La fiesta de Pentecostés: “solemnidad que nos recuerda y nos hace
revivir el derramamiento del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y otros
discípulos”. Con estas palabras, el Papa Francisco recuerda – delante de
los fieles presentes en la Plaza de San Pedro durante el Regina Coeli -
el día que “comenzó la historia de la santidad cristiana”.
La santidad cristiana
Y comenzó precisamente ese día porque el Espíritu Santo “es la fuente
de la santidad, que no es el privilegio de unos pocos, sino la vocación
de todos”, dijo el Papa. Momento en el que recordó una de las frases
que se leen en su Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate: "El
Espíritu Santo derrama santidad, en todas partes, en el pueblo santo y
fiel de Dios" e hizo referencia a la afirmación del Concilio Vaticano
II, cuando dice: "Dios quería santificar y salvar a los hombres, no
individualmente y sin ninguna conexión entre ellos, sino que quiere
convertirlos en un pueblo, reconociéndolo según la verdad y servirlo en
santidad”.
Jesucristo, es el "mediador y garante de la efusión perenne del
Espíritu", - aseguró el Papa - y para ello recordó algunas profecías
realizadas en Jesucristo. Es el caso de Ezequiel, cuando dice: "Pondré
mi espíritu dentro de ustedes y les haré vivir de acuerdo con mis leyes y
les haré observar y poner en práctica mis normas". [...] Ustedes serán
mi pueblo y yo seré su Dios "(36: 27-28). Y también a través del profeta
Joel, cuando proclama: "Derramaré mi espíritu sobre todos los hombres, y
se convertirán en profetas vuestros hijos e hijas”. [...] Incluso sobre
los esclavos y esclavas en aquellos días derramaré mi espíritu. [...]
Quien invoque el nombre del Señor será salvo "(3.1-2.5). Cualquiera que
invoque el nombre del Señor, será salvado” (3,1-2.5).
El camino de la santificación
Una santidad – continuó el Papa – que desde ese día de Pentecostés, y
hasta el fin de los tiempos, “es donada a todos aquellos que se abren a
la acción del Espíritu Santo y se esfuerzan en serle dócil”.
Él nos hace experimentar una alegría plena – aseveró Francisco - pues
el Espíritu Santo, al entrar en nosotros “vence la sequedad, abre los
corazones a la esperanza, estimula y favorece la maduración interna en
la relación con Dios y el prójimo”. En este contexto – puntualizó el
Papa - San Pablo nos dice: "El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio
propio".
Un Regina Coeli en el que Francisco invitó además a pedir a la Virgen
María “que obtenga hoy un Pentecostés renovado para la Iglesia”, “nos
dé la alegría de vivir y dar testimonio del Evangelio” e infunda en
nosotros “un intenso deseo de ser santos para la mayor gloria de Dios".