El carácter
“reservado” de la organización conocida como “El Yunque” ha alimentado todo
tipo de leyendas a su alrededor, pero ¿cuánto hay de verdad y de mentira en los
ríos de tinta que se han derramado sobre un grupo al que algunos han
considerado una “masonería católica”?
“Una
organización mexicana de extrema derecha con carácter regional pero de alcance
nacional e internacional”, describe Wikipedia a la “Organización Nacional del
Yunque”, en el primero del más de millón y medio de entradas que se pueden
encontrar al buscar “El Yunque” en Google.
No ha
faltado quien catalogue a este grupo como una secta y advierta que su
existencia está prohibida en el seno de la Iglesia Católica
por ser un grupo secreto.
“El
‘Yunque’ existe y está presente en varios países, pero su nombre es
‘Organización del Bien Común’. Originalmente y por tradición entre sus
miembros, se le denominaba sencillamente como ‘La Organización’, explica en un
texto remitido a ACI Prensa, José de Jesús Castellanos López, vicerrector de la
Universidad Vasco de Quiroga, uno de los dirigentes de la Organización del Bien
Común (OBC) y Presidente del sitio web www.paraelbiencomun.com.
Castellanos
López precisa además que “la Organización del Bien Común no es, ni nunca ha
sido, una asociación secreta. Ha sido presentada y es conocida por varios cardenales y
obispos”.
“Lo que sí
reconoce esta asociación es que tiene desde su fundación una norma de
discreción, a la cual todos sus miembros se obligan libremente”.
Entre las
varias razones que esgrime la Organización del Bien Común para defender la
“discreción” de sus miembros, explica Castellanos López, está “la aspiración a
que todos sus miembros vivan la virtud de la humildad, evitando la vanagloria
considerando que los resultados obtenidos no se darían sin la ayuda de Dios”.
Una segunda
razón es “el bien y la seguridad de sus integrantes”.
“El respeto
de la vida privada, de las trayectorias y
responsabilidades de sus miembros, son razones que para ellos justifican la
discreción. Esto también se aplica respecto a la estructura de la organización
y sus miembros”, señala.
El
sobrenombre de “El Yunque”, con el que muchos medios católicos y seculares se
refieren a la OBC, proviene “de una frase de San Ignacio de Antioquía que esta
Organización asumió como inspiración y como lema”, indica el dirigente.
“La frase
está tomada de la carta que el Santo, camino al martirio, escribió al Obispo
Policarpo, exhortándolo a ‘mantenerse firme como el yunque al ser golpeado (…)
por amor a Dios hemos de soportar todas las cosas’, pues Él ‘sufrió en todas
formas por amor a nosotros’”, indica.
La
finalidad de la OBC, explica Castellanos López, es “actuar como laicos
católicos, en el campo cívico-político, para participar en forma organizada en
la construcción del Bien Común, en fidelidad a la Iglesia y a su doctrina, y
con la conciencia de la autonomía propia del orden temporal, procurar el Reino
de Cristo en el alma y su proyección a lo social, movidos por la caridad y así
buscar la santificación”.
El Origen
Su origen
se remonta a 1953, en plena Guerra Fría, señala. Ese año, en Puebla (México),
la Organización por el Bien Común fue fundada “por Ramón Plata Moreno y un
grupo de compañeros universitarios convocados por él”.
“El impulso
original fue hacer frente a la acción de varios profesores y compañeros que
inculcaban la visión marxista y atea contra la religión católica en la
Universidad pública de Puebla”, indica.
En busca de
una “solidez doctrinal y organizativa”, la OBC pronto se acercó al sacerdote
jesuita Manuel Figueroa, “quien tenía conocimiento de grupos reservados
formados por católicos”, dice Castellanos López.
El
dirigente de la OBC recuerda que el siglo XX vio nacer a diversas asociaciones
reservadas de católicos, entre ellas la Unión de Católicos Mexicanos –conocida
como “La U” –, que “actuó durante la guerra cristera y a la que perteneció el
Beato Anacleto González Flores”.
“La U” fue
fundada por el entonces sacerdote Luis María Martínez, luego Arzobispo Primado
de México, alrededor de 1920. “En Chile, San Alberto Hurtado organizó un grupo de características
semejantes, y en Polonia, San Juan Pablo II también
formó parte de un grupo reservado durante la resistencia al nazismo, entre
otros ejemplos”, recuerda Castellanos López.
La OBC
recibió desde su nacimiento la venia del entonces Arzobispo de Puebla, Mons.
Octaviano Márquez y Toriz, explica el dirigente de la OBC, subrayando que
“desde sus inicios, surge como una organización del conocimiento de la Iglesia,
autónoma y abierta al consejo de obispos, sacerdotes y especialistas”.
Sin
embargo, precisa, “la Organización, en cuanto a su funcionamiento, ha
conservado su independencia de la autoridad eclesiástica”.
“En sus
orígenes, la Organización se enfocó a la lucha contra el comunismo ateo en el
ámbito universitario. Con el paso del tiempo su trabajo se fue ampliando hasta
comprender más temas, como la defensa de la libertad de educación, la libertad
religiosa, la familia, la vida humana desde la concepción, la
democracia plena y participativa, la economía socialmente responsable, la
seguridad, la justicia y la paz, entre otros”, señala.
Fieles a la Iglesia y al
Papa
Tras el Concilio Vaticano II, mientras surgían grupos
“tradicionalistas” y “progresistas” que atacaban a especialmente al Papa Pablo
VI, la OBC se definió como un grupo “a favor del Concilio y del Papa”.
