1.- Canto, vídeo, “Ven Señor Jesús”. Es uno de los gritos litúrgicos que más me gusta, que es más sugerente para mí. “Ven Señor, Jesús”, porque sin El ...
2. Nos ponemos
en la presencia de Dios. Él nos mira, nos escucha, desea establecer un diálogo, está pendiente de
nosotros porque nos ama. En un segundo momento, nos hacemos presente su deseo
intensísimo de unirse a nosotros.
3.
Reflexión-plegaria: Seguimos hoy la lectura de unos textos que os
gustarán mucho, y os harán mucho bien. Son unos textos muy espirituales y muy
cercanos de una gran santa, Teresa de Lisieux. Espero que la lectura llegue a
ser un rato de oración. Un rato de dialogar con Jesús a partir de los textos. A
mí esta santa me ha hecho mucho bien.
4. “Selección
de textos de Santa Teresa de Lisieux”. EL papa Sant Juan Pablo II, cuando la declararó
Doctora de la Iglesia, dijo que esta
santa estaba llamada a tener un papel central en la espiritualidad de la
Iglesia. Propone un camino para ser santos, al
alcance de todo el mundo.
5. Recemos un misterio de Dolor: “Jesús llevando la cruz”. Contemplemos cómo El abraza la cruz por amor, cómo El hace nuevas todas las cosas, y cómo nosotros ofreciendo “florecitas” a Jesús también hacemos nuevas todas las cosas ..
6. Padrenuestro final. Desde nuestra pequeñez, confiando en la generosidad de nuestro Padre, recemos ...
Santa Teresa de Lisieux: MI VOCACION: EL AMOR
Arrojar flores
¿Pero cómo podrá demostrar él su amor, si
es que el amor se demuestra con obras? Pues bien, el niñito arrojará flores,
aromará con sus perfumes el trono real, cantará con su voz argentina el
cántico del amor...
Sí, Amado mío, así es como se consumirá
mi vida... No tengo otra forma de demostrarte mi amor que arrojando flores, es
decir, no dejando escapar ningún pequeño sacrificio, ni una sola mirada,
ni una sola palabra, aprovechando hasta las más pequeñas cosas y
haciéndolas por amor...
Quiero sufrir por amor, y hasta gozar por
amor. Así arrojaré flores delante de tu trono. No encontraré ni una sola en mi
camino que no deshoje para ti. Y además, al arrojar mis flores, cantaré (¿puede
alguien llorar mientras realiza una acción tan alegre?), cantaré aun cuando
tenga que coger las flores entre las espinas, y tanto más melodioso será mi
canto, cuanto más largas y punzantes sean las espinas.
¿Y de qué te servirán, Jesús, mis flores
y mis cantos...? Sí, lo sé muy bien: esa lluvia perfumada, esos pétalos
frágiles y sin valor alguno, esos cánticos de amor del más pequeño de los
corazones te fascinarán.
Sí, esas naderías te gustarán y harán
sonreír a la Iglesia triunfante, que recogerá mis flores deshojadas por amor
y las pasará por tus divinas manos, Jesús. Y luego esa Iglesia del cielo,
queriendo jugar con su hijito, arrojará también ella esas flores —que
habrán adquirido a tu toque divino un valor infinito— arrojará esas flores
sobre la Iglesia sufriente para apagar sus llamas, y las arrojará también sobre
la Iglesia militante para hacerla alcanzar la victoria...
¡Jesús mío, te amo! Amo a la Iglesia, mi
Madre. Recuerdo que «el más pequeño movimiento de puro amor es más útil
a la Iglesia que todas las demás obras juntas».
¿Pero hay de verdad puro amor en
mi corazón...? Mis inmensos deseos ¿no serán un sueño, una locura...? ¡Ay!, si
así fuera, dame luz tú, Jesús. Tú sabes que busco la verdad... Si mis deseos
son temerarios, hazlos tú desaparecer, pues estos deseos son para mí el mayor
de los martirios...
El pajarillo
¡Oh, Jesús, mi primer y único
amigo, el UNICO a quien yo amo!, dime qué misterio es éste. ¿Por qué
no reservas estas aspiraciones tan inmensas para las almas grandes, para las
águilas que se ciernen en las alturas...? Yo me considero un débil
pajarito cubierto únicamente por un ligero plumón. Yo no soy un águila, sólo
tengo de águila los ojos y el corazón, pues, a pesar de mi
extrema pequeñez, me atrevo a mirar fijamente al Sol divino, al Sol del Amor, y
mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila...
El pajarillo quisiera volar hacia
ese Sol brillante que encandila sus ojos; quisiera imitar a sus hermanas las
águilas, a las que ve elevarse hacia el foco divino de la Santísima Trinidad...
Pero, ¡ay,! lo más que puede hacer es alzar sus alitas, ¡pero eso
de volar no está en su modesto poder!
¿Qué será de él? ¿Morirá de pena al verse
tan impotente...? No, no, el pajarillo ni siquiera se desconsolará. Con audaz
abandono, quiere seguir con la mirada fija en su divino Sol. Nada podrá
asustarlo, ni el viento ni la lluvia. Y si oscuras nubes llegaran a ocultarle
el Astro del amor, el pajarito no cambiará de lugar: sabe que más allá de las
nubes su Sol sigue brillando y que su resplandor no puede eclipsarse ni un
instante.
Es cierto que, a veces, el corazón del
pajarito se ve embestido por la tormenta, y no le parece que pueda existir otra
cosa que las nubes que lo rodean. Esa es la hora de la alegría perfecta para
ese pobre y débil ser. ¡Qué dicha para él seguir allí, a
pesar de todo, mirando fijamente a la luz invisible que se oculta a su fe...!
Jesús, hasta aquí puedo entender tu amor
al pajarito, ya que éste no se aleja de ti... Pero yo sé, y tú también lo
sabes, que muchas veces la imperfecta criaturita, aun siguiendo en su lugar (es
decir, bajo los rayos del Sol), acaba distrayéndose un poco de su único
quehacer: coge un granito acá y allá, corre tras un gusanito...; luego,
encontrando un charquito de agua, moja en él sus plumas apenas formadas;
ve una flor que le gusta, y su espíritu débil se entretiene con la flor... En
una palabra, el pobre pajarito, al no poder cernerse como las águilas, se sigue
entreteniendo con las bagatelas de la tierra.
Sin embargo, después de todas sus
travesuras, el pajarillo, en vez de ir a esconderse en un rincón para
llorar su miseria y morirse de arrepentimiento, se vuelve hacia su amado Sol,
expone a sus rayos bienhechores sus alitas mojadas, gime como la
golondrina; y, en su dulce canto, confía y cuenta detalladamente sus
infidelidades, pensando, en su temerario abandono, adquirir así un mayor
dominio, atraer con mayor plenitud el amor de Aquel que no vino a buscar a los
justos sino a los pecadores...
Y si el Astro adorado sigue sordo a los
gorjeos lastimeros de su criaturita, si sigue oculto..., pues bien,
entonces la criaturita seguirá allí mojada, aceptará estar aterida de
frío, y seguirá alegrándose de ese sufrimiento que en realidad ha merecido...
¡Qué feliz, Jesús, es tu pajarito
de ser débil y pequeño! Pues ¿qué sería de él si fuera grande...?
Jamás tendría la audacia de comparecer en tu presencia, de dormitar
delante de ti...
Sí, ésta es también otra debilidad del
pajarito cuando quiere mirar fijamente al Sol divino y las nubes no le dejan
ver ni un solo rayo: a pesar suyo, sus ojitos se cierran, su cabecita se
esconde bajo el ala, y el pobrecito se duerme creyendo seguir mirando fijamente
a su Astro querido.
Pero al despertar, no se desconsuela, su
corazoncito sigue en paz. Y vuelve a comenzar su oficio de amor. Invoca
a los ángeles y a los santos, que se elevan como águilas hacia el Foco
devorador, objeto de sus anhelos, y las águilas, compadeciéndose de su
hermanito, le protegen y defienden y ponen en fuga a los buitres que quisieran
devorarlo.
El pajarito no teme a los buitres,
imágenes de los demonios, pues no está destinado a ser su presa, sino la
del Aguila que él contempla en el centro del Sol del amor.