CAMINEO.INFO.-
1. Canto, vídeo, “Quedate con nosotros” Es una petición de una gran belleza. Ante las dificultades exteriores e interiores para seguirle a él y a sus enseñanzas, surge esta sencilla petición: “quédate con nosotros”.
2. Nos ponemos en la presencia de Dios. El nos mira, nos escucha, desea establecer un diálogo, está pendiente de nosotros porque nos ama. En un segundo momento, nos hacemos presente su
deseo intensísimo de unirse a nosotros.
3. Reflexión-plegaria: Somos llamados a resucitar con Cristo. A participar de su victoria sobre el pecado. Y eso no es una idea, es una realidad en potencia. En potencia porque depende de nosotros que se
haga real, y pase de “en potencia” a “en acto”.
Te propongo que hagas una diálogo con Jesús Resucitado sobre cómo ha ido tu resurrección pascual. Si ves que te cuesta, dialoga sobre cómo en los últimos años de tu vida Jesús te ha ido resucitando.
4. “La resurrección,
iconografía”. “Cada hombre que
mira es invitado a identificarse con Adán, cada mujer con Eva, y a tender su
mano para dejarse aferrar y arrastrar por Cristo fuera del sepulcro. Es éste el
nuevo y universal éxodo pascual. Dios ha venido «con brazo poderoso y mano
tendida» a liberar a su pueblo de una esclavitud mucho más dura y universal que
la de Egipto.”
5. Recemos un Misterio de Gloria: “La resurrección de Jesús”. Contemplemos la vida a la que nos llama Él, el resuscitado, el Dios que quiere dar vida. Que desea ardientmente comunicarnos vida.
6. Padrenuestro final. Recemos la oración que Jesús nos enseñó teniendo presente que cada petición que le dirijimos comporta una respuesta suya.
La resurrección,
iconografía. Rainero Cantalamesa
Esta dimensión más
profunda de la Pascua es particularmente sentida por nuestros hermanos
ortodoxos. Para ellos la resurrección de Cristo es todo. En el tiempo pascual,
cuando se encuentran a alguien le saludan diciendo: «¡Cristo ha resucitado!», y
el otro responde: «¡En verdad ha resucitado!». Esta costumbre está tan
enraizada en el pueblo que se cuenta esta anécdota ocurrida a comienzos de la
revolución bolchevique. Se había organizado un debate público sobre la
resurrección de Cristo. Primero había hablado el ateo, demoliendo para siempre,
en su opinión, la fe de los cristianos en la resurrección. Al bajar, subió al
estrado el sacerdote ortodoxo, quien debía hablar en defensa. El humilde pope
miró a la multitud y dijo sencillamente: «¡Cristo ha resucitado!». Todos
respondieron a coro, antes aún de pensar: «¡En verdad ha resucitado!». Y el
sacerdote descendió en silencio del estrado.
Conocemos bien cómo es representada la resurrección en la tradición occidental,
por ejemplo en Piero della Francesca. Jesús que sale del sepulcro izando la
cruz como un estandarte de victoria. El rostro inspira una extraordinaria
confianza y seguridad. Pero su victoria es sobre sus enemigos exteriores,
terrenos. Las autoridades habían puesto sellos en su sepulcro y guardias para
vigilar, y he aquí que los sellos se rompen y los guardias duermen. Los hombres
están presentes sólo como testigos inertes y pasivos; no toman parte
verdaderamente en la resurrección.
En la imagen oriental la escena es del todo diferente. No se desarrolla a cielo
abierto, sino bajo tierra. Jesús, en la resurrección, no sale, sino que
desciende. Con extraordinaria energía toma de la mano a Adán y Eva, que esperan
en el reino de los muertos, y les arrastra consigo hacia la vida y la
resurrección. Detrás de los dos padres, una multitud incontable de hombres y
mujeres que esperan la redención. Jesús pisotea las puertas de los infiernos
que acaba de desencajar y quebrar Él mismo. La victoria de Cristo no es tanto
sobre los enemigos visibles, sino sobre los invisibles, que son los más
tremendos: la muerte, las tinieblas, la angustia, el demonio.
Nosotros estamos involucrados en esta representación. La resurrección de Cristo
es también nuestra resurrección. Cada hombre que mira es invitado a
identificarse con Adán, cada mujer con Eva, y a tender su mano para dejarse
aferrar y arrastrar por Cristo fuera del sepulcro. Es éste el nuevo y universal
éxodo pascual. Dios ha venido «con brazo poderoso y mano tendida» a liberar a
su pueblo de una esclavitud mucho más dura y universal que la de Egipto.”