Es sintomático observar que hay un malestar general y que se puede
resumir en esta frase: “Esto no va bien. Parece mentira que se puedan
hacer tales atrocidades. Esto es insoportable”. Entonces lo que ocurre
de negativo en la sociedad, se lamenta, y de lamentaciones no se cambian
las actitudes y las costumbres. Tampoco uno puede arrogarse el hecho de
corregir cuando vemos los defectos de los demás pero no los propios. Ya
lo dice el evangelio: “¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu
hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo?… Hipócrita: saca
primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la
mota del ojo de tu hermano” (Mt 7, 3-5). No es fácil reconocer que todos
tenemos defectos e incluso uno mismo. Por eso siempre se aconseja que
veamos más lo positivo que lo negativo. “Procurad adquirir las virtudes
que creéis faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos,
porque no los tendréis vosotros” (San Agustín, Enarrationes in Psalmos
30, 2, 2). Si se desea que haya cambio de vida o actitudes hemos de
fijarnos en lo positivo más que en lo negativo.
Recuerdo lo que
decía el Papa Francisco en su homilía el día 11 de diciembre del año
2017: “Somos maestros de lo negativo por la herida del pecado, mientras
que en lo positivo somos mendigos…Y no es fácil porque para dejarse
consolar por el Señor hace falta despojarse de nuestros egoísmos, de lo
que son nuestro tesoro, tanto la amargura como las lamentaciones. Nos
hará bien a cada uno de nosotros hacer un examen de conciencia. ¿Cómo
está mi corazón? ¿Tengo alguna amargura? ¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo
es mi lenguaje? ¿Es el de alabar a Dios, admirar su belleza o de
lamentarme siempre? Hemos de tener el coraje de pedir al Señor la gracia
del coraje, porque en el coraje viene Él a consolarnos”. No cabe duda
que, este estilo y forma de vida, ayuda a la hora de contemplar lo que
ocurre a nuestro alrededor con positividad o negatividad.
Las
relaciones humanas requieren siempre saber que la vida de la otra
persona es sagrada y por lo tanto se requiere, ante todo, respeto y
ayuda en lo que corresponda. De ahí que la crítica destructiva y
negativa paraliza el desarrollo de la sociabilidad y fraternidad; sin
embargo la crítica positiva y constructiva ayuda a crecer en madurez
humana, también se llama “corrección fraterna” y esta fortalece la
fraternidad: “Si tu hermano peca contra ti, vete y corrígele a solas tú
con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” (Mt 18, 15). Hay un
texto que se suele rezar en la Liturgia de las Horas que siempre me ha
hecho reflexionar: “No es lo que está roto, no, el agua que el vaso
tiene; lo que está roto es el vaso, y el agua al suelo se vierte / No es
lo que está roto, no, la luz que sujeta el día; lo que está roto es su
tiempo, y en la sombra se desliza / No es lo que está roto, no, la caja
del pensamiento; lo que está roto es la idea que la lleva a lo soberbio /
No es lo que está roto Dios ni el campo que él ha creado; lo que está
roto es el hombre que no ve a Dios en su campo”.
Bien se puede
aplicar el Cuento del Oasis: A un oasis llega un joven, toma agua, se
asea y pregunta a un anciano que se encuentra descansando: -¿Qué clase
de personas viven aquí? -El anciano le pregunta: ¿Qué clase de gente
había en el lugar de donde tú vienes? -Un montón de gente egoísta y mal
intencionada. Estoy encantado de haberme ido de allí, replicó el joven.
-Lo mismo habrás de encontrar aquí, respondió el anciano. Ese mismo día
otro joven se acercó a beber agua al oasis y viendo al anciano preguntó:
-¿Qué clase de personas viven en este lugar? -El anciano respondió con
la misma pregunta: -¿Qué clase de personas viven en el lugar de dónde tú
vienes? -Un magnífico grupo de personas, honestas, amables, amigables,
hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado. -Lo mismo encontrarás
aquí, respondió el anciano. Un hombre que había escuchado ambas
conversaciones le preguntó al anciano: -¿Cómo es posible dar dos
respuestas tan diferentes a la misma pregunta? Entonces el anciano
contestó: -Cada uno de nosotros sólo puede ver lo que lleva en su
corazón. Aquel que no encuentra nada bueno en los lugares donde estuvo,
no podrá encontrar otra cosa ni aquí ni en ninguna parte.