CAMINEO.INFO.- El título de este comentario puede parecer una obviedad. Ningún
católico puede vivir sin caridad que es el amor decidido a sus
semejantes como una conclusión concreta de su fe en Jesucristo y la
aplicación de la esperanza. Ya san Pablo lo expresaba con mucha fuerza
en su carta a los Corintios combinando las tres virtudes teologales y
definiendo perfectamente el amor, es paciente, es benigno, no se engríe,
no tiene envidia, no es indecoroso ni egoísta, no se irrita, no lleva
cuentas del mal, no se alegra de la injusticia (13,4-6). Uno se queda
muy pensativo ante la claridad de la teoría y las dificultades de su
aplicación. Ojalá pudiéramos aceptar con normalidad la última frase del
Apóstol: “…de las tres… la más grande es el amor”.
Cuando
participo en alguna reunión de grupos parroquiales o diocesanos siempre
oigo de parte de algún miembro la exigencia de “hacer” algo por los
demás como consecuencia de su propia fe. Siempre hay alguien que espolea
el corazón de todos para una dedicación concreta al servicio de la
sociedad. Y si no se cumple, se nos queda un mal sabor de boca. O, más
profundamente, se nos cita la vida y los ejemplos de Jesús, desde el
buen samaritano hasta su amor total desde la cruz en favor de la
humanidad; desde las bienaventuranzas hasta el discurso de despedida.
Siempre hay alguien para recordar la coherencia entre la fe y la
caridad.
Además de oír las anteriores apreciaciones que, en
algunos casos se convierten en recriminaciones, compruebo la actuación
de muchas comunidades. Grupos parroquiales de Cáritas que se organizan
para prestar un servicio de alimentos o de ropa todas las semanas; otros
grupos empeñados en dedicar parte de su tiempo al refuerzo escolar de
niños y adolescentes; otros grupos que se esfuerzan con las actividades
de tiempo libre con muchas horas de disponibilidad y dedicación; otros
grupos que atienden la soledad de enfermos y gente mayor en sus
domicilios llevando la comunión y su compañía. Y así hasta el infinito. Y
prácticamente todos con la fe de Jesús en la mente y en el corazón Y de
ello me alegro y, sin alardes, nos alegramos todos.
Desde hace
unos años aparece en nuestra diócesis un intento de ayuda y coordinación
de muchas organizaciones dedicadas a la caridad. Además de los
numerosos grupos parroquiales, que son parte esencial de la Cáritas
Diocesana, existe una XARXA D’ENTITATS CRISTIANES D’ACCIO SOCIAL I
CARITATIVA de nuestro obispado, que atiende a numerosas personas en
situación de especial dificultad. Recordáis que el obispado creó un
Fondo Solidario Covid-19, con 20.000 euros, al que se sumaron muchos
sacerdotes y laicos llegando a recoger casi 87.000 euros que se
distribuyeron entre aquellas entidades que por la pandemia multiplicaron
su atención y necesitaban más recursos. Presentaron unas memorias de su
actividad concreta gracias al referido fondo que estamos dando a
conocer y hemos decidido mantenerlo debido a las dramáticas
consecuencias que todavía vivimos. Agradecemos de nuevo como ya hicimos
el año pasado la colaboración de tantas personas atentas a las
necesidades de sus hermanos.
Como podéis imaginar uno se alegra de
los muchos brotes de caridad que aparecen entre personas y grupos
católicos. Seguramente no se hace nada extraordinario, se intenta vivir
con coherencia el mandato del Señor. Pero cuando la Iglesia recibe
tantas críticas por otras cuestiones que ahora no vienen al caso y por
las que pedimos perdón, no está mal que podamos comunicar este tipo de
iniciativas que devuelven la credibilidad a la comunidad católica.
Con mi bendición y afecto,