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Francisco: El Triduo Pascual es la "matriz" de la vida cristiana |
Francisco: El Triduo Pascual es la "matriz" de la vida cristianaWed, 28 Mar 2018 22:46:00
“La Pascua es la fiesta más importante de nuestra fe, porque es la
fiesta de nuestra salvación, la fiesta del amor de Dios por nosotros”,
dijo el papa Francisco esta mañana, durante la audiencia general
celebrada en la Plaza de San Pedro. El pontífice centró su catequesis en
explicar la importancia del Triduo Pascual que comienza mañana.
“El triduo comienza mañana, con la misa de la Cena del Señor, y
concluye con las vísperas de Domingo de Resurrección”, explicó el
pontífice y añadió: “Luego viene el lunes de Pascua para celebrar esta
gran fiesta”.
Francisco señaló que “todos los cristianos están llamados a vivir
estos tres días santos como, por así decir, la ‘matriz’ de su vida
personal y comunitaria”, ya que en estos días se vuelven a proponer al
pueblo cristiano los grandes acontecimientos de la salvación realizados
por Cristo, y así lo proyectamos en el horizonte de su destino futuro y
lo refuerzan en su compromiso de testimonio en la historia”.
En la mañana de Pascua dijo el pontífice “la secuencia hará escuchar
solemnemente el anuncio de la resurrección”. Palabras que contienen “un
anuncio de alegría y de esperanza, pero también un llamamiento a la
responsabilidad y a la misión”.
“Este anuncio es el centro de nuestra fe y nuestra esperanza, es el
Kerygma que continuamente evangeliza la Iglesia y que ella a su vez es
enviada a evangelizar”.
También recordó que “por el Bautismo, en efecto, hemos resucitado
con Jesús y hemos muerto a las cosas y a la lógica del mundo. Somos
criaturas nuevas: una realidad que pide ser existencia concreta día a
día”.
Somos pecadores, no corruptos
El Papa añadió que “un cristiano, si verdaderamente se deja lavar
por Cristo, si verdaderamente se deja despojar del hombre viejo para
caminar en una vía nueva, incluso permaneciendo pecador, no puede seguir
siendo corrupto; no puede vivir con la muerte en el alma, y tampoco ser
causa de muerte”.
Improvisando agregó: “aquí hay que decir una cosa triste y
dolorosa”. “Hay cristianos de imitación, los que dicen que Jesús ha
resucitado, que han sido justificados por Jesús, que se encuentran en
una vida nueva, pero que viven una vida corrupta”. “Estos falsos
cristianos terminarán mal”, aseguró Francisco.
“El cristiano es un pecador, todos somos, yo lo soy, pero tenemos la
certeza de que cuando pedimos perdón, el Señor nos perdona”. “Los
corruptos fingen ser una persona buena, pero en el fondo de su corazón
hay podredumbre”, y continuó: “Piensen en los llamados cristianos de la
mafia, de cristianos no tienen nada, pero dicen que son cristianos, pero
traen la muerte en el alma. Recemos por ellos, para que el Señor toque
su alma”.
Por último el Santo Padre subrayó que “el prójimo, sobre todo el más
pequeño es el más sufriente, se convierte en el rostro concreto al que
dar el amor que Jesús nos dio”.
“El mundo se transforma en el espacio de nuestra nueva vida de
resucitado. En pie, y con la frente alta, podemos compartir la
humillación de aquellos que todavía hoy, como Jesús, están en el
sufrimiento, en la desnudez, en la necesidad, en la soledad, en la
muerte, para ser, gracias a Él y con Él, instrumento de rescate y de
esperanza, signos de vida y de resurrección”.
El Papa invitó a prepararse para estos tres días para introducirnos
en el misterio de Cristo, muerto y resucitado por nosotros. “Que la
Virgen nos de la gracia de participar interiormente en las celebraciones
de los próximos días, para que nuestro corazón y nuestra vida sean
realmente transformados”.