Esta
defensa del Concilio y el Papa fue causa de ataques y asesinatos de miembros de
la OBC y de su fundador.
En 1975,
durante la segunda Marcha Nacional Juvenil a la Montaña de Cristo Rey, ubicada en el
centro de México, fueron acribillados dos miembros de la OBC: César Fernando
Calvillo y Juan Bosco Rosillo.
“Al
dispararles, los homicidas increparon a los jóvenes, llamándolos ‘papólatras’,
según relató un sobreviviente a la agresión”, señala Castellanos López.
“La
peregrinación al monumento de Cristo Rey continúa realizándose anualmente hasta
nuestros días. Promueven así la fe de miles de jóvenes que peregrinan para
reconocer a Cristo como Rey. La peregrinación más reciente fue el pasado sábado
28 de enero de 2017, en la cual participaron casi 40 mil jóvenes”.
Ramón Plata
sufrió un primer intento de asesinato el 19 de marzo de 1976, cuando recibió 9
disparos mientras guardaba su camioneta en la cochera de su casa.
Providencialmente, ninguna de las balas perforó órganos vitales.
En la
Nochebuena del 24 de diciembre de 1979, Plata fue finalmente asesinado.
Las “incomprensiones”
Castellanos
López explica a ACI Prensa que, al extenderse la OBC por México y llegar a la
capital del país, a inicios de la década de 1960, “surgió una dificultad”, pues
el entonces Arzobispo Primado de México, Mons. Miguel Darío Miranda, “tras
escuchar críticas de quienes no comprendían esta asociación, envió una carta a
los colegios católicos, advirtiéndoles que no permitieran que se formaran
grupos del MURO”, un movimiento universitario creado por la OBC.
“Este
documento fue difundido en la prensa, sobre todo de izquierda, para poner un
‘sambenito’ de radical y secreta a la Organización”, lamenta.
Sin
embargo, cuando tocó celebrar los 20 años de existencia del MURO, el Cardenal
Darío Miranda “reconoció que había estado mal informado y aceptó celebrar la
Santa Misa en
la iglesia de San Juan Bautista, en Coyoacán, donde permitió que se tomaran fotografías
con una manta del MURO como fondo, y que fue publicada en algunos diarios de
México”.
Castellanos
López precisa que “sus enemigos recuerdan aquella ‘condena’, pero silencian la
reconciliación”.
Por otra
parte, “la presencia de esta Organización en otros ámbitos del país y la
denuncia que hacían sus miembros de la infiltración marxista en ambientes
católicos, llamó la atención de un Obispo, quien propuso a la Conferencia del
Episcopado Mexicano una condena general. En esos momentos era presidente de la
misma Mons. Octaviano Márquez y Toriz, profundo conocedor de esta organización,
quien salió en su defensa y logró que la propuesta se desechara”.
“Varios
años más tarde, al inicio de la década de los noventa, durante la presidencia
en el Episcopado Mexicano del Cardenal Adolfo Antonio Suárez Rivera, Arzobispo
de Monterrey, los dirigentes de la Organización hicieron una presentación
formal de la misma ante el Consejo Permanente de los obispos. Y en el 2012 se
hizo una nueva presentación ante el Consejo de Presidencia”, recuerda.
“Asociaciones fachada”
El
dirigente de la Organización del Bien Común rechaza también la acusación de que
este grupo use “asociaciones como fachada”.
“Esta
acusación tiene poco fundamento, ya que en las sociedades democráticas para
actuar en los ámbitos cívico y político es indispensable hacerlo a través de
asociaciones. Para ello, o se crea una agrupación o se participa en ella. La
labor política es difícil ejercerla de otro modo”, explica.
“Se trata
de grupos reales, de cuerpos intermedios, que deben actuar permanentemente para
lograr los fines que persiguen. A su vez, para mayor eficacia y mejor
organización, estas asociaciones hacen alianzas con otras agrupaciones afines,
algo muy natural en la vida política”, señala.
Castellanos
López destaca además que “las asociaciones creadas o promovidas por personas de
la Organización del Bien Común, tienen su propia personalidad jurídica y sus
fines específicos. En otros casos algunos miembros de la organización
participan en obras o movimientos existentes en diversos campos”.
El
dirigente explica que “cuando unos u otros son el blanco de ataque por sus
posiciones a favor de la vida, la familia, la libertad religiosa o el derecho
de los padres a la educación de sus hijos, se les aplica la estrategia
descalificadora, que consiste en convertir la palabra yunque en etiqueta de
secta radical y demás calificativos, y luego aplicar esta etiqueta como estigma
a personas de esas asociaciones, lo cual parece absurdo y es injusto pero
funciona”.
“Es
imposible que haya tantos miembros en todas partes en todas las partes y en
todas las causas sociales donde se afirma que participa el Yunque”, indica el
dirigente de la OBC.
Una “vocación y camino de
santificación”
Castellanos
López explica también que los miembros de la Organización del Bien Común
conciben su labor cívico-política “como una verdadera vocación y camino de
santificación”.
Esto lleva
a que les resulte “indispensable la vida en la Iglesia, la asistencia
espiritual, los sacramentos y
la formación en la doctrina”.
“Para ello
buscan que algunos religiosos y sacerdotes les conozcan y auxilien. Buscan la
fidelidad en consonancia con la autonomía, al no depender de la autoridad
eclesiástica”.
Esta autonomía, precisa, “les permite el ejercicio libre y maduro de las
responsabilidades ciudadanas de sus miembros, así como la necesaria disposición
de un espacio prudencial para la gestión de cuestiones políticas opinables, y
evita comprometer en ellas a la Iglesia Católica”.