En domingos anteriores hemos reflexionado sobre la realidad de la
diócesis y la situación de “Sede vacante”, es decir, sin obispo, que
vivimos en nuestra diócesis de Terrassa, así como sobre la figura del
obispo y del Administrador diocesano.
Pero también es muy
importante tener claro de qué estamos hablando cuando hablamos de la
Iglesia. ¿Qué entendemos cuando decimos “Iglesia?, ¿Qué es para nosotros
la Iglesia? Y todavía más: ¿por qué la Iglesia es mal vista por muchos
hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No será en parte porque los mismos
cristianos no la conocemos, ni la valoramos, ni la defendemos?
Hay
gente que la desconoce totalmente y piensan que la Iglesia es una
asociación, o una ONG, o un club de seguidores de un ideal,
instituciones todas ellas muy buenas y útiles para la sociedad,
ciertamente. Algunos dicen que es una empresa multinacional. Y también
hay cristianos que identifican la Iglesia con el Papa y los obispos.
Pero
la Iglesia es una realidad mucho mayor que todo ello, porque la Iglesia
es la familia de Dios: es Jesucristo con todos los bautizados formando
un mismo cuerpo con Cristo que es la cabeza y todos nosotros somos sus
miembros, según la imagen que presenta san Pablo en la primera carta a
los cristianos de Corinto (1 Cor 12,12-27).
Durante siglos esta
expresión, “Cuerpo de Cristo”, que actualmente entendemos en referencia a
su presencia real en la Eucaristía, se refería, no obstante, a la
Iglesia.
Es una imagen esclarecedora pensar en la Iglesia como
Cuerpo de Cristo formada por todos aquellos que por el bautismo hemos
sido insertos, injertados, dice San Pablo, en este Cuerpo como hijos de
Dios, como hijos en el Hijo.
Debemos reavivar la conciencia de
aquello que somos, de lo que formamos, de lo que tenemos. Respecto a lo
que somos, nuestra identidad es la de cristianos, Hijos de Dios.
Formamos parte de la familia de la Iglesia, que es nuestra familia.
Nuestra pertenencia se halla en esta familia y, por encima de toda
diferencia, ya sea de manera de pensar, o de sentimientos, orígenes,
cultura, historia, etc., pertenecemos a un mismo cuerpo. Y sabemos que
Dios nos ha llamado a participar en él como familia suya, como la
familia que Él ha querido reunir.
Seguiremos meditando sobre este tema más adelante.