¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?
Esa es la pregunta que aquel maestro de la ley hace a Jesús.
Esta
es una pregunta que seguro que cada uno de nosotros nos hemos hecho más
de una vez en nuestra vida ¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida
eterna?
La respuesta de Jesús a aquel letrado y a nosotros es la misma: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.
A esta respuesta de Jesús sigue la otra del letrado: ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le contesta con una parábola para que lo entienda: la Parábola del Buen Samaritano.
En ella desfilan distintos personajes:
• Está el protagonista de la parábola, al que le han dado una paliza y necesita que alguien lo ayude.
• Ante ese personaje necesitado hay diversas reacciones:
• Unos que, cuando ven al herido en el camino, miran para otro lado, toman otro camino para no verlo y se van a rezar.
• Otros que, ante alguien malherido, lo hacen culpable a él de su situación.
•
Otro que se baja de su cabalgadura, toma al herido, lo sube sobre su
caballo y lo lleva a la posada, da de su dinero para que lo cuiden y, si
necesita más, volverá a preguntar al posadero a la vuelta. Este fue el
buen samaritano, el que se comportó como debía con aquella persona que
lo necesitaba.
En nuestra sociedad, nos encontramos con muchas personas caídas en la cuneta de la vida:
• Pobres que piden limosna.
• Enfermos terminales solos, con su enfermedad.
• Desahuciados de la sociedad por distintas causas.
• Familias enteras y personas individuales en las que el paro ha hecho carne y no tienen para vivir.
• Emigrantes que salieron de su tierra en busca de una vida digna, pero nadie los ampara.
•
Situaciones y situaciones de personas malheridas por la vida y que
reclaman de nosotros una atención y una solución a su problema.
También en nosotros solemos encontrar distintas actitudes:
•
Hay quien, ante alguien que pide limosna, no solo no le da nada, sino
que le echa la culpa de su situación y lo llama vago, pero no hace nada
por él.
• Están los que miran para otro lado para no enterarse de
que cerca de él está alguien que lo está pasando mal y que requiere
atención.
• Otros que, desde su egoísmo, les resbalan esas
situaciones y practican aquello de «sálvese quien pueda» y «cada uno se
saque sus castañas del fuego».
• Muchos que son solidarios con los
necesitados, malheridos de la vida, pobres, tristes, solos, personas
necesitadas, y ponen de su parte lo que pueden, los toman en serio y
comparten con ellos sus bienes, solidarizándose con sus necesidades y
ayudándolos a solucionarlas.
Cada uno sabemos dónde nos encontramos nosotros, por eso, como cristianos y seguidores de Jesús, tenemos que preguntarnos
• ¿Dónde nos encontramos?
• ¿Dónde me encuentro yo personalmente?
• ¿Soy de los que miran para otro lado?
• ¿Soy de los que desde mi egoísmo solo pienso en mí mismo y me importan poco los otros?
•
¿Soy un buen samaritano, que tomo en serio a todo el que a mi lado
sufre y es pobre en muchos sentidos y trato de aliviar sus penalidades y
pobrezas con mi solidaridad y amor?
El Señor nos dice que, si
queremos heredar la vida eterna, hemos de amar al Señor con todo nuestro
corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser
¿Es Dios realmente mi amor primero y más importante?
¿Cómo amo a los que veo necesitados de mi ayuda y cómo respondo a sus necesidades?
Feliz domingo para todos.