Paolo Rodari y Andrea Tornielli publicaron en 2011 un libro titulado En
defensa del Papa. En la introducción explican de forma magistral los dos
comentarios que se extendieron cuando Benedicto XVI fue elegido. El
primero, «será un Papa de transición, dos o tres años, sólo durará dos
otres años, sin dejar mucha huella a su paso». De eso mismo decían de
Juan XXIII y pasará a la historia por ser el precursor de la
actualización de la Iglesia universal en medio de la Modernidad y de la
mano del Concilio Vaticano II.
Pero lo que no sabían, lo que nadie imaginaba es que el Papa alemán, el
Panzer cardinale, el Rottweiler de Dios, quien guardaba hasta la última
coma la aplicación del catolicismo en el mundo a través de la dirección
de la Congregación para la Doctrina de
la Fe,
es que iba a renunciar después de ocho años, en vida, con todas las
facultades mentales intactas, con una lucidez extraordinaria, siendo uno
de los mayores intelectuales de la segunda mitad del siglo XX. Ha
abierto, sin lugar a dudas, un camino dentro y fuera de la Iglesia
respecto a los mandatos institucionales, morales y políticos en el siglo
XXI.
Sin embargo, esto es lo más conocido, lo que de Benedicto XVI se ha
comentado y se comentará a raíz de su muerte. Pero no es lo más
importante. Rodari y Tornelli también destacan un segundo comentario al
ser elegido y aquí está la clave de la que vida que ha llevado a cabo
Joseph Ratzinger: «Se acabó la fiesta». Podremos estar de acuerdo o no
con aspectos doctrinales y tradicionales del catolicismo, los podremos
debatir, lo que se quiera, pero este hombre que nos acaba de dejar
pasará a la historia por poner encima de la mesa asuntos que estaban
silenciados, que eran incómodos y que provocaron una crisis sin
precedentes en el seno de la Iglesia universal. Esos temas, desde la
pedofilia y los abusos hasta los negocios oscuros del Banco Vaticano o
los claros oscuros de la curia, los ha cogido Francisco y los está
colocando a la vista de todos. Pero el primero en destaparlo fue, no lo
olvidemos, Benedicto XVI.
Renunció solo, porque abrió en canal
cuestiones que afectaban a muchas personas. Este será, a mi juicio, su
mayor legado, de ahí que también le calificaran, los comunistas
italianos, como el barrendero de Dios, la escoba de Dios. Su programa,
sin saberlo, lo presentó días antes de la muerte de Juan Pablo II, en el
via crucis de marzo del 2005 en el Coliseo de Roma: «Cuánta suciedad
hay en la Iglesia, y precisamente también entre quienes en virtud del
sacerdocio deberían pertenecer a Jesucristo por completo». Se quedó
solo, pero persistió, porque tuvo en mente, desde sus años como profesor
en la Universidad, el debate y el esclarecimiento de la verdad, aunque
acabe con más de una fiesta. Sólo falta que nos comprometamos con ella.
Gracias Santidad.
https://www.levante-emv.com/opinion/2023/01/03/benedicto-xvi-acabo-fiesta-80615700.html