El papa Francisco presidió hoy, Viernes Santo, la celebración de la
Pasión del Señor en una Basílica de San Pedro que presentaba una imagen
inédita, en penumbras y sin la presencia de fieles, aumentando aún más
la sobriedad de la ceremonia en la que el Santo Padre, vestido de
púrpura en recuerdo de la sangre de Cristo derramada en la Cruz, se
postró en el suelo delante del altar para orar durante unos minutos ante
el crucifijo de San Marcelo.
El predicador de la Casa Pontificia, padre Rainiero Cantalamessa OFM
Cap, pronunció la homilía y dijo: “Dios participa en nuestro dolor para
vencerlo”, y en medio de tanto sufrimiento causado por esta pandemia,
“es aliado nuestro, no del virus”.
El fraile capuchino lanzó un mensaje contundente: “No hagamos que
tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los
agentes sanitarios haya sido en vano. Construyamos una vida más
fraterna, más humana y más cristiana”.
Citando las palabras de San Gregorio Magno, la Escritura “crece con
quienes la leen” (cum legentibus crescit), Cantalamessa recordó que hoy
todos los cristianos leemos el relato de la Pasión con una pregunta en
el corazón, “más aún, con un grito”, que se eleva por toda la tierra y
que por lo tanto, “debemos tratar de captar la respuesta que la palabra
de Dios le da”.
“Lo que acabamos de escuchar es el relato del mal objetivamente más
grande jamás cometido en la tierra”, dijo el padre Raniero sugiriendo
que podemos mirarlo desde dos perspectivas diferentes: de frente o por
detrás, es decir, por sus causas o por sus efectos:
“Si nos detenemos en las causas históricas de la muerte de Cristo
nos confundimos y cada uno estará tentado de decir como Pilato: «Yo soy
inocente de la sangre de este hombre». Por lo tanto, la cruz se
comprende mejor por sus efectos que por sus causas”.
En este sentido, el predicador capuchino subrayó que uno de esos
efectos que emanan del sacrificio de Jesús, es que su cruz ha cambiado
el sentido del dolor y del sufrimiento humano. “De todo sufrimiento,
físico y moral. Ya no es un castigo, ni una maldición. Ha sido redimida
en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí”.
Asimismo, el padre Raniero hizo hincapié en que Jesús murió por
todos y no solo por los que tienen fe, con lo cual el plan de Salvación
de Dios fue pensado para toda la humanidad.
En alusión al actual contexto de sufrimiento e incertidumbre que viven
millones de personas en todo el mundo, recluidas en sus hogares
cumpliendo con la cuarentena para evitar que se siga extendiendo el
coronavirus, el predicador de la Casa Pontifica preguntó: ¿Cuál es la
luz que todo esto arroja sobre la situación dramática que está viviendo
la humanidad?
“También aquí, más que a las causas, debemos mirar a los efectos. No
solo los negativos, cuyo triste parte escuchamos cada día, sino también
los positivos que solo una observación más atenta nos ayuda a captar.
La pandemia del Coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro
mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del
delirio de omnipotencia”.
Ha bastado el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un
virus -continuó diciendo Cantalamessa- para recordarnos que somos
mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para
salvarnos. «El hombre en la prosperidad no comprende —dice un salmo de
la Biblia—, es como los animales que perecen. ¡Qué gran verdad!».
Igualmente, en su homilía, el padre Raniero puntualizó que en medio
de esta pandemia, “¡Dios es aliado nuestro, no del virus!” «Tengo
proyectos de paz, no de aflicción», nos dice Él mismo en la Biblia.
El que lloró un día por la muerte de Lázaro llora hoy por el flagelo
que ha caído sobre la humanidad. Sí, Dios “sufre”, como cada padre y
cada madre. Un día, nos avergonzaremos de todas las acusaciones que
hicimos contra Él en la vida. Dios participa en nuestro dolor para
vencerlo. «Dios —escribe san Agustín—, siendo supremamente bueno, no
permitiría jamás que cualquier mal existiera en sus obras, si no fuera
lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar del mal mismo el bien».
Otro fruto positivo de la presente crisis sanitaria que destacó el Predicador es el sentimiento de solidaridad.
“¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones se
sintieron tan unidos, tan iguales, tan poco litigiosos, como en este
momento de dolor? Nunca como ahora hemos percibido la verdad del grito
de un nuestro poeta: «¡Hombres, paz! Sobre la tierra postrada demasiado
es el misterio» . Nos hemos olvidado de los muros a construir. El virus
no conoce fronteras. En un instante ha derribado todas las barreras y
las distinciones: de raza, de religión, de censo, de poder. No debemos
volver atrás cuando este momento haya pasado”
El padre Cantalamessa concluyó recurriendo a la exhortación del
Santo Padre Francisco, nos recuerda que no debemos desaprovechar esta
ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso
heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es
la «recesión» que más debemos temer.
“Es el momento de realizar algo de esta profecía de Isaías cuyo
cumplimiento espera desde siempre la humanidad. Digamos basta a la
trágica carrera de armamentos. Gritadlo con todas vuestras fuerzas,
jóvenes, porque es sobre todo vuestro destino lo que está en juego.
Destinemos los ilimitados recursos empleados para las armas para los
fines cuya necesidad y urgencia vemos en estas situaciones: la salud, la
higiene, la alimentación, la lucha contra la pobreza, el cuidado de lo
creado. Dejemos a la generación que venga, un mundo más pobre de cosas y
de dinero, si es necesario, pero más rico en humanidad”, concluyó. +