Catequesis del papa Francisco sobre el Triduo Pascual
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría reflexionar sobre el Triduo Pascual que empieza
mañana para profundizar en aquello que los días más importantes del año
litúrgico representan para nosotros, los creyentes. Me gustaría
preguntarles: ¿Cuál es la fiesta más importante de nuestra fe, Navidad o
Pascua? Pascua porque es la fiesta de nuestra salvación, la fiesta del
amor de Dios por nosotros, la fiesta, la celebración de su muerte y
resurrección. Por eso quisiera reflexionar con ustedes sobre esta
fiesta, sobre estos días, que son días pascuales, hasta la resurrección
del Señor. Estos días constituyen la memoria conmemorativa de un gran
misterio único: la muerte y la resurrección del Señor Jesús.
El Triduo comienza mañana, con la Misa de la Cena del Señor y
terminará con las vísperas del Domingo de Resurrección. Después viene
“Pasquetta” (Lunes de Pascua) para celebrar esta fiesta grande: un día
más. Pero es postlitúrgico: es la fiesta familiar, es la fiesta de la
sociedad. Marca las etapas fundamentales de nuestra fe y de nuestra
vocación en el mundo, y todos los cristianos están llamados a vivir los
tres días santos –jueves, viernes, sábado; y el domingo- naturalmente-
pero el sábado es la resurrección- los tres días santos, como, por
decirlo así, la "matriz" de su vida personal de su vida comunitaria,
como vivieron nuestros hermanos judíos el éxodo de Egipto.
Estos tres días vuelven a proponer al pueblo cristiano los grandes
acontecimiento de salvación operados por Cristo, y así lo proyectan en
el horizonte de su destino futuro y lo fortalecen en su compromiso de
testimonio en la historia.
En la mañana de Pascua, volviendo a recorrer las etapas vividas en
el Triduo, el canto de la Secuencia, o sea un himno o una suerte de
salmo, hará que se escuche solemnemente el anuncio de la resurrección. Y
dice así: "Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado y nos precede en
Galilea". Esta es la gran afirmación: Cristo ha resucitado. Y en tantos
pueblos del mundo, sobre todo en el Este de Europa, la gente se saluda
estos días de Pascua, no con un “buenos días” o “buenas tardes”, sino
con “Cristo ha resucitado”, para afirmar el gran saludo pascual. “Cristo
ha resucitado. Con estas palabras -Cristo ha resucitado- de conmovida
exultación culmina el Triduo. No solo contienen un anuncio de alegría y
esperanza, sino también un llamamiento a la responsabilidad y a la
misión. Y no termina con la “colomba” (dulce de Pascua italiano n.d.r.)
los huevos, las fiestas- aunque todo esto sea hermoso porque es la
fiesta de la familia- pero no termina con eso. De ahí comienza el camino
a la misión, al anuncio: Cristo ha resucitado. Y este anuncio, al que
conduce el Triduo preparándonos para acogerlo, es el centro de nuestra
fe y de nuestra esperanza, es el núcleo, es el anuncio, es –la palabra
difícil- es el kerygma que continuamente evangeliza a la Iglesia y que
ella, a su vez, es enviada a evangelizar.
San Pablo resume el acontecimiento pascual en esta frase: "Cristo,
nuestra Pascua, ha sido inmolado" (1 Cor 5,7), como el cordero. Ha sido
inmolado. Por lo tanto, prosigue, "pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Cor
5:15). Renacido. Y por eso, al principio, se bautizaba la gente el día
de Pascua. También por la noche de este sábado yo bautizaré aquí, en San
Pedro, ocho personas adultas que comienzan su vida cristiana. Y
comienza todo porque habrán nacido otra vez. Y con otra fórmula
sintética, explica que Cristo "fue entregado a causa de nuestros pecados
y fue resucitado para nuestra justificación" (Rom 4:25). El único, el
único que nos justifica; el único que nos hace renacer de nuevo es
Jesucristo. Ningún otro. Y por eso no hay que pagar nada, porque la
justificación –el hacerse justos- es gratuita. Y esta es la grandeza del
amor de Jesús; da la vida gratuitamente para hacernos santos, para
renovarnos, para perdonarnos. Y este es el núcleo propio de este Triduo
Pascual. En el Triduo Pascual, el recuerdo de este acontecimiento
fundamental se convierte en una celebración llena de gratitud y, al
mismo tiempo, renueva en los bautizados el sentido de su nueva
condición, que el apóstol Pablo expresa: "Si han resucitado con Cristo,
buscad las cosas de allá arriba, [...] y no ... las de la tierra "(Col
3,1-3). Mirar hacia arriba, mirar al horizonte, ensanchar los
horizontes: ¡esta es nuestra fe, esta es nuestra justificación, este es
el estado de gracia! Efectivamente, por el Bautismo hemos resurgido con
Jesús y hemos muerto a las cosas y a la lógica del mundo; hemos renacido
como criaturas nuevas: una realidad que exige convertirse en existencia
concreta día a día.
Un cristiano, si realmente se deja lavar por Cristo, si realmente se
deja despojar por Él del hombre viejo para caminar en una nueva vida,
aunque siga siendo pecador, -porque todos lo somos- ya no puede ser
corrompido; la justificación de Jesús nos salva de la corrupción, somos
pecadores pero no corrompidos; ya no puede vivir con la muerte en el
alma, ni tampoco puede ser causa de muerte. Y aquí tengo que decir algo
triste y doloroso…Hay cristianos falsos: los que dicen “Jesús ha
resucitado”, “yo he sido justificado por Jesús”, estoy en la vida nueva,
pero vivo una vida corrupta. Y estos cristianos fingidos acabarán mal.
El cristiano, lo repito, es pecador – todos lo somos, yo lo soy- pero
tenemos la seguridad de que cuando pedimos perdón el Señor nos perdona.
El corrupto finge ser una persona honrada, pero en el fondo de su
corazón hay podredumbre. Una vida nueva nos da Jesús. El cristiano no
puede vivir con la muerte en el alma, ni tampoco ser causa de muerte.
Pensemos –para no ir muy lejos- pensemos en casa, pensemos en los
llamados “cristianos mafiosos”. Estos de cristianos no tienen nada: se
dicen cristianos, pero llevan la muerte en el alma y a los demás.
Recemos por ellos para que el Señor les toque el alma. El prójimo, sobre
todo el más pequeño y el que más sufre, se convierte en el rostro
concreto a quien podemos dar el amor que Jesús nos ha dado. Y el mundo
se convierte en el espacio de nuestra nueva vida de resucitados.
Nosotros hemos resucitado con Jesús: de pie, con la frente levantada y
podemos compartir la humillación de aquellos que todavía hoy, como
Jesús, se hallan en medio del sufrimiento, de la desnudez, de la
necesidad, de la soledad, de la muerte, para convertirnos, gracias a Él y
con Él, en instrumentos redención y de esperanza, en signos de vida y
resurrección. En tantos países –aquí en Italia y también en mi patria-
hay la costumbre de que cuando el día de Pascua se oyen las campanas,
las mamás, las abuelas, llevan a los niños a lavarse los ojos con el
agua, el agua de la vida, como signo para poder ver las cosas de Jesús,
las cosas nuevas. En esta Pascua dejémonos lavar el alma, lavar los ojos
del alma, para ver las cosas bellas y hacer cosas bellas. ¡Y esto es
maravilloso! Esta es la resurrección de Jesús después de su muerte que
fue el precio para salvarnos a todos.
Queridos hermanos y hermanas, preparémonos para vivir bien este
inminente –empieza mañana- Triduo Santo, para estar cada vez más
profundamente insertados en el misterio de Cristo, que murió y resucitó
por nosotros. Que nos acompañe en este itinerario espiritual la Virgen
Santísima que siguió a Jesús en su pasión –Ella estaba allí, miraba,
sufría…- estuvo presente y unida a Él bajo su cruz, pero se no
avergonzaba de su hijo. ¡Una madre nunca se avergüenza de su hijo!
Estaba allí y recibió en su corazón maternal la inmensa alegría de la
resurrección. Que ella obtenga para nosotros la gracia de participar
desde dentro en las celebraciones de los próximos días, para que nuestro
corazón y nuestra vida se transformen verdaderamente.
Y mientras les dejo estos pensamientos, mientras formulo para todos
ustedes mis mejores deseos de una feliz y santa Pascua, junto con sus
comunidades y seres queridos.
Y les aconsejo: en la mañana de Pascua lleven a los niños debajo de
la canilla y hagan que se laven los ojos. Será un signo de cómo ver a
Jesús resucitado.+
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