La Iglesia es en salida o no es Iglesia, y está «llamada a ser
siempre la casa abierta del Padre». De modo que, si alguien quiere
seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, «no se
encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas”. Catequesis del
Papa
La asamblea de Jerusalén ofrece una luz importante sobre los
modalidades con las cuales afrontar las divergencias y buscar la “verdad
en la caridad”. El pensamiento que el Apóstol Pablo expresa en sus
cartas, recordado por el Papa Francisco en el curso de su catequesis del
miércoles 23 de octubre, ofrece luz sobre una cuestión teológica,
espiritual y disciplinaria muy delicada de aquel entonces: la relación
entre la fe en Cristo y la observancia de la Ley de Moisés. Un
pensamiento que alcanza también a nuestros días.
La Iglesia no es una fortaleza cerrada, sino una tienda de campaña
Siguiendo
con sus catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, el Papa
reflexionó sobre “la naturaleza de la Iglesia”, que no es “una fortaleza
cerrada”, sino “una tienda de campaña» capaz de «agrandarse para
recibir a todos»: es una Iglesia en salida, «una Iglesia con las puertas
siempre abiertas».
En Antioquía de Siria, donde por primera vez
los creyentes fueron llamados cristianos, Pablo y Bernabé inician el
primer viaje misionero. En las diferentes comunidades, de la predicación
del Evangelio en las Sinagogas de la diáspora se pasó al anuncio a los
paganos, que Dios también llama a la fe. Esta novedad de apertura a
otros que no eran judíos, desencadenó una controversia: algunos judíos
afirmaban la necesidad de la circuncisión para la salvación. Para
resolver esta cuestión, recurrieron a la “Asamblea de los Apóstoles y de
los Ancianos”, y tuvo lugar el así llamado “Concilio de Jerusalén”, en
el que se afrontó la relación entre la fe en Cristo y la observancia de
la ley de Moisés. Pedro y Santiago, columnas de la Iglesia Madre,
invitaron a no imponer la circuncisión a los paganos que se convertían a
la fe, sino sólo a que rechazasen la idolatría y todas sus expresiones,
pues sólo la gracia del Señor Jesús es causa de salvación.
Los cristianos no se asustan
El
Papa recordó también que el viaje de los Apóstoles comienza como
resultado de una fuerte persecución, la cual, en lugar de “detener” la
evangelización, se convierte en una “oportunidad” para ensanchar el
campo donde sembrar la buena semilla de la Palabra. Esto porque “los
cristianos no se asustan”: debieron huir, sí, pero “con la Palabra”,
propagándola “un poco por todos lados”.
La Iglesia es en salida, o no es Iglesia
Francisco
aseveró que la Iglesia es “en salida” o “no es Iglesia”, remarcando
asimismo que la Iglesia «está llamada a ser siempre la casa abierta del
Padre». De modo que, «si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y
se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas
puertas cerradas».
La sinodalidad es el método eclesial para reflexionar y confrontarse
Explayándose
sobre la Iglesia de “puertas abiertas”, en su catequesis pronunciada en
italiano el Santo Padre se detuvo en la controversia sobre la necesidad
de circuncisión a los paganos para la salvación, resuelta luego por el
concilio de Jerusalén: la posición de entonces era que “primero» se
debía proceder con «el rito judío”, es decir, con “la circuncisión”. Y
luego se procedía con el bautismo.
Pero Pedro y Santiago,
“columnas” de la Iglesia Madre, dijo el Papa, “invitaron a no imponer la
circuncisión a los paganos, sino a pedirles sólo que rechacen la
idolatría y todas sus expresiones”: una invitación que fue acogida por
el Concilio de Jerusalén.
La Asamblea de Jerusalén nos enseña cómo
enfrentar las divergencias y buscar «la verdad en la caridad» (Ef 4,5),
nos ayuda a entender que la Sinodalidad es el método eclesial para
reflexionar y confrontarse, basado en el diálogo y en el discernimiento a
la luz del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ayuda a superar las cerrazones y tensiones
Es
el Espíritu, añadió Francisco, quien de hecho “ayuda a superar las
cerrazones y las tensiones, y trabaja en los corazones para que logren
la unidad en la verdad y en el bien, para que alcancen la unidad”:
Pido
al Señor que refuerce en nosotros y en todos los cristianos,
especialmente en los obispos y en los presbíteros, el deseo y la
responsabilidad por la comunión, el diálogo y el encuentro con todos los
hermanos, sin excepción, para manifestar la fecundidad de la Iglesia,
llamada a ser Madre feliz de muchos hijos.