Justo dos meses después de la explosión que dejó en ruinas sus edificios parroquiales y obligó al cierre del templo, la madrileña iglesia de la Virgen de La Paloma volvió a acoger una celebración litúrgica.
Y fue precisamente en la festividad de San José, a quien el párroco atribuyó el gran consuelo que, tras la tragedia que causó cuatro muertos, entre ellos el joven sacerdote Rubén Pérez Ayala,
supone la reapertura: “En medio del dolor, San José ha trabajado
silenciosamente, con corazón de padre, y nos ha reunido hoy en familia”,
dijo el padre Gabriel Benedicto. (Ver abajo el vídeo de la homilía completa.)
El 20 de enero pasado el edificio colindante a la iglesia, que acoge
las oficinas parroquiales y es lugar de reunión habitual de las 18 comunidades del Camino Neocatecumenal asociadas a la parroquia, saltó por los aires al soltarse un conducto bajo la acera de la calle Toledo y entrar gas desde la calle. El lugar siniestrado permanece clausurado hasta la conclusión de los informes técnicos.
La detonación y los cascotes causaron la muerte del sacerdote Rubén Pérez Ayala, de 36 años; de su amigo David Santos, padre de cuatro hijos, de 35 años, que se encontraba en el edificio; del albañil toledano Javier Gandía, de 45 años, que trabajaba en la zona; y de Stefko Ivanov, de nacionalidad búlgara, que pasaba por allí en el momento de la explosión y estaba a punto de cumplir los 47 años.
A la misa asistieron ciento cincuenta personas especialmente
invitadas de todos los sectores sociales del castizo barrio, para el que
la Virgen de La Paloma es signo de identidad y orgullo, y sus sacerdotes toda una referencia, en particular durante el confinamiento, que amenizaban por las tardes con sus oraciones y canciones.
Las familias y amigos de las víctimas y del colegio y la residencia
de ancianos colindantes recordaron juntos a todos los afectados. Dios
“no es indiferente ante nuestro sufrimiento y sabe cuánto echamos de
menos a Javier, a Stefko, a David, y a Rubén; por eso hoy nos ha
convocado para consolarnos y darnos su fortaleza, la cual se manifiesta en medio de nuestra debilidad”, dijo el párroco.
“Hoy, de alguna manera, el cielo y la tierra se unen. Le
pedimos al Señor que nos conceda paz y que podamos mirar siempre el
dolor de los demás. Hoy todos somos parte de estas cuatro familias y hoy
el Señor quiere consolarnos a todos”, añadió: “Yo le pido a Dios a que
podamos mirar ahora con esperanza al futuro y que San José, que tuvo que abrazar una realidad que no había elegido, nos ayude a abrazar esta historia
que forma parte ya de la historia de La Paloma, de cada uno de
nosotros, como un punto de partida de una historia nueva, donde él es
capaz de abrir un futuro y de reconstruir algo que sea eterno”.
En la misa, que pudo ser seguida por el canal de Youtube de la parroquia, se recordó también a los niños y profesores del colegio La Salle, y a los ancianos y trabajadores de la residencia de ancianos La Paloma, que vivieron la explosión sin sufrir daños personales.