(RV).- Si se quita la pobreza del Evangelio no se puede entender el mensaje de Jesús. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta en cuya reflexión se refirió a la contraposición entre riqueza y pobreza. Además, el Santo Padre reafirmó que es injusto definir “comunistas” a aquellos sacerdotes u obispos que hablan de los pobres.
Teología de la pobreza
San Pablo organiza la colecta en la Iglesia de Corinto para la Iglesia de Jerusalén que padece momentos difíciles de pobreza. El Pontífice desarrolló su homilía sobre la “teología de la pobreza” partiendo de la Primera Lectura y observó que hoy, como entonces, pobreza es “una palabra que siempre pone en una situación embarazosa”. Y observó que tantas veces se oye decir: “Pero este sacerdote habla demasiado de pobreza, este obispo habla de pobreza, este cristiano, esta religiosa, hablan de pobreza… ¿Son un poco comunistas, no?”. Y, en cambio – advirtió Francisco – “la pobreza está precisamente en el centro del Evangelio. Y si quitáramos la pobreza del Evangelio, no se comprendería nada del mensaje de Jesús”.
Cuando la fe no llega a los bolsillos no es genuina
El Papa Bergoglio prosiguió explicando que San Pablo, hablando a la Iglesia de Corinto pone de manifiesto cuál es su verdadera riqueza: “Son ricos en cada cosa, en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el celo y en la caridad que les hemos enseñado”. Así es la exhortación del Apóstol de las Gentes, “dado que son ricos, sean abundantes también en esta obra generosa” en “esta colecta”:
“Si tienen tanta riqueza en el corazón, esta riqueza tan grande – el celo, la caridad, la Palabra de Dios, el conocimiento de Dios – hagan que esta riqueza llegue a los bolsillos. Y ésta es una regla de oro. Cuando la fe no llega a los bolsillos, no es una fe genuina. Es una regla de oro que Pablo nos dice aquí: ‘ustedes son ricos de tantas cosas, ahora, así, sean abundantes en esta obra generosa’. Existe esta contraposición entre riqueza y pobreza. La Iglesia de Jerusalén es pobre, está con dificultades económicas, pero es rica, porque tiene el tesoro del anuncio evangélico. Y esta Iglesia de Jerusalén, pobre, ha enriquecido a la Iglesia de Corinto con el anuncio evangélico; le ha dado la riqueza del Evangelio”.
Dejarse enriquecer por la pobreza de Cristo
“Ustedes – prosiguió explicando el Papa retomando las enseñanzas de San Pablo – que son ricos económicamente y que son ricos con tantas cosas, eran pobres sin el anuncio del Evangelio, pero han enriquecido a la Iglesia de Jerusalén, ensanchando el pueblo de Dios”. “De la pobreza viene la riqueza – añadió Francisco – es un intercambio mutuo”.
He aquí entonces el fundamento de la “teología de la pobreza”: “Jesucristo de rico que era – de la riqueza de Dios – se ha hecho pobre”, se ha abajado por nosotros. De donde se deduce el significado de la primera Bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres de espíritu”. Es decir, “ser pobre es dejarse enriquecer por la pobreza de Cristo y no querer ser rico con otras riquezas que no sean las de Cristo”:
“Cuando nosotros ayudamos a los pobres, no hacemos cristianamente obras de beneficencia. Esto es bueno, es humano – las obras de beneficencia son cosas buenas y humanas – pero ésta no es la pobreza cristiana que quiere Pablo, que predica Pablo. La pobreza cristiana es que yo doy de lo mío y no de lo superfluo, incluso de lo necesario al pobre, porque sé que él me enriquece. ¿Y por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús ha dicho que Él mismo está en el pobre”.
La pobreza cristiana no es una ideología
Cuando me despojo de algo – evidenció el Obispo de Roma – “pero no sólo de lo superfluo, para dar a un pobre, a una comunidad pobre”, esto “me enriquece”. “Jesús actúa en mí cuando hago esto – añadió – y Jesús obra en él, para enriquecerme cuando hago esto”:
“Esta es la teología de la pobreza; por esto la pobreza está en el centro del Evangelio; no es una ideología. Es precisamente este misterio, el misterio de Cristo que se ha abajado, se ha humillado, se ha empobrecido para enriquecernos. Así se comprende porqué la primera de las Bienaventuranzas es: ‘Bienaventurados los pobres de espíritu’. Ser pobre de espíritu es ir por este camino del Señor: la pobreza del Señor que, también se abaja tanto que se hace ‘pan’ por nosotros, en este sacrificio. Sigue abajándose en la historia de la Iglesia, en el memorial de su pasión, en el memorial de su humillación, en el memorial de su abajamiento, en el memorial de su pobreza, y con este ‘pan’ Él nos enriquece”.