La Eucaristía estuvo presidida por el Cardenal Andrés Soo-jung Yeom, arzobispo de Seúl y administrador apostólico de Pyongyang, diócesis de la capital norcoreana. Durante la celebración, el cardenal expresó su intención de dedicar la diócesis de Pyongyang a Nuestra Señora de Fátima.
Entre los concelebrantes hubo cuatro auxiliares, Mons. Benedicto Son, vicario general; Mons. Timeteo Yu; Pedro Chung; Mons. Job Koo; junto a numerosos sacerdotes de Seúl, incuyendo a Mons. Mateo Hwang, vicario de la diócesis de Pyongyang, el Pbro. Aquiles Chung y el Padre Lucas Lee, respectivamente presidente y vicepresidente del Comité de reconciliación nacional, que organizó la conmemoración.
Concelebró también Mons. Mario Codamo, responsable de los asuntos de la Nunciatura Apostólica. Algunos embajadores - de México, El Salvador, Timor Oriental, Filipinas - participaron en la Misa.
La catedral estuvo repleta de fieles, laicos y religiosas, al máximo de su capacidad pero bajo la rigurosa observancia de las medidas sanitarias preventivas por el Covid-19. Antes de ingresar a la catedral, todos debieron pasar por un control de la temperatura, llevando una mascarilla, y luego permanecer sentados a una distancia de cuando menos un metro entre sí. No hubo cantos, pero el sonido del órgano acompañó la celebración.
Entre los participantes hubo cerca de setenta miembros del Camino Neocatecumenal e inclusive algunos seminaristas del seminario Redemptoris Mater de Seúl, provenientes de varios países.
En la homilía el cardenal tuvo momentos de visible emoción. En efecto, él es uno de los pocos obispos que vivió la guerra coreana en primera persona, ya que nació en 1943.
El Card. Yeom recordó la extensa lista de muertos entre los soldados de los dos frentes y la de los civiles del Norte y del Sur (en total, casi dos millones), además de la tragedia de los refugiados y la persecución de los cristianos.
«La razón por la que miro atrás – dijo - a nuestra historia de 70 años, y siendo que soy uno de los que ha vivido la guerra del 25 de junio de un modo directo, es para pedirles aunar todas las fuerzas y todos los corazones a fin de servir, como sea, a la construcción de nuestra Península coreana, de una sociedad en la cual todo el pueblo, tanto del Sur como del Norte, liberado de las ataduras del pasado a través de la ‘purificación de la memoria’ viva una vida verdaderamente humana, en la «verdadera paz que el Señor nos concede»(cfr Juan 14,27)».
El año pasado, en la asamblea plenaria otoñal, los obispos de Corea decidieron conmemorar el 70mo. Aniversario del inicio de la Guerra de Corea a nivel diocesano, y no a nivel de conferencia episcopal, el 25 de junio del 2020. Es por ello que la arquidiócesis de Seúl celebró la Santa Misa de un modo sencillo, en una atmósfera cuyo sello distintivo fue la solidaridad internacional.
Por gracia de Dios, hemos podido conmemorar adecuadamente esta jornada realmente histórica para Corea. El cardenal, con su homilía y con su declaración sobre la dedicación a la Virgen de Fátima de la diócesis de Pyongyang, que sufre persecuciones aún cuando carezca de visibilidad, exhortó a los fieles a una renovación espiritual, y a la nueva evangelización en la Península coreana.