A finales de los años
setenta en Valledupar crecían de la mano los cultivos de algodón, los grupos al
margen de la ley y la esperanza del pueblo a través de la predicación del
mensaje de Cristo por medio de la Diócesis de
Valledupar, de la Iglesia Católica. El tiempo de crisis y miedo en
las calles de la capital del Cesar fue el momento ideal para que la visión
enérgica y la incansable fuerza del monseñor José Agustín Valbuenallegara a Valledupar.
“Su amor por la obra de la
iglesia se notaba por su entrega total por el pastorado, cuando no era a
caballo y en carro, él recorría la Diócesis a pie para conocer perfectamente
sus ovejas y las necesidades de todo el territorio de Valledupar, para luego
crear su proyecto como líder y lograr una Diócesis viva, entusiasta, dinámica,
evangelizada y evangelizadora”, indicó el sacerdote José Enrique Muñoz,
presbítero de la ciudad.
Es que en cada viaje del
segundo obispo de Valledupar, cuentan sus más fieles seguidoras, eran una
aventura por la situación que se vivía en el Cesar. “Salía desde la mañana y
volvía tarde de la noche con todos los arreos episcopales de ese momento y
estudiaba mucho la vida de los santos para ayudar a los fieles y al clero
diocesano”, contó Mariela Ramírez, uno de los primeros miembros de la comunidad
del camino Neocatecumenal.
Puesta su mirada en
horizonte de la iglesia no le importó la violencia armada, sino que vio con los
ojos de Jesús los desafíos como la mejor oportunidad para formar
evangelizadores. Logrando un trabajó que mostró aumentó en la santificación de
su presbiterio; monseñor Valbuena fomentó la formación de los laicos creando
espacios como las comunidades apostólicas, entre las que destacan las Pequeñas
Comunidades, las de comunidades apostólicas.
EL VISIONARIO
El obispo que se enamoró de
la obra de la iglesia en Valledupar. Es que en el recorrido que hacen fieles de
la fe católica y visitantes a la Diócesis de Valledupar en sus instalaciones
logran ver que el sacerdote secular del clero de Ibagué supo tomar las riendas
de una Diócesis que comenzaba a crecer poblacionalmente, agitada por la bonanza
algodonera, el surgimiento de la violencia armada y con grandes desafíos
evangelizadores.
El sacerdote Román Navarrete
explica que las ordenaciones sacerdotales no se llenaban e incluso por la
violencia y las costumbres en la ciudad no se respetaban los actos litúrgicos
de la iglesia pero con el trabajo incansable evangelizador del obispo José
Agustín con los niños, con los jóvenes, con la Pastoral Social y la pastoral de
la promoción del laicado logró obtener una iglesia dinámica, con un laicado
formado y efectivo.
El colaborador fiel del
evangelio, como decía su lema episcopal, durante 26 años de episcopado llegó a
todos los rincones de la Diócesis, acompañando a su clero, animando a las
comunidades laicales y fomentando la vida cristiana; sus trabajos; su obra
cumbre fue la fundación del Seminario Juan Pablo II para la formación del
‘Pastores para la Nueva Evangelización’, un clero renovado y un laicado
comprometido.
Ángela Velásquez, primera
miembro de la comunidad de parejas de la parroquia Inmaculada Concepción,
manifestó que su trabajo por el desarrollo de las familias de las parroquias
fue de corazón y de compromiso por el fortalecimiento de los lazos que había unido
la iglesia.
“Las reuniones iniciaron con
varios nombres y estrategias pero no se consolidaban pero al final con su
compañía logramos formalizarlas y aprendimos doctrina, temas bíblicos y temas
de familias. Las reuniones pasaron de ser cada 15 días a ser semanales por la
acogida que tuvo el pueblo de estas y se realizó tiempo después se realizó el
primer congreso diocesano de parejas que superó las expectativas y se piensa en
establecerlo como una comunidad”, dijo.
Visionario, enérgico e
incansable fueron los 26 años de ministerio lo que dejo el monseñor José
Agustín Valbuena, quien dejó el servicio en julio del 2003. “La pastoral
vocacional fue una de las grandes prioridades del monseñor y esto fue a través
de la evangelización a los jóvenes, las familias y las llamadas en ordenación
de muchos jóvenes hoy sacerdotes de la Diócesis de Valledupar”, relató Miguel
Suárez, feligrés que ratifica el llamado al servicio del obispo Valbuena.