Durante la Audiencia General de este miércoles 20 de enero, el Papa dedicó su catequesis a la oración por la unidad de los cristianos. Francisco recordó que “la unidad es sobre todo un don, es una gracia que hay que pedir con la oración”, insistiendo a su vez en que “es todavía más necesaria la oración para que la unidad prevalezca sobre los conflictos”, porque como añadió que el foco de tantas divisiones está dentro de nosotros.
Papa Francisco: «la raíz de tantas divisiones está dentro de nosotros»
La
solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia
genera otra discordia. El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la
paz, la reconciliación, la unidad. Lo dijo el papa Francisco,
reflexionando este miércoles en la Audiencia General, sobre la Unidad de
los cristianos. El Señor pidió la unidad entre nosotros «para que el mundo crea»,
recordó el Papa, y, el mundo, «no creerá porque lo convenzamos con
buenos argumentos, sino si testimoniamos el amor que nos une y nos hace
cercanos».
Dios nos ha dado “instrumentos”: la oración y el amor,
para “hacer crecer la unidad”. Mientras el diablo nos tienta con las
“debilidades de nuestros hermanos”, engrandeciendo los errores y los
defectos de los otros, “el Espíritu Santo nos inspira a la unidad”. El
papa Francisco, que en este miércoles 20 de enero dedicó su catequesis a
la oración por la unidad de los cristianos, nos recuerda que la
raíz de la comunión con Dios “es el amor de Cristo”, que nos hace
superar los prejuicios para ver en el otro a un hermano y a una hermana
al que amar siempre.
La
oración de Jesús, tras la última Cena, dijo el Papa, se puede decir que
es “su testamento espiritual”: rezó para «para que todos sean uno» (Jn
17,21). Sin embargo, – continuó – notamos que el Señor no ha ordenado a los discípulos la unidad. Ni siquiera les dio un discurso para motivar su necesidad. Ha rezado al Padre por nosotros, para que seamos una sola cosa.
Esto significa, explicó Francisco, “que no bastamos solo nosotros, con nuestras fuerzas, para realizar la unidad”, pues “la unidad es sobre todo un don, es una gracia que hay que pedir con la oración”:
“Cada
uno de nosotros lo necesita. De hecho, nos damos cuenta de que no somos
capaces de custodiar la unidad ni siquiera en nosotros mismos.”
Recordando
al apóstol Pablo, que sentía dentro de sí el lacerante conflicto de
“querer el bien y estar inclinado al mal”, y que comprendió “que la raíz de tantas divisiones
que hay a nuestro alrededor – entre las personas, en la familia, en la
sociedad, entre los pueblos y también entre los creyentes – está dentro de nosotros”,
Francisco, citando el Concilio Vaticano II, hizo presente los muchos
elementos que se combaten en el propio interior del hombre, y afirmó que
“la solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la
discordia genera otra discordia”:
“El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad.”
La unidad – aseguró – puede llegar sólo como fruto de la oración. “Los esfuerzos diplomáticos y los diálogos académicos no bastan”. “Deben hacerse, pero no bastan”, subrayó.
“Jesús
lo sabía y nos ha abierto el camino, rezando. Nuestra oración por la
unidad es así una humilde pero confiada participación en la oración del
Señor, quien prometió que toda oración hecha en su nombre será escuchada
por el Padre.”
Por eso invitó a preguntarnos si rezamos por la voluntad de Jesús, por la unidad.
“Si revisamos las intenciones por las que rezamos, probablemente nos
demos cuenta de que hemos rezado poco, quizá nunca, por la unidad de los
cristianos”, observó. De esta, añadió, “depende la fe en el mundo”:
“El
Señor pidió la unidad entre nosotros «para que el mundo crea». El mundo
no creerá porque lo convenzamos con buenos argumentos, sino si
testimoniamos el amor que nos une y nos hace cercanos, sí, creerá.”
Y
“en este tiempo de graves necesidades”, continuó el Papa, “es todavía
más necesaria la oración para que la unidad prevalezca sobre los
conflictos”. “Es urgente dejar de lado los particularismos para
favorecer el bien común, y por eso nuestro buen ejemplo es fundamental:
es esencial que los cristianos prosigan el camino hacia la unidad plena,
visible”.
El que camino que el papa Francisco anima a seguir
Se trata de un camino, suscitado por el Espíritu Santo, que ya ha iniciado y que irá siempre hacia adelante, y los cristianos debemos “luchar por la unidad”, es decir, “rezar”.
Rezar significa luchar por la unidad.
Sí, luchar, porque nuestro enemigo, el diablo, como dice la palabra
misma, es el divisor. Jesús le pide al Espíritu Santo unidad, que haga
la unidad. El diablo siempre se divide. Siempre divide, porque le
conviene dividir. Él insinúa la división, en todas partes y de todas las
maneras, mientras que el Espíritu Santo hace converger en unidad
siempre. El diablo, en general, no nos tienta con la alta teología, sino
con las debilidades de nuestros hermanos. Es astuto: engrandece los
errores y los defectos de los otros, siembra discordia, provoca la
crítica y crea facciones.
Mientras que Dios “nos toma como
somos, diferentes, pecadores, y nos impulsa a la unidad”, el divisor
toma el arma “que tiene más a mano” para dividir: “la habladuría”, con
la que “alimenta el conflicto”:
“La
habladuría es el arma que el diablo tiene más a la mano para dividir la
comunidad cristiana, para dividir la familia, para dividir los amigos,
para dividir, siempre. El Espíritu Santo siempre nos inspira a la
unidad.”
“Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia”, (cfr Jn 15,5-9).
El tema de esta Semana de oración, dijo el Papa, “se refiere
precisamente al amor”, y da cuenta de que “la raíz de la comunión es el
amor de Cristo, que nos hace superar los prejuicios para ver en el otro a
un hermano y a una hermana al que amar siempre”. Así “descubrimos
que los cristianos de otras confesiones, con sus tradiciones, con su
historia, son dones de Dios, son dones presentes en los territorios de
nuestras comunidades diocesanas y parroquiales”.
“Empecemos a rezar por ellos y, cuando sea posible, con ellos. Así aprenderemos a amarlos y a apreciarlos.”
La oración, recuerda el Concilio, – concluyó el Papa – es el alma de todo el movimiento ecuménico (cfr Unitatis redintegratio, 8).
“Que sea, por lo tanto, la oración el punto de partida para ayudar a Jesús a cumplir su sueño: que todos sean uno.”
(Vaticannews.va)