efectivamente eran objetos robados,
identificaron al vendedor y lo denunciaron ante el juez el pasado 16 de
abril por robo con fuerza, agravado por el valor reconocido de los
efectos. El presunto ladrón tiene 49 años, es vecino de la zona donde se
produjo el robo y no había delinquido nunca, o al menos no le constan
antecedentes. ¿Qué le llevó a caer en la tentación de entrar en la
iglesia y llevarse esos objetos? “Posiblemente, motivos económicos”,
apunta la policía.
El pasado viernes, el comisario jefe
de la Comisaría de Hortaleza devolvió al párroco los objetos
recuperados. “¡Estamos muy contentos!”, exclama el cura, ya que “son
piezas de gran valor sentimental que además se podrán volver a utilizar
en las eucaristías”. “Yo, sinceramente, los había dado por perdidos”,
confiesa Fernández, que ahora los ha mandado al orfebre que los talló
para restaurarlos. Algunas piedras estaban desprendidas y el interior de
los copones, muy deteriorado.