En la IX semana del
tiempo ordinario, pleno verano en Roma, el Papa Francisco
presidió la tradicional Audiencia General en la plaza de san
Pedro, y prosiguió con su catequesis sobre el Sacramento de la
Confirmación. La lectura del Evangelio fue tomada del libro
de San Juan, capítulo 20, versículos 19 al 22., que narra a Jesús
que sopla el Espíritu Santo sobre los discípulos.
Recibimos para dar, nuestra alma no es un depósito
Siguiendo
con la reflexión sobre el Sacramento de la confirmación, el
Santo Padre consideró en esta catequesis los efectos que el don
del Espíritu Santo hace madurar en quienes lo reciben,
llevándolos a ser, a su vez, un don para los demás:
“El
Espíritu nos mueve a salir de nuestro egoísmo y a ser un don para
los demás. La recepción de la confirmación nos une con mayor
fuerza a los miembros del Cuerpo místico de Cristo, que es la
Iglesia. Tenemos que pensar en la Iglesia como un organismo
vivo, compuesto de personas que caminan formando una
comunidad junto al obispo, que es el ministro originario de la
confirmación y quien nos vincula con la Iglesia”.
Improvisando,
el Santo Padre remarcó que el “don” del Espíritu Santo, dado en
la unción con el óleo por el Obispo, “es para que podamos darlo a
los demás”, porque “siempre se recibe para dar”: “nunca recibir y
tenerse las cosas adentro, como si el alma fuera un depósito”,
pidió el Papa. “Siempre se recibe para dar, porque las gracias de
Dios se reciben para dárselas a los demás”.
La Iglesia somos todos: no hay patrones y obreros
Francisco
prosiguió afirmando que la misión de la Iglesia en el mundo
procede a través del aporte de todos los que forman parte, y que
si bien “alguno piensa que en la Iglesia hay patrones”, es decir,
“los obispos, el Papa, los sacerdotes”, y luego “obreros”, que
“son los demás”, esto no es así, porque “la Iglesia somos todos” y
“todos tenemos la responsabilidad de santificarnos los unos a
los otros, de cuidar de los demás”. Esto porque “la confirmación
vincula a la Iglesia Universal, extendida por toda la tierra,
involucrando activamente a los confirmados en la vida de la
Iglesia particular a la que pertenecen”.
El Espíritu nos da la paz, no a la guerra de las habladurías
“Esta
incorporación a la comunidad eclesial – dijo en nuestro
idioma el Pontífice – se manifiesta en el signo de la paz con el
que se concluye el rito de la confirmación. El obispo dice a cada
confirmado: «la paz esté contigo». Estas palabras nos
recuerdan el saludo de Jesús a sus discípulos en la noche de
Pascua y expresan la unión con el Pastor de esa iglesia
particular y con todos los fieles. Recibir la paz a través del
obispo nos impulsa a trabajar por la comunión dentro y fuera de
la Iglesia, a mejorar los vínculos de concordia en la parroquia
y a cooperar con la comunidad cristiana”.
En este punto de
la catequesis en italiano, sobre el tema de la paz, el Papa se
detuvo nuevamente para invitar a reflexión: “Está la
ceremonia de la confirmación y luego nos damos la paz: el
Obispo la da al confirmado y luego en la Misa, nos la damos todos
entre nosotros. Esto significa armonía, significa caridad
entre nosotros, significa paz”.
“¿Pero, qué pasa después?” –
preguntó hipotéticamente. “Salimos y comenzamos a hablar
mal de los otros, a sacar ‘el cuero’ a los demás. Comienzan las
habladurías, y las habladurías son guerras”. “Si hemos
recibido el signo de la paz con la fuerza del Espíritu Santo,
debemos ser hombres y mujeres de paz y no ir por allí
destruyendo con la lengua la paz que ha hecho el Espíritu”.
pidió Francisco. Y siguió: “¡Pobre Espíritu Santo! ¡El
trabajo que tiene con nosotros, con esta costumbre
de las habladurías!”…
Así, pues, el Santo Padre pidió que “por favor la terminemos con las habladurías”, que “destruyen lo que hace Dios”.
No enjaular al Espíritu Santo, con obras y palabras comunicar el Evangelio
“La
confirmación se recibe una sola vez, pero su fuerza espiritual
se mantiene en el tiempo y anima a crecer espiritualmente con
los demás”: por este motivo el Romano Pontífice exhortó a los
confirmados a no “enjaular” al Espíritu Santo y a no oponer
resistencia al viento que sopla empujándolos a
caminar en libertad.
“Los animo – concluyó – a pedir la
asistencia del Espíritu Santo en sus vidas para que les conceda
la valentía de comunicar y anunciar la alegría del Evangelio,
con palabras y obras, a cuantos encuentran en el camino
de la vida”.
En junio rezarle al Corazón de Jesús
En
los saludos a los fieles el Pontífice recordó que el próximo
viernes será la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, e
invitó a orar durante todo el mes de junio al Corazón de Jesús y
a sostener con cercanía y afecto a los sacerdotes, para que
sean imagen de aquel Corazón lleno de amor misericordioso.
A
los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados
el Papa les animó a tomar del Corazón de Jesús el alimento y la
bebida espiritual de la vida, para que “nutridos de Cristo, sean
personas nuevas, transformadas en lo profundo por
aquel amor Divino